Lo normal es que solamente escriba sobre cosas de las que soy testigo. En este caso es algo que me comenta mi buena amiga Lola. Lo que no le pase a Lola les puedo asegurar que no le pasa a nadie.
Me cuenta lo que le pasó en el estreno de El Niño. Yo, que todavía añoro los antiguos cines de verano. Ésos, llenos de incómodas sillas plegables de madera. Esas películas que perdían el sonido o se descuadraban de la pantalla. ¡Al rico chicle, pipas, caramelos…! ‘El coca-cola’ y la fila de los mancos. Lo que no faltaba nunca era el ‘metepata’, ejemplar de la especie humana que no había sido domesticado para ser capaz de convivir con el resto. Éstos actuaban en solitario o con un profundo espíritu gregario que conseguían, con suerte para el resto, salir a puntapiés del cine.
¡Al tema! Hoy en día las salas de proyección son de lujo. Un lujo que yo practico poco, la verdad. Sillones anatómicos, algunas incluso con hileras centrales del tipo preferente. Salas climatizadas. Todo con una tecnología fantástica de sonido e imagen. Presentaciones a la americana… Aunque en más o menos casos ya, todavía ha sobrevivido el ‘metepata’ común.
Imagínense una persona agradable, amable y educada. Pues hagan una abstracción mental y apliquen todas esas cualidades pero en negativo. Un ser esparcido entre los asientos. Un ‘desparramiento’ humano con las patas abiertas y las rodillas sobre los asientos de enfrente, que cuanto mi amiga pretendía pasar le contesta: “¡Pos tira por otro lao!”. Rumiante de palomitas a manotazos. Y a Lola que no le ha tocado nunca la Primitiva, sin haberlo echado, le toca sentarse al lado.
¡Todo en marcha! Empieza la peli. La peli sí, y el espectáculo también. A las llamadas de móvil, las protestas de otros espectadores y alguna que otra réplica amenazante. Alguna flatulencia controlada de la que hace descarga, de ello daba fe mi amiga como víctima colateral. Este personaje está claro que se había equivocado de lugar. Cual hooligan sin árbitro, entre polis y narcos de El Niño ya había tomado partido, soltando en alguna que otra escena algún que otro improperio en voz alta. La muchacha, que era muchacha, era todo un primor. El modelo de princesa del siglo XXI. La verdad es que el argumento de la película pasó a un segundo plano, con bronca y taquicardia incluida de mi amiga.
Con estas historias que me cuenta Lola, y que parecen salidas de la pantalla, es casi normal que no me seduzca la idea de ir a ver el estreno Torrente 5. Lo cierto es que Santiago Segura, como nadie, ha sabido darnos a las moscas lo que queríamos. Con pasotes, toda la ‘fricada’ y grandes dosis de humor. Que algo que nos provoque una simple sonrisa, con las cosas que presenciamos a diario, es de agradecer. Eso sí, empapada cada película de auténtica ‘kurtura’ hispánica a la que todo el que se tiene por famoso pretende aportar su cameo.
Lo cierto es que viendo las dosis de realidad que aportan las salas de cine esperaré a poderla ver en casa -me reiré, seguro, viendo en mi interior el Torrente que todos llevamos dentro- no vaya a ser que me salpique alguna de sus famosas pajillas o me encuentre con alguien de la fauna del principado.
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