Una cárcel maravillosa

El PP se ha puesto en modo campaña y, semanalmente, se colocan su casco de obrero con impostado aire de ufanía, y vistan alguna de las obras hechas (o a medio hacer), con la intención de que los ladrillos sean capaces de blanquear todo el daño que han infligido a la inmensa mayoría de la sociedad durante su horripilante mandato.

Para el partido mercantilista por antonomasia, el sufrimiento de los ciudadanos es un simple “efecto colateral patriótico”. Ahora basta con adular a los españoles (por el enorme sacrifico que han hecho), tratarlos como pobres ignorantes (anunciando una falsa recuperación económica), y volver a engañarlos (infundiendo miedo) para disfrutar del poder otros cuatro años en los que culminar su estudiado plan de desmantelamiento de los derechos sociales, para dejar el camino expedito a los mercados (gran capital) para los que trabajan y a los que sirven.
En este obsceno peregrinaje por la publicidad engañosa, la semana pasada le tocó el turno a la nueva prisión. Presumir de esta inversión, pactada entre PP y PSOE, es una prueba irrefutable de la falta de respeto con la que estos partidos tratan a los ceutíes. No conviene olvidar que esta iniciativa se gestó mientras gobernaba el PSOE con el apoyo entusiasta del Gobierno de Vivas. La falta de nervio y de espíritu crítico que asola a la opinión pública local logró que el capítulo (importante) de “campaña de sensibilización ciudadana” que figura siempre asociado al proyecto, quedara, en este caso, intacto. Es una anécdota suficientemente reveladora. Aceptar la construcción de una macro prisión no es fácil. Es una decisión siempre polémica. En todos los lugares, menos en Ceuta. Sumisión absoluta. La consecuencia es que ahora tenemos una nueva prisión para mil quinientos reclusos (superarán los dos mil con toda seguridad), lo que triplica la población actual. Ese dato sirve para desacreditar categóricamente que  lo obra esté justificada por la obsolescencia de las instalaciones actuales (algo que está fuera de toda duda). No se ha acometido una obra de sustitución, sino que se ha cambiado sustancialmente el concepto.
La construcción de esta macro prisión en Ceuta es un absoluto disparate. No se trata de ser insolidarios (efectivamente en algún lugar hay que ubicar las prisiones), sino de una cuestión de estricta proporcionalidad. No parece que sea sensato ubicar una prisión para dos mil reclusos en una Ciudad de diecinueve kilómetros cuadrados, con menos de noventa mil habitantes, y condicionada por la insularidad como característica más significativa. El problema es que ni siquiera nos permitieron debatirlo. Se agarraron como una suerte de náufragos intelectuales a la “fabulosa creación de empleo” (socorrida muletilla) para avalar ente la sociedad una decisión adoptada previamente por otros motivos. La realidad ha demostrada que era otra mentira (todo el empleo creado por la inversión ha sido exportado a la península).
Esta es una decisión ya irreversible. Ceuta volverá, después de un siglo, a ser de nuevo una Ciudad-presidio. Y esta irrefutable categorización, nos lleva indefectiblemente a otro lugar: ¿a que estamos jugando? Nos pasamos el día blandiendo ridículos discursos sobre el potencial desarrollo de Ceuta como Ciudad de servicios, alentando ideas y proyectos para hacer de “Ceuta un enclave turístico de primer nivel”; y al mismo tiempo, mostramos nuestra inmensa alegría por estrenar una macro prisión. Ya tenemos hecha la nueva campaña turística (probablemente, la definitiva): “Visite Ceuta, compruebe in situ el magnífico resultado disuasorio que ofrecen las concertinas, y tras visualizar el brutal tratamiento que reciben las personas agolpadas en los Polígonos del Tarajal, visite la cárcel más amplia ymoderna del país”.
Como todo el mundo sabe, son los mayores alicientes para atraer turistas de los lugares más recónditos del planeta, dispuestos además a dejarse medio sueldo en los bolsillos de las compañías navieras. Queda una pregunta por responder: ¿De qué se ríen señores del PP? ¿De qué se ríen?