Categorías: Opinión

Una oportunidad perdida

El PP volverá a ganar las elecciones generales en Ceuta. Lo hará por séptima vez consecutiva. En la Ciudad del paro, la pobreza y el fracaso escolar,  gana con suficiencia la derecha. Es una prueba irrefutable de la contradicción consustancial en la que sostiene una sociedad absolutamente desvertebrada, sin más ambición que la mera supervivencia.

Y sin embargo, en esta ocasión, se atisbaba una oportunidad cierta de cambiar las cosas. El PP cimentó su hegemonía política en la creencia, muy extendida, de que era el único partido que defendía con firmeza y determinación la españolidad de Ceuta (visualizada con la acción militar desplegada en el islote Perejil). Este efecto ha durado quince años, pero empieza a perder fuerza. Son demasiadas las evidencias de que, en lo fundamental, la política del PP no difiere gran cosa de la de otros partidos de implantación nacional. Ceuta es “una cuestión de Estado” (eso quiere decir que Marruecos tiene que “dar el visto bueno” a cualquier decisión política sobre nuestra Ciudad). Todas sus promesas, formuladas en forma de bravata patriótica, han devenido en un fiasco detrás de otro.
Posteriormente, el llamado “ciclo virtuoso de la economía española”, traducido en una época de prosperidad generalizada (imputable realmente  al ciclo económico mundial, pero imposible de que esto cale en una opinión fácilmente manipulable), contribuyó a consolidar el dominio del PP en Ceuta, mientras que, paralelamente, las organizaciones de izquierdas estaban sumidas en un proceso de debilitamiento y autodestrucción. No había forma de plantear una oposición con una mínima posibilidad de éxito. Pero la crisis económica que ha condicionado toda la vida pública en el último lustro, ha cambiado radicalmente el escenario. La crueldad con la que se ha conducido el PP en la gestión de la crisis,  ha desvelado el autentico rostro de una formación política enemiga de los trabajadores y fanática activista de la desigualdad. Han hecho tanto daño que se han ganado el desprecio (e incluso el odio) de la mayoría de la ciudadanía.
Estamos ante una ocasión inmejorable de revertir la correlación de fuerzas. El PP está en su peor momento de las últimas dos décadas. Descubierto, desacreditado, desnortado, carente de credibilidad, y ausente de la calle. Y sin embargo, volverá a ganar.
Ahí es donde no cabe esconderse. Cada cual debe responder de sus actos. El conjunto de las personas que se reclaman de la izquierda sociológica, tenía la obligación de articular una candidatura única capaz de ganar. Para cambiar las cosas en esta Ciudad es necesario consolidar los valores de la izquierda y fortalecer sus organizaciones políticas. Y para ello, en democracia, no hay mejor manera de hacerlo que ampliar la cuota de representatividad. Cualquier otro planteamiento nos lleva directamente al terreno de la más estéril frustración. Es un lugar en el que las conciencias individuales viven confortablemente; pero desde el que no existe posibilidad alguna de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Desgraciadamente, el PSOE, una vez más, no ha sabido estar a la altura de su responsabilidad. Escalofriante inmadurez. La regeneración interna de este partido es un requisito imprescindible para liderar un proyecto ambicioso de unidad de la izquierda. Y esto será imposible mientras sigan allí enquistados individuos carentes de formación ideológica (que confunden las consignas con las ideas), y cuyo único objetivo es la satisfacción de sus aspiraciones personales. Eligen la política como único trampolín a su alcance para lograr una promoción social que en cualquier otra circunstancia, les quedaría vedada por su manifiesta incompetencia. No importa traicionar las ideas, no importa sacrificar el proyecto, no importa corromper los principios. No les importa reducir la organización a escombros, si de esa situación, consiguen algún cargo, prebenda o sueldo.
Estábamos ante una oportunidad histórica para la izquierda de Ceuta. Pero todo quedará en nada. La nueva derrota vendrá acompañada de una pléyade de papanatas, muy activos en las redes sociales, criticando al PP y a sus políticas, golpeando furiosamente las teclas del ordenador. Siempre nos quedará la esperanza de que otros hagan el trabajo por nosotros, y que la movilización en el resto del país cambie el Gobierno de la Nación. Parece que eso de ser una sanguijuela está incrustado en nuestro ADN.

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