Ceuta está aislada y es desconocida para muchos españoles, por lo que debe valerse sola en determinados aspectos. Los que vivimos en ella estamos obligados, por tanto, a defender los intereses de un territorio que parece olvidado en numerosas ocasiones. Por éso, creo que desde aquí debemos adoptar unas decisiones estratégicas que nadie tomará por nosotros y que garantizarán nuestro futuro. Entre estas decisiones estratégicas, más de veinte, a las que pensaba dedicar algunos trabajos, está sin duda alguna el suministro de energía eléctrica que, dados los últimos acontecimientos, conviene tratar primero.
Siempre ha existido en Ceuta un respeto reverencial hacia determinadas empresas públicas que eran intocables en una ciudad donde lo oficial primaba sobre todo lo demás. Cuando con la democracia se privatizaron estas compañías, los ciudadanos y las autoridades fueron actuando, poco a poco, con naturalidad ante determinados excesos, pero es cierto que aún queda como un regusto de la pasada situación de privilegio. Los tres gigantes locales de lo público eran Telefónica, Trasmediterránea y Endesa y las tres siguen prestando importantes servicios en la Ciudad y a las tres las seguimos padeciendo de una o de otra forma.
En este caso hablaremos de Endesa, sociedad creada en 1948 y que perteneció al Instituto Nacional de Industria (INI) hasta que en 1988 el Estado comenzó la privatización, reduciendo su participación en el capital hasta el 75,6% y que ya en 1988 pasó a ser totalmente de propiedad privada. Los últimos avatares de esta empresa y su control por la compañía pública italiana Enel son suficientemente conocidos.
Endesa ocupa en la explanada del puerto de Ceuta una estratégica parcela de unos 5.000 m2 más su ampliaciones que, aunque en principio estaba situada en zona apartada, hoy aparece junto a viviendas e instalaciones a las que, lógicamente, transmite ruidos, olores y humos. Su presencia en sitio tan destacado puede significar un freno al desarrollo inmobiliario del área y debería ser objetivo a medio plazo su traslado completo a otra parte.
Endesa es, además, el único generador de electricidad local, ya que la Empresa de Alumbrado Eléctrico de Ceuta se limita a distribuir lo que Endesa produce. Tenemos, por tanto, una sola fuente de suministro y no existe interconexión alguna con otras redes nacionales o internacionales. Quiere ésto decir, como hemos podido comprobar últimamente, que si falla Endesa, Ceuta se convierte en una ciudad a oscuras sin contar con otra alternativa posible.
El año pasado, un marroquí muy influyente opinaba en mi presencia y en la de una destacada autoridad destinada en Ceuta, que era necesario iniciar colaboraciones puntuales entre esta ciudad y su hinterland para normalizar las relaciones y sustituir el comercio irregular por otra forma de hacer negocios y citó expresamente la electricidad, una de las viejas ideas que defendemos en Interservicios. Hizo algunas innovadoras sugerencias y todo quedó en aquella conversación informal.
Durante el reinado de Hassan II, Marruecos padecía de un grave déficit eléctrico que generaba incluso cortes en la producción de las industrias, por lo que inició negociaciones para conectar a Europa con el país magrebí a fin de suministrar electricidad a través de un cable que saldría desde Tarifa.
Después de superar una decidida oposición de los ecologistas andaluces, comenzó el suministro y ya en marzo de 2007 fue inaugurado un segundo cable con asistencia de nuestro ministro de Industria Joan Clos, su homólogo marroquí Mohamed Boutaleb y el presidente de Red Eléctrica Española, Luís Atienza.
La nueva conexión duplicó la potencia anterior desde los 700 a los 1.400 megavatios. Además se había negociado anteriormente la adición de cables de fibra óptica con capacidad para garantizar las comunicaciones entre los dos continentes.
Ante estas enormes posibilidades a nadie de la Península se le ocurrió por lo visto (y al que lo propuso desde aquí no le hicieron caso) dejar prevista una salida hacia Ceuta como contraprestación mínima a esas estratégicas concesiones otorgadas por Europa y España, a Marruecos. De esta forma, dispondríamos de electricidad procedente de nuestro país como salvaguarda de posibles problemas (algunos iríamos más allá, porque los citados cables, si existían garantías de seguridad, debían haber cruzado a la línea fronteriza de Ceuta y desde allí a Marruecos).
Si ese cable europeo tuviera una ramificación a Ceuta, nuestra planta de Endesa atendería las necesidades locales y podría quedar en reserva la conexión con Marruecos para casos de emergencia, con lo que dispondríamos de electricidad abundante y sin problemas. O al revés. En realidad, muchos no podemos comprender como en las negociaciones con el país magrebí se olvidó nuevamente a Ceuta o quizás ocurrió como con la Aduana Comercial marroquí que, según denuncia Ignacio Cembrero en su libro sobre Ceuta, nunca se solicitó siquiera a Marruecos.
Y se comprende menos todo ésto cuando, según reconoce la misma Endesa, esta compañía firmó ya en 1999, un contrato para el suministro de energía asociada a 200 megavatios a Marruecos.
Cuando se producen esos cortes en el suministro por problemas de la veterana central diesel de Endesa y uno piensa en lo que puede suceder cualquier día, creo que merece la pena presionar donde haga falta para que Ceuta disponga de una conexión de reserva para casos de emergencia. Y no parece conveniente dar más datos para no alarmar al personal más de lo que ya está.
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