Categorías: Opinión

Una portada para la reflexión

Fiel lector de este diario desde niño, mi primera satisfacción del día es un repaso rápido de ‘El Faro’, especialmente si lo acompaño del desayuno. Tiempo habrá para analizar después más a fondo sus páginas. Páginas de papel, claro. Nada de tabletas o versiones PDF, a menos que me ausente de la ciudad o me descuide en recoger mi ejemplar. El electrónico queda para mi hemeroteca particular, un milagro más de las últimas tecnologías, inimaginable en la anterior era del plomo.
Como inimaginables podrían ser en esas épocas, portadas como la del pasado jueves en esta ciudad tan pequeña y aislada por el mar y una frontera. Una de esas primeras páginas que acaban por amargarte el desayuno o nos deja el ánimo por los suelos a los que nos duele en el alma esta tierra.
“El Príncipe tomado”. Impactante titular y expresiva fotografía en la que, para más inri, aparece un colegio al fondo. La llamada en portada te anima a trasladarte a las páginas interiores en las que se desgranan una serie de hechos a los que jamás se debió de llegar en esta ciudad. La desidia, el abandono y el mirar para otro lado de los gobiernos de turno, especialmente los de la época felipista, nos han llevado a esta preocupante situación.
Han tenido que morir tiroteados, en apenas un par de meses, dos vecinos para que se produzca ese despliegue policial en este barrio fronterizo y conflictivo por excelencia, al que un día se le despojó de su comisaría de toda la vida y, no contentos con ello, hasta se retiró de él a la Guardia Civil. Increíble.
Un barrio en el que, se dice, hay armas, pistoleros a sueldo, encapuchados y bandas. Y consiguientemente miedo, muchísimo miedo. Resulta relevante la página siete que recoge la comparecencia voluntaria del padre de uno de los detenidos ante el periódico. “La propia Policía me ha advertido de que tanto mi vida como la de mi familia corren peligro”, dice, al tiempo que profundiza en extremos que, según su versión, ponen los pelos de punta.
A todo esto, con unas elecciones generales a la vista y la indignación de un barrio dispuesto a lanzarse masivamente a la calle, surge la promesa de la creación de la ansiada comisaría para la que hay ya hasta una parcela. Ahora resulta que sería operativa. Antes no.
¿Y para cuándo? Por el tiempo que llevarían los proyectos derivados, el posible cambio político en La Moncloa y la dificilísima situación económica, ya veremos. Baste comprobar como quedó paralizada la nueva comisaría principal o el cuartel de la Guardia Civil, cuyo solar duerme en el más absoluto sueño de los justos.
De momento la presencia de patrullas en el lugar parece obligada. A costa, naturalmente, de retirar efectivos de otros puntos. De inmediato los apedreamientos, los insultos y las presiones de quienes siguen creyéndose los dueños de la zona han sido inmediatos. Un sindicato reclama la presencia de la UIP. El asunto es grave.
Y si se piensa en la comisaría, que no suceda como con la de Rosales con esa delincuencia que se  cierne en su zona, que la presencia policial no logra erradicar.
Y vuelvo de nuevo a esa primera página del pasado jueves. Dos llamadas, a derecha e izquierda del titular sobre las denuncias del padre de uno de los acusados del asesinato de Karim, alertan sobre otros temas menos graves pero no por ello menos inquietantes. “Un grupo de menores apedrea a la Benemérita” y al otro lado “La Ciudad se plantea ahora no trasladar a los MENA al centro de Hadú”. Los menores marroquíes, sí. Los que Marruecos no admite bajo ningún concepto. Ni siquiera recogidos y debidamente atendidos en centros costeados por España en su propio país, tal y como se propuso. Un serio problema más para las débiles arcas de la Ciudad que, lejos de estabilizarse, va en aumento. Y los vecinos de Hadú, camino de las mil firmas. Rechazan de plano el albergue en su barrio, y aquí precisamente no se puede hablar de racismo por razones obvias.
Mañana pueden ser los de cualquier otro sitio. ¿Qué hacer pues con ‘La Esperanza’?
¿Y con esos otros menores que se niegan a ingresar en dicho centro, malviviendo y delinquiendo, refugiados en las escolleras del puerto? ¿De qué ha servido la costosa valla que se levantó a lo largo del dique de poniente? Lo último, esos vehículos de la Benemérita dañados por las pedradas de estos adolescentes y ninguna detención. La guarida de las escolleras sigue siendo su perfecta aliada. Lamentable. Bien me lo repite mi amigo Miguel. Lee el ‘As’ o el ‘Marca’. Serás más feliz.

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