Una huelga necesaria

Por coherencia, le he pedido a la dirección de este medio poder publicar mi artículo semanal hoy en lugar de mañana, día de huelga en el que quisiera pedirle a la clase trabajadora que, aparte de no ir al curro, usara los servicios públicos lo menos posible y no comprase nada. El objetivo de una huelga general es, precisamente, parar la producción de un país, hacer que el dinero no circule y es por eso que no quiero que ningún quiosquero insolidario que haya decidido abrir su negocio mañana gane un céntimo vendiendo ningún producto, ya se trate de un chicle, un cigarro o la prensa. Al menos mi firma no aparecerá en nada que esté a la venta.
Los defensores a ultranza del sistema y los ignorantes manipulados insisten en censurar la huelga haciendo hincapié en su carácter “político”. Diez pasos más, como siempre, da la ultra del PP, la primera candidata en las listas de líderes para un posible “Tea Party” a la española, aquella señora de aire aristocrático que habló de cancelar partidos de fútbol si sus asistentes se atrevían a silbar a su Rey, la enemiga de los maestros y los médicos de la capital, la infame Esperanza Aguirre. La que antaño fuera Presidenta autonómica de Madrid ha afirmado sin ruborizarse que “todas las huelgas generales deberían estar prohibidas por ser políticas”, presentando como base argumental un Real Decreto de 1977. Así, con la cara dura y la poca vergüenza que la caracteriza, Aguirre habla de cargarse una práctica que el movimiento obrero lleva ejerciendo durante más de un siglo de lucha y que ha costado la vida de muchos, como la de los famosos Mártires de Chicago de 1886 que luchaban por la jornada laboral de ocho horas que hoy disfrutamos. Es normal que a esta defensora de un sistema que necesita de la existencia de parados para poder mantener a sus empleados atados a salarios de miseria y contratos indignos le moleste que los trabajadores decidan paralizar el país que ella y los de su clase siempre han considerado su cortijo personal y la mina de la que sacar oro a costa del sufrimiento y el sudor ajeno. Lo que no es normal y refleja el grado de manipulación que sufren/sufrimos los de abajo es que haya currantes ingenuos que digan la absurdez de “yo no voy a la huelga porque es una huelga política”.
Pues claro que es una huelga política, como toda huelga y como toda reivindicación social. Política es el precio del pan, el lugar donde ponen el semáforo de tu calle, lo que echan en la tele y el sueldo que ganas.
Política es lo que ejercemos día a día cuando discutimos sobre cualquier tema social y decir “huelga política” es como decir “nieve blanca”, no es más que añadir un epíteto. No hay nada más político que una protesta en nombre de los trabajadores. Protestar siempre será un acto “político”, basta de jugar con el lenguaje.
El PP nos habla del derecho al trabajo, un derecho que cada día deniegan a más ciudadanos y que es, precisamente, el motivo principal de la huelga. Se erigen en defensores de los esquiroles que deciden ir a trabajar cuando mañana no les temblará la mano a la hora de dejarles en la puta calle a golpe de decretazo. Y esos parados que tan dignamente ejercían su derecho al trabajo el día de la huelga querrán entonces que los huelguistas luchen por ellos y, ¿saben una cosa? los huelguistas estarán ahí, porque a diferencia de ellos saben cual es su sitio y saben que la única forma de luchar contra el enemigo es formando un bloque y siendo solidarios, colectivistas y fuertes, en lugar de individualistas y débiles. Porque saben que algo hay que hacer para frenar esta espiral causada por un sistema que lo devora todo a su paso, que deja a las familias sin ingresos para dejarlas posteriormente sin casa. Porque saben que si las huelgas no sirviesen de nada no serían continuamente vilipendiadas por los medios de comunicación del régimen. Porque sienten que es una vergüenza que en España se realicen casi 200 desahucios cada día, que tengamos un 25% de paro, que los jóvenes no tengamos futuro y que más de un 20% de hogares se encuentren bajo el umbral de la pobreza. Porque saben que nuestro Gobierno no toma decisiones, sino que acata (encantados) las que vienen dadas por esos poderes económicos que jamás piensan en el bienestar del pueblo y que son los responsables impunes de la trágica situación que atravesamos. Porque saben que no vivimos en una democracia y que es necesario rebelarse contra los dictadores del capital.