Ahora le ha tocado el turno a Abás El Fasi, el primer ministro marroquí, ponernos en el punto de mira del disparate con esa ‘invitación’ a España a participar “en un diálogo constructivo para poner fin a la ocupación de Ceuta y Melilla”. Muy amable por su parte, sidi. Viniendo de quien viene, como cabeza especialmente significativa del Istiqlal, nada nos debe extrañar pues ya es sabida la radicalidad con la que este partido marroquí contempla la anexión de nuestras dos ciudades desde la proclamación de la independencia de Marruecos en 1956. ¿Quién será el próximo en poner los pies por alto?
Quizá en otras épocas, felizmente superadas ya, a los ceutíes y melillenses salidas de tono de esta índole, tantas veces utilizadas como bálsamo para distraer problemas internos de Marruecos por parte de sus dirigentes, nos podían causar cierto desasosiego. A estas alturas estamos ya más que acostumbrados a escuchar los cantos de sirena de Rabat. Valga el simple ejemplo de la tranquilidad con que los habitantes de una y otra localidad se compran sus viviendas en la ciudad, a diferencia de décadas atrás, cuando el temor a invertir en ladrillo era evidente en ambas.
Porque no sólo eran los marroquíes quienes nos ponían en el disparadero, sino también la actitud de algunos compatriotas. Unos por supina ignorancia, otros por snobismo, por una progresía casposa, por quijotismo o por pura y dura mala leche.
La cosa nos venía de lejos. Primo de Rivera osó propugnar la entrega de las dos ciudades a cambio de Gibraltar, si bien cuando fue Jefe de Gobierno de la Dictadura cambió radicalmente su posición
Recuérdese también como en su Congreso de 1924, el PCE nos calificaba de “colonias” y propugnaba la “devolución de estas ciudades a Marruecos”, postura que ha seguido manteniendo a lo largo de los años.
Curioso igualmente fue aquel célebre Libro para la Reforma Democrática, elaborado en torno a las ideas reformistas de Fraga, que en su apartado de política internacional decía: “Creemos que a España no le queda más opción – a la larga – que negociar con Marruecos, con respecto a Ceuta y Melilla, un estatuto similar al que propusimos a Gran Bretaña para Gibraltar”. Ahí quedó eso, aunque luego rectificaran una y otra vez, y D. Manuel manifestase su disposición a vestir de nuevo su uniforme de alférez para defender a las dos ciudades en caso de una agresión a nuestra soberanía por parte del vecino país.
“Ceuta y Melilla deben entregarse a Marruecos”, dijo así de claro Jordi Sierra, representante del Partido Socialista de Cataluña, uno de aquellos entreguistas convencidos, siguiendo la opinión que se palpaba en ciertas corrientes de dicho partido.
Cuando Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), en agosto de 1977, abogaba por la “restitución a Marruecos”, los medios de comunicación marroquíes difundían la noticia como la opinión generalizada de los españoles.
Podíamos hablar también de ciertos intelectuales, como Goytisolo, y hasta ciertas ‘perlas’ que se han podido oír y leer en el tiempo, alguna incluso salida de la propia ciudad como aquella que propugnaba que “hay que ir a la creación de un pacto para la defensa de la existencia de Ceuta como ente geográfico y político, con utilización del derecho de Autodeterminación para establecer el concepto de la ciudadanía ceutí que no podrá limitarse a una sola raza, a una sola religión”. La nota era de la Federación Ceutí del PSOE, (30-08-77). Menudo disparate. ¿Se imaginan lo que podríamos tardar en ser absorbidos o invadidos de inmediato por Marruecos?
Afortunadamente vivimos otros tiempos. Los medios nacionales que se han hecho eco del tema, unánimemente han defendido su españolidad y las razones que la fundamentan por si alguien no se ha enterado aún. La vicepresidenta de la Vega también ha salido al paso, lo mismo que Exteriores. Habría sido deseable una superior contundencia capaz de haber hecho a Marruecos olvidarse por un tiempo de sus sueños imperialistas. Y si miramos a nivel local, el cerrar filas de nuestros políticos no ha podido ser más tajante.