Categorías: Opinión

Una ETA en bancarrota

La noticia de la semana, anunciada a bombo y platillo por todos los medios, no ha sido otra que un nuevo alto el fuego de la sanguinaria banda terrorista ETA. Un anuncio realizado en un escueto comunicado (resumido en un triste folio), donde se contemplan brevemente las intenciones de renunciar a la violencia de forma “permanente, general y verificable…” (engañosa forma de buscar formalidad cuando la izquierda abertzale no encuentra el camino de legalizarse y poder concurrir a las próximas elecciones municipales y autonómicas).
De nuevo pretende hacernos caer en las artimañas de cuatro alborotadores en horas bajas que buscan resquicios legales para limpiar una imagen asesina. El comunicado, totalmente repetido en formas a la anterior tregua, es un despliegue de justificaciones absurdas e innegociables. Los mismos antifaces (sin capirotes de cartón para no evidenciar su tontería) y esa boina que corona ese antifaz dando una imagen de revolucionarios paletos, patéticos e imposibles de tomar en serio, interpretando una farsa que ya cansa.
La realidad de la decadencia de los terroristas viene de la mano de la falta de financiación y la necesidad de seguir avanzando en la defensa de unos ideales. Ideales que comienzan a perder valor para aquellos que se entregaron a la lucha armada y están cumpliendo condena en la cárcel.
Atrás quedaron esos tiempos cuando la extorsión funcionaba como un reloj y el dinero ayudaba a espolear a los jóvenes pupilos abertzales. Porque no nos engañemos, a la motivación de luchar de una forma revolucionaria debe acompañar un extra en forma de dinero para mantener el ímpetu.  
Las empresas del País Vasco sufren la crisis y eso repercute en la financiación de ETA de forma directa, obligándoles a cambiar las formas de ingresos y llevándolos a robar material que antes compraban.
Los pistoleros se han vuelto ladrones de cuarta categoría para mantenerse. A tal grado llega la falta de presupuesto que el último etarra informático detenido se dedicaba a publicitarse para el mantenimiento y reparación de ordenadores (pluriempleo puro porque de la ikurriña y de planear sangrientos atentados no se come).
En definitiva, cuando lo primordial es seguir viviendo y no hay recursos, los ideales quedan en el olvido (y menos mal que los abertzales se gastan poco en vestuario, no hay nada más desaliñado, tanto hombres como mujeres se bastan con camisetas negras, un peladito corto y una argollitas…).
Tratar de ocupar un lugar en la actualidad y dejarse ver, intentando demostrar que no están en su peor momento, se ha convertido en una obligación para los independentistas vascos, agotándose las viejas consignas para una juventud azotada por la falta de empleo.
Buen momento para sacudir la base de ETA con la misma demostración de fuerza que utiliza el gobierno en cuestiones de menor importancia.

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