En esta semana se han producido diversos acontecimientos que afectan, a nuestra ciudad, y que poe su relevancia merecen ser objeto de un comentario.
Me referiré, en primer lugar, a la imputación de dieciseis miembros de la Guardia Civil, por los acontecimientos acaecidos en la frontera de El Tarajal el 6 de febrero del pasado año. Ya en anteriores ocasiones me he referido al alcance jurídico de la figura de la imputación, que surge cuando el juez considera que existen indicios de la posible comisión de un delito. El imputado goza de presunción de inocencia, debiendo tenerse en cuenta que, a veces, se producen imputaciones para permitir a las personas sobre las que recaen el poder acudir a declarar acompañados por su abogado y sin estar obligados a decir la verdad. En numerosas ocasiones el imputado sale en libertad y sin cargos tras su primera comparecencia ante el juez.
Eso es precisamente lo que espero que suceda en el presente caso, porque aquellos miembros de la Benemérita que intervinieron en tan desgraciado suceso se limitaron a cumplir con su deber en una madrugada de continuo enfrentamiento a lo largo de la valla fronteriza, ante la avalancha de centenares de personas que pretendían penetrar en territorio español violentando las órdenes de los agentes de la autoridad y los medios materiales instalados para evitar entradas ilegales, La actuación de los ahora imputados se llenó a cabo con estricta profesionalidad, siendo evidente, por los videos publicados, que se cuidaron muy mucho de tocar siquiera a los migrantes que nadaban al disparar las pelotas de goma Las imprevistas y lamentables muertes de quince de ellos en la parte marroquí del espigón -porque fue allí donde se produjeron- no fueron causadas por la actuación de aquellos que cumplían con el deber de evitar entradas ilegales en España, quienes ni siquiera veían lo que pudiera estar sucediendo al otro lado del espigón. Con todos los respetos, considero que estos miembros de la Guardia Civil ahora imputados no merecen en absoluto el verse ante el riesgo de ser condenados y perder su carrera.
Otra noticia ha surgido en esta semana que también exige un comentario: la publicación de un estudio sobre la situación actual de la pobreza en España, en el que nuestra ciudad resulta ser la peor clasificada, según los datos proporcionados por EAPN Ceuta, entidad integrada por varias ONGs y otras instituciones. No dudo de que tales datos habrán surgido de una detallada información (casi 40.000 personas pobres entre los alrededor de 85.000 habitantes) pero se me hace muy cuesta arriba creer en la realidad de tan alto porcentaje. Aquí hay mucha economía sumergida, que se cuida muy bien de salir a la luz. Además, como ya he escrito en anteriores ocasiones, Ceuta está superpoblada; aquí vive más gente de la que nuestras actuales fuentes de riqueza pueden absorber. El último intento de crear otra de esas fuentes, para el que incluso se llegó a preparar el polígono industrial de Loma Margarita, fue el de las favorables reglas de origen aprobadas por la UE para Ceuta y Melilla, que en principio dio lugar a interesantes perspectivas de desarrollo (Alice tuvo hasta setenta empleados y hubo otras iniciativas relacionadas con dichas reglas), pero su puesta en marcha provocó quejas de empresarios europeos y acabó siendo truncado por funcionarios, tanto españoles como de la UE
Por eso, parece atinada la política emprendida por el gobierno de la Ciudad, otorgando una interesante ayuda a quienes decidan salir de Ceuta en busca de trabajo. No debe olvidarse que mientras en el resto de la nación ha descendido sensiblemente el número de cotizantes a la Seguridad Social, en Ceuta se ha mantenido, a pesar de la crisis. Aquí sigue registrándose una cifra de afiliados similar a la de antes del inicio de dicha crisis, mientras que el número de parados ha crecido de un modo altamente sensible, prueba evidente del fenómeno de la superpoblación que está sufriendo Ceuta, una ciudad en la que se produce el mayor índice de natalidad de España y donde a la vez, y según se publicó recientemente, circulan más de cincuenta y ocho mil vehículos, lo que choca frontalmente con ese dato de pobreza conocido en esta semana.
Y en la semana ha sucedido algo más. Me refiero a ese repudiable atentado contra la imagen del Cristo de los Afligidos, el del Puente, tan venerado por los católicos ceutíes. Han roto su hornacina, lo han tirado al suelo, le han robado su corona y le han causado daños en un brazo. Nada puede justificar una fechoría como esa. Prefiero no seguir exponiendo mis sentimientos y terminar con el ferviente deseo de que algún día sepamos respetarnos.
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