El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, recordó ayer durante su comparecencia conjunta ante los medios de comunicación con el secretario de Estado para la Unión Europea, que la respuesta a la problemática contra los porteadores ante el CEIP ‘Príncipe Felipe’ ha sido el fruto de un trabajo “coordinado” con la Delegación del Gobierno. Cuando la semana pasada se conoció el descontento de la comunidad educativa del colegio, la “prioridad absoluta” fue acometer una “actuación inmediata” para “asegurar y garantizar el acceso al centro de los niños, algo que creemos que se ha conseguido”, indicó Vivas para, después, matizar que ahora se están “barajando distintas alternativas para resolver un problema que acaba de surgir, más relacionado con el trasiego de mercancías y con el tránsito directo entre el colegio y la rotonda ubicada junto a la frontera, y con el que no se nos ha dado ni un día de tregua”, lamentó. Se refería a los cortes de carretera que se llevaron a cabo tanto el pasado lunes como ayer, a modo de protesta por la eliminación de la escalera que se llevó a cabo el sábado. “El jueves, sobre el terreno, se plantearon como posibles vías para resolver la problemática generada la instalación de un ascensor similar al de la playa de La Ribera o la colocación de una pasarela que permita salvar el fuerte desnivel existente en la zona entre la Carretera Nacional y la parte transitable de la colina anexa”, explicó. De momento nada se concreta, sólo se ha perseguido calmar a los padres de alumnos que ayer tarde, en menor número que el lunes, volvían a cruzarse en la carretera para, al grito de “Queremos escaleras”, reivindicar un acceso. El presidente de la asociación de vecinos de Príncipe Felipe, Said Mohamed, les informó de que las administraciones habían pedido una semana de plazo para alcanzar una solución, algo que terminó por satisfacer a buena parte de los padres reivindicativos. Eso sí. Desde primera hora de la mañana volvían a repetirse las mismas escenas de padres subiendo a los niños por el desnivel que lleva a la curva del Jato o dando toda la vuelta para subir por la carretera del Príncipe. Ante el hueco de la escalera derribada se había vuelto a colocar vallas, iniciado la construcción de un pequeño muro y se ordenaba la presencia de agentes de la Guardia Civil y de unidades de Seguridad Ciudadana (UPR) de la Policía Nacional para impedir imágenes como las vistas desde el domingo: las de familias y porteadores trepando por la parte lateral de las escaleras. La situación pintaba grotesca. ¿Ha servido de algo el derribo de la escalera para mejorar el tránsito en el lugar? Todos los presentes opinaban que no. Muy al contrario, no ha ocasionado más que problemas. Los primeros: para los padres, obligados a recorrer mayor camino exponiendo a sus hijos a peligros por la inexistencia de infraestructuras seguras que seguir. Los segundos: las propias fuerzas de seguridad. Y es que tener a los GRS que han llegado para contención de la inmigración, a buena parte de la plantilla de la Benemérita y a la plana mayor de Seguridad Ciudadana del CNP para vigilar el hueco de una escalera y evitar consecuencias provocadas por una errática decisión resultaba, cuando menos, esperpéntico. A la espera de que se conozcan las soluciones a esta situación, una treintena de padres, madres y niños decidió cortar la carretera por espacio de unos minutos después de comunicar su decisión a la Policía y ‘consensuar’ la forma en que se iba a llevar a cabo sin ocasionar percances. Los concentrados indicaron que en esta ocasión había participado mucha menos gente que el lunes por temor, ya que a primera hora de la mañana las fuerzas de seguridad tomaron nota de los niños escolarizados en el ‘Príncipe Felipe’ que residen en Marruecos sin que sus progenitores sepan a ciencia cierta el porqué de esta actuación.
Largas colas de porteadores en los accesos
La solución al tráfico de mercancías no pasa por el derribo de una escalera. El polígono del Tarajal sigue arrastrando problemas enquistados derivados de una mala organización y de la variabilidad de los criterios policiales. Dependiendo del grupo de UIP que se encargue del control del conglomerado de pasillos que conforman el corazón del Tarajal aplican unos criterios u otros. Lo hacen también con la prensa: un día dejan pasar a las cámaras para fotografiar lo que sucede en el entorno del Biutz (fue el caso del pasado lunes) y 24 horas después lo impiden. Situaciones inexplicables también para los propios empresarios, que ven cómo un día dejan acceder a personas hasta las naves para adquirir mercancía (gente que no es porteadora) y otros días se impide el acceso, como también ocurrió ayer. La situación caótica sigue repitiéndose en el Tarajal. Ayer la entrada de mujeres, algunas ya incomprensiblemente cargadas de bultos, se controlaba desde los propios accesos al polígono, formándose una hilera kilométrica alrededor del cordón empresarial mientras las calles de las naves estaban vacías y los empresarios en la puerta esperando entradas que no se producían. Todo son quejas. Quejas de los padres a los que se les ha vetado de la noche a la mañana el acceso, quejas porque esa demolición de la escalera no ha hecho sino desviar la cola de porteadores que intentan sacar más bultos por las colinas, incrementándose la peligrosidad; y quejas por los vetos de traslado de bultos por el Tarajal, aunque sean de dimensiones pequeñas, ya que pasan a ser consideradas expediciones comerciales, algo que provoca rechazo entre los empresarios. “Se están cargando el comercio”, denuncian, planteándose incluso el cierre durante días de las naves “para que vean cómo somos de claves” para la economía. La operatividad del ‘Tarajal II’ se presenta como la solución a todos los problemas, pero mientras quedan semanas de cambios no asimilados y de actuaciones que provocan efectos negativos colaterales. Hasta la fecha los empresarios del Tarajal no han sido recibidos aún por las Administraciones. Guardia Civil y Policía Nacional tienen encomendado el control en la zona, impidiéndose la salida por la frontera ya no solo de bultos sino también de pequeñas bolsas. Se revisa incluso hasta el interior de mochilas.