Opinión

La universidad en el centro del debate, por José Aureliano Martín Segura

Hasta que se ha producido la sentencia de la “manada” (que yo respeto, pero jurídicamente no comparto en absoluto), el centro del debate en todos los medios era la Universidad Pública.

Pero en sentido peyorativo, después de que se destapara el escándalo del Máster falso de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid en la Universidad Rey Juan Carlos, y esta, junto a su partido, para salvar su poltrona, empezaran a lanzar todo tipo de acusaciones contra dicha institución.

Ha tenido que salir al paso el presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Roberto Fernández, rector de la Universidad de Lleida, con un magnífico artículo publicado el 27 de abril en el diario El País, para recordarnos una cuestión básica, a saber, que no habrá un futuro para España si no hay un buen futuro para nuestra Universidad. Por eso, nos dice, la Universidad es una cuestión de todos y por eso la Universidad es una cuestión de Estado. Aunque esto no lo hayan entendido, aún, muchos políticos (esto es un añadido mío).

En su extenso artículo, cuya lectura aconsejo a todos, nos habla de las tres realidades que vive nuestra Universidad. La primera, derivada de tener en la actualidad el mejor sistema universitario de la historia de nuestro país. Para corroborar esto nos da una serie de datos muy interesantes. Yo quiero destacar sólo dos. El primero, que España se encuentra entre los 10 países que tienen más Universidades entre las 1.000 primeras del mundo, de un elenco de más de 20.000 instituciones universitarias. Esto significa que un joven español tiene un 17% de posibilidades de ir a una Universidad bien situada en los rankings, frente a un 13% de un alemán o un 8% de un estadounidense.

La segunda realidad es menos complaciente, según sus propias palabras, debido al constante deterioro sufrido en los últimos años. Baste recordar, como también se ha denunciado en otros foros, que desde 2009 a 2015, se ha perdido en financiación pública universitaria un 20%. Por otro lado, en estos años, a consecuencia de la tasa de reposición establecida del 10% de las bajas anuales, se han perdido 4.354 plazas de personal docente y 2.365 de personal de administración y servicios. No menos grave es ser el cuarto país más caro de Europa en precios de matrícula, teniendo un gasto en ayudas al estudio que solo llega al 40% de la media de los países de la OCDE.

Y si nos fijamos ahora en la investigación, se ha perdido en estos años un 30% en inversión privada y el 21% en inversión pública. Esto significa menos investigación, menos innovación menos competitividad y menos empleo, según nos dice. La tercera realidad es la derivada del propio funcionamiento interno de las universidades.

Según nos explica, se hace urgente reformar el sistema de gobierno, para hacerlo más ágil y operativo, revisar los mecanismos internos de control, adaptar mejor las ofertas curriculares a la demanda social para aumentar la inserción laboral, reforzar la capacidad de atracción de estudiantes extranjeros, perfeccionar la selección y contratación de personal, incrementar la movilidad interna y la internacional, y fomentar la transferencia de conocimiento. Evidentemente, estas palabras, aparentemente impecables, necesitan mucho debate y negociación, pues las opiniones y sensibilidades son muy diferentes, ya que no todos entendemos la función de la Universidad de la misma forma.

Si trasladamos este brillante análisis de nuestra Universidad a los Campus de Ceuta y Melilla, la situación se complica aún más. El Gobierno central viene incumpliendo sus obligaciones de financiación con la Universidad de Granada para con estos Campus, en más de 4 millones de euros anuales desde 2009, según informaciones dadas por los diferentes Rectores a sus órganos de gobierno en estos años.

Y, aunque las Ciudades Autónomas de Melilla y Ceuta están haciendo esfuerzos presupuestarios de apoyo a sus Campus en forma de financiación de nuevas titulaciones y desdoblamiento de grupos (caso de Melilla), o de edificios dignos para ejercer la docencia (Caso de Ceuta), el deterioro es evidente y grave. Veamos. En el Campus de Ceuta conviven dos Facultades, Educación, Economía y Tecnología; y Ciencias de la Salud; además de la UNED y la Escuela de Idiomas de la Ciudad. La Facultad de Ciencias de la Salud se trasladó a nuestro Campus, por una decisión de última hora del antiguo Rector, Sr. Lodeiro, pues ello no estaba previsto en el proyecto inicial. Era una situación provisional, que muchos la veíamos como definitiva. Así está resultando.

