Una patada a la puerta y otra al portero

Se está abriendo una espita peligrosa que podría dar derecho a entrar en España a todo el que pegue una patada en la puerta y otra al portero.

Y eso es lo que se está pretendiendo con los inmigrantes ilegales, es decir, la violencia, el chantaje, la masa, la coacción, la agresión, son causa mayor justificada para que se les franquee el paso a quienes den una patada a la puerta y otra al portero. Peligrosa actitud a todas luces. Si esa va a ser la ley, la norma, por la que nos vamos a conducir en la defensa de nuestras fronteras de Ceuta y de Melilla, entonces, estaremos vendidos y en manos de quienes quieren entrar a un país extranjero, sin que les asista ningún derecho, por las bravas, por cojones. Esos asaltantes pretenden que el país que asaltan respeten sus derechos mientras que ellos no respetan los derechos y las leyes de esos países que asaltan o intentan asaltar: leyes que han emanado de parlamentos elegidos democráticamente, no leyes hechas por los inmigrantes ilegales. No confundamos al personal. Es la ley del embudo: lo ancho para los asaltantes y lo estrecho para el país asaltado.
Declaraciones tendenciosas y viciadas como las de la tal Franziska ‘Ska’ Keller, candidata del Partido Verde Europeo, de que “la UE debe proteger a los refugiados más que sus fronteras” son una falacia con la que se quiere confundir y hacer que prospere el sentido de culpabilidad en los ciudadanos de los países asaltados. Es tal el nivel de estupidez de esta individua que a buen seguro  cuando sale de su casa echa la llave a su puerta blindada, e incluso puede que tenga instalada una alarma, pero, eso sí, las fronteras deben estar abiertas y sin obstáculos para quienes deseen entrar. También los hay, a este respecto, quienes afirman que no es de recibo levantar muros, vallas con afiladas concertinas, porque son obstáculos añadidos para que los ilegales puedan asaltar impunemente las fronteras. Valiente desfachatez. Si quieren entrar que pasen por la ventanilla designada a tal efecto. Si antes eran “papeles para todos”, ahora es el “no a la defensa de las fronteras”. Si hay que elegir entre defender las fronteras a toda costa o dejar entrar una masa de cientos de invasores, se elige que entren, no que se defiendan las fronteras. O somos ingenuos o somos tontos. Acaso, tontos ingenuos. España no debe ni puede estar a merced de las avalanchas africanas tercermundistas. Es de sentido común que el ciudadano español sienta un legítimo derecho a la desconfianza como legítima defensa contra lo desconocido, y contra quienes, sin ser llamados ni invitados, se han arrogado el derecho de inmiscuirse en nuestro cuerpo social, con la exigencia de reclamar el disfrute del Estado de bienestar que los españoles nos hemos dado y hemos heredado de generaciones anteriores.   
En estas estábamos, cuando Soledad Becerril, la Defensora del Pueblo Español, vino a echar su cuarto a espadas y declarar que los inmigrantes ilegales que estaban en lo alto de la valla del perímetro de Melilla ya estaban en España y, por tanto, no había que expulsarlos a Marruecos. Son declaraciones irresponsables y peligrosas, pues los inmigrantes pueden recoger el mensaje (aquí hasta el más tonto hace un cesto) y con encaramarse a lo alto de la valla ya están pisando suelo español, y ya se les abren las puertas del paraíso. Una vez más, hay alguien que ha perdido contacto con la realidad. La Defensora del Pueblo, como otros muchos, vive en su mundo utópico y quimérico y cree que la realidad es la que ella se ha fabricado a su medida. No tenemos, no, suerte con nuestros Defensores del Pueblo.
Allá en el lejano 30 de marzo, viernes, de 2001, el anterior Defensor del Pueblo, Enrique Mújica, vio cómo un centenar de inmigrantes ilegales asaltaban su sede, y, tras momentos de tensión, los intrusos, en una entrevista con el Defensor, le arrancaron (se supone que coaccionándolo con su número y su asalto a la sede) el compromiso de mediar por los sin papeles ante el Ministerio del Interior, pues Mújica había decido no recurrir la Ley de Extranjería, contra ella, ante el Tribunal Constitucional. Los asaltantes se retiraron con la garantía por parte del Defensor del Pueblo de que “no se tomarán represalias” contra los participantes en esta acción “pacífica y reivindivicativa”. Antes que se marcharan los inmigrantes asaltantes, Enrique Mújica hizo entrega a la delegación de asaltantes de una copia de las recomendaciones del Gobierno para flexibilizar la legislación de extranjería. El comportamiento de la actual Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, sigue la peligrosa senda de su antecesor respecto de los inmigrantes ilegales. Se debería denominar: Defensora de la patada a la puerta y al portero. Mújica se bajó los pantalones y ahora lo hace su sucesora. Indignante.
Después de tantos años, ya cansa tanta estulticia, tanta necedad y tanta ceguera por parte de quienes son los llamados a defender las fronteras y el tejido social de España. Da grima abrir el periódico cada día y leer que por la aduana del Tarajal ha entrado una menor siria, o un sirio con un pasaporte a nombre de otro o bien falsificado o una menor de la mano de un adulto que no es de su familia. Da desazón ver cómo una pareja de sirios que estaba encausada por el delito de intento de agresión a su hijo menor y por intento de agresión a un policía son trasladados a la Península y cuando el juez los reclama y se le comunica que ya no están aquí nadie responde por tal tropelía. ¿No tendría que dar explicaciones el delegado del Gobierno por tener ese coladero de frontera, o el comisario de la misma aduana, o quien corresponda? Pues no. Aquí en esta democracia con visos de dictadura tan solo son acusados de incitadores al odio quienes anuncian catástrofes. Los demás se van de rositas, el delegado del gobierno, el comisario y, por supuesto, los inmigrantes ilegales.  Dan ganas de decir, ¡a la mierda con todo!