Categorías: Opinión

Una más en la NBA

El inicio de cada temporada en la NBA fluye sobre caudalosos ríos de tinta que empapan hojas, tanto físicas como digitales, de todos los diarios del mundo con el objetivo de sopesar las posibilidades de éxito de las franquicias más punteras. Quizá por el impulso instintivo de que la competición se enaltezca, todo fichaje medianamente mediático por parte de una franquicia importante durante el verano se sobrevalora, infravalorándose en buena medida a los últimos finalistas y, por supuesto, los refuerzos de menor calado. Cuando el espectáculo arranca y la realidad palidece en forma de inadaptaciones lógicas, el argumento se retuerce y aquellos fichajes que eran estupendos dejan de serlo en tal medida. Es entonces cuando comienza a chorrear unos litros de tinta más poniendo en duda incluso el proyecto, aunque no hayan transcurrido más de cinco partidos. La situación también se da al contrario, por supuesto: los equipos a los que no se les esperaba, principalmente por sus fichajes de bajo rango, y dan sus primeros pasos con determinación son valorados desde ya como candidatos al campeonato, aunque solamente la liga regular tenga nada más y nada menos que 82 partidos.
Tal vez lo más coherente sea darle la mayor de las posibilidades a Miami Heat, no solo porque sean los flamantes campeones del pasado curso, sino porque consiguieron el éxito a través de un flamante trabajo conjuntado que podrá seguir siendo así, puesto que no solo ha mantenido sus piezas primarias y secundarias, sino que las ha reforzado con mucho acierto. Si James mantiene vivo su nivel de ambición, a Wade el físico le respeta y Bosh prolonga su tenacidad en la pintura, Miami tiene mucho ganado, aunque no todo. También necesitará el apoyo de secundarios que fueron claves en las finales, como Chalmers o Cole. Pero si por alguna circunstancia estos no repitieran la gesta de aparecer a la hora de la verdad, el disparo exterior del recién fichado Ray Allen debería bastar. De esta manera, Miami ha paliado un posible déficit en futuros enfrentamientos claves. El otro gran punto débil se ha encontrado precisamente en la pintura, donde Bosh estuvo realmente afortunado en los momentos claves, pero en una soledad casi absoluta. Si antes solo Haslem podía suplir y/o acompañar con garantías a Bosh, con la llegada de Rashard Lewis se insufla más oxígeno a la zona, endureciéndola. Teniendo en consideración la excelente labor que demostró el año pasado el equipo de Florida y los nuevos fichajes, parece complicado pensar en alguna franquicia más favorita que esta.
Oklahoma ofrece un poco más de lo mismo que se pudo ver el año pasado. Eso sí, sin James Harden, cuya sustitución por Kevin Martin no hará extrañarle en exceso, dado su rol secundario en los Thunders. Al margen de la presión defensiva de los miamenses, el gran problema de fondo de Oklahoma en las finales fue las nefastas decisiones tomadas en los momentos cruciales, un punto que solo la experiencia puede curtir, si no se dispone de la suerte necesaria.
Los Lakers lo tienen todo por hacer aún. Pero primero su entrenador tendrá que decidir qué es lo que busca, si utilizar a un ala-pívot abierto para dejar más espacio a Howard en la pintura (para lo cual Gasol tendría que salir de la franquicia), o utilizar la congestión que producen Howard y Gasol en la zona para explotar la artillería exterior. Esto último no me resulta demasiado factible, sobre todo teniendo en cuenta que Meeks apenas cuenta con minutos y que, además de él, Kobe Bryant y Steve Nash son casi los únicos fiables desde la media y larga distancia. Antawn Jamison no parece estar en las adecuadas condiciones físicas para jugar de alero, al menos no en estos momentos, y por Metta World Peace es difícil poner la mano en el fuego echando un vistazo a sus dos últimas temporadas.
Los Knicks han comenzado la temporada a buen nivel, pero tendríamos que ver hasta dónde va llegarles el físico jugando como lo están haciendo. Cuentan con una plantilla veterana, el mismo problema que acucia a los Lakers, y eso, a largo plazo, les puede jugar una mala pasada. Además, Carmelo Anthony ha demostrado tener dificultades para mantener su motivación con intensidad, bajando los brazos tarde o temprano. A esto último se suma el problema del regreso de Stoudemire y la readaptación que tendrán que experimentar los Knicks. Difícil tarea.
Si bien unos empezando bien la temporada, otros regular y otros tantos mal, todas las franquicias, exceptuando Miami y Oklahoma, están en situaciones similares a la de los Knicks e incluso Lakers, puesto que tienen todo por demostrar. No solo ahora, ni cuando se lleven 50 partidos, ni siquiera cuando sean 80, sino en el momento de los play-offs, donde poco importará lo que se haya hecho anteriormente, lo bien que hayan estado unos o lo mejor que hayan estado los otros. Tal vez el objetivo de llegar física y mentalmente en forma a los play-offs sea más importante que impresionar cada noche, aunque para algunos eso sea más que suficiente.

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