Las consecuencias son evidentes, en lo que a falta de espacio y aulas se refiere. Los alumnos están protestando, con razón. Pero es que, además, la falta de presupuesto se traduce en una insuficiencia de profesorado. Esto lleva a que, mientras en el resto de la Universidad de Granada, los grupos de clase no puedan ser superiores a 65 alumnos, según aprobó el Consejo de Gobierno para el próximo curso, con obligación de desdoblarlos a partir de los 80, en Ciencias de la Salud de Ceuta tenemos más de 140 alumnos en primero, 115 en segundo, 135 en tercero y 125 en cuarto.

Pese a que, tanto el Decano, como los alumnos, como el Comité de Empresa del profesorado, están pidiendo insistentemente que, al menos en primero, se desdoblen los grupos, para evitar una intolerable y perjudicial masificación a alumnos que comienzan su carrera universitaria, desde el equipo rectoral se nos dice siempre lo mismo, a saber, que no hay dinero, que lo entienden, y que “están haciendo todas las gestiones posibles con el Ministerio y con la Ciudad”.

Y esta grave situación se ha de sumar a la que se provoca por la falta de estabilidad, la falta de incentivos para quedarse en Ceuta o la pésima coordinación que se realiza desde la Ciudad para solucionar los problemas que surgen en el día a día del edificio. Un ejemplo. Días atrás cogí un ascensor que bajaba desde la UNED. De golpe se produjo un fuerte estruendo y el ascensor se paró en seco.

Afortunadamente, la situación se resolvió pronto, pues una de las alumnas que me acompañaba, palideció y comenzó a sudar. Tenía claustrofobia. Cuando me dirigí a la Secretaría de la UNED para comunicar los hechos, la respuesta fue que se lo dijera al ordenanza, a lo cual me negué, pues no creí oportuno derivar la responsabilidad de posibles accidentes a un trabajador. Lo que no se me explicó es que, al parecer, era difícil localizar por las tardes al coordinador que ha puesto la Ciudad.

Otro ejemplo. No es la primera vez que a consecuencia de los fuertes vientos de levante o de poniente, “vuelan” las chapas colocadas (innecesariamente, según mi punto de vista) en los falsos techos de los soportales que rodean el edificio. Hace poco hubo que prohibir la actividad docente para evitar algún desgraciado accidente. Cuando alguno lo hemos denunciado ante el equipo rectoral, la respuesta siempre ha sido la misma. Que estaban en ello. Pero de esto hace ya unos cuantos meses, y el incidente se ha vuelto a repetir. Es decir, no se hace nada. Se nos dan “largas” y más “largas”, como si fuéramos alumnos y personal de “segunda categoría”, y nuestros Campus sólo sirvieran para la propaganda institucional, en el sentido de ser la única Universidad con Campus en dos continentes. Ya sé que algunos, sobre todo de los equipos de dirección de algunas de las instituciones implicadas, van a decir que soy muy pesado. Y es verdad. Lo soy. Es justamente lo que pretendo. Ser pesado y pertinaz, hasta que se nos reconozcan, al menos, nuestros derechos más básicos. El derecho a una educación de calidad, sin discriminaciones de ningún tipo, y el de la seguridad, para evitar que, por una falta de coordinación, o de financiación, cualquier día se estampe una placa metálica en la cabeza de alguien, o se descuelgue un ascensor con alguien dentro. Vienen muy bien en este momento, las palabras del Rector Roberto Fernández, que hago mías: “…Si la sociedad española ha progresado de una forma espectacular en los últimos cuatro decenios, creo que es de justicia reconocer que alguna responsabilidad tendrá en ello la constante y eficaz contribución de las comunidades universitarias”. Y continúa: “No podemos alcanzar una democracia de calidad y mantener nuestro Estado del bienestar con una Universidad precarizada en inversiones, en financiación basal y en personal”. Y yo añado. Si queremos un futuro digno para Ceuta, no puede ser convirtiéndonos en una especie de “factoría de españoles”, como, lamentablemente, defendía el Presidente Vivas, en forma de “gracieta”, en la última Convención de su partido. Hemos de pelear por brillar con luz propia en el contexto geográfico en el que estamos. Y, en esto, la enseñanza de calidad, a todos los niveles, debería convertirse en el objetivo prioritario número uno de todos los ceutíes, y, por tanto, de los que gestionan el gobierno local y las instituciones universitarias.

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