Yme refiero a la de ayer, la celebrada en la Audiencia, a donde deberían haber acudido los 35 subsaharianos que fueron detenidos el pasado 10 de septiembre en la plaza de los Reyes. Estaban acusados de desobediencia y a 24 horas de la vista optaron por no presentarse. El general manda, los demás obedecen. Era una forma más de mostrar su actitud rebelde ante un sistema que no se pliega a sus condiciones. Todos estamos de acuerdo en que los cameruneses no han elegido la mejor vía para hacer públicas sus protestas. A nadie escapa que insultar, martillear a la ciudadanía a cartonazos, amenazar o provocar algaradas atenta contra cualquier deseo reivindicativo. A nadie escapa que los cameruneses no son angelitos, actúan organizados, se dedican a coaccionar y agredir a otros compatriotas y amenazan, además, a los indios para quitarles sus puestos de trabajo y su dinero. Nadie nos tiene que venir a recordar todas estas situaciones. Pero todo ello no tiene cabida en un juzgado. Los jueces deben analizar los delitos sobre los que tienen pruebas y deben sancionar, en base a la ley, los comportamientos delictivos. No podemos pretender que su señoría le haga el trabajo a la Policía o al delegado del Gobierno. Confundir poderes es menester de otro régimen, no del actual. Ayer, en la Audiencia, se juzgaba a 35 personas por un delito de desobediencia y lo que había que demostrar es que esas 35 personas habían incurrido en dicho delito. No se juzgaban las amenazas a los trabajadores, ni los cartonazos, ni las extorsiones a otros compatriotas, ni siquiera se juzgaba a la administración por carecer de un CETI en condiciones que sirva para mantener a gente recluida durante tantos años. Tampoco se juzgaba la ‘violencia moral’, a la que aludió la Policía, porque la moralidad, el presumir que se va a cometer un delito o la prevención se escapa del poder de un juez que debe tener encima de la mesa hechos, realidades y no presunciones. ¿Se imaginan a los jueces juzgando a futuros delincuentes porque sus modos y maneras nos han hecho pensar que iban a protagonizar una algarada, iban a cometer un asesinato o un blanqueo de capitales a gran escala? Sería ridículo. Pues eso.
Los cameruneses han presentado un problema a la administración cuando ésta pensaba que la inmigración había dejado de ser un problema. Vivieron tiempos felices que han dado paso a una problemática que no se ha sabido contener. Han pasado semanas para que se ideara una resolución, cuyo mayor error ha sido equiparar las manifestaciones ‘a cartonazo’ con las vuvuzelas de los parados. Han pasado meses para que las fuerzas de seguridad trasladaran la información objetiva al delegado sobre los internos del CETI. Ahora no pretendamos que la justicia solucione un asunto nada bien tratado desde el principio.
Ayer se celebró una vista judicial peculiar: con abogados, sin acusados, con un único testigo para vestir toda una acusación de delito y con demasiadas connotaciones políticas en el aire. Así las cosas no suelen funcionar.