En una antigua calzada romana por la que discurrirían, siglos más tarde, los peregrinos a Santiago que habían elegido el Camino del Norte, se construyó un pequeño puente en pizarra y granito para salvar el río Valiñadares a la entrada de la histórica ciudad de Mondoñedo. Por aquel entonces se le llamaba “ponte dos Ruzos”, pero a finales del siglo XV el pueblo empezó a denominarle “Ponte do Pasatempo” debido al trágico desenlace de la breve historia que a continuación voy a relatar.
Era don Pedro Pardo de Cela prócer gallego que había alcanzado la dignidad de “mariscal de campo” militando bajo las banderas da Juan II y Enrique IV (padre y hermano respectivamente de la reina Isabel ). Al casarse con doña Isabel de Castro (prima de la Reina Católica y sobrina del obispo de Mondoñedo), recibió de éste bienes y rentas cuantiosas de la mitra episcopal. Al fallecer este prelado, su sucesor, el obispo Fadrique de Guzmán reclamó, tanto con armas espirituales como con influencias reales, aquellos bienes que habían pertenecido al episcopado mindoniense. Como quiera que don Pedro rechazase rotundamente tal petición, se inició un cruel conflicto que se vio acrecentado por las luchas de las Hermandades, las feudales y los enfrentamientos (por si fuera poco) de los Reyes Católicos con los partidarios de la Beltraneja. Ante tan deplorable situación, la Corte envió un cuerpo de caballería a las órdenes del capitán Luis de Mudarra para que diese fin a tanto desorden y violencia , cosa que consiguió con el apresamiento del mariscal por medio del soborno y la traición. Condenados a muerte él y su hijo Pedro, de 22 años, doña Isabel marchó a la corte con el fin de implorar clemencia , esgrimiendo entre otros argumentos, los muchos servicios que su marido había prestado a la corona castellana. Conseguido el perdón, y tras diez días de angustioso viaje, pudo contemplar, por fin, la ciudad donde su esposo e hijo estaban encadenados para ser conducidos al patíbulo, que se había levantado en la plaza existente ante la fachada de la catedral (representada en la acuarela). Inquieta , activa la marcha, pero al llegar al mencionado puente, se encuentra con unos canónigos que había enviado el obispo con la orden de entretenerla hasta que se llevara a cabo la ejecución que con toda celeridad había dispuesto . Así lo hicieron, y a sabiendas de que portaba el perdón real lograron PASAR EL TIEMPO hasta que el verdugo cercenó las cabezas de sus seres más queridos. En ese instante, el bullicio del pueblo concentrado en la plaza se silenció, el rumor del río cesó y hasta el mismo viento que agitaba las hojas de los árboles se detuvo. Sólo unas palomas remontaron su vuelo silencioso desde los campanarios catedralicios. Ella, en ese momento, que sintió cómo la sangre se le helaba, dirigió la mirada atónita a los dos interceptores que, conscientes de la felonía cometida, esquivaron la mirada. Luego, lentamente, totalmente ida y aterrada giró la cabeza hacia la plaza intuyendo el execrable crimen.
Ambos fueron enterrados en la misma catedral, pero en lugar desconocido para así evitar póstumos homenajes de sus simpatizantes y seguidores que , recordando el vil engaño , terminaron denominándolo el PUENTE DE PASATEMPO.
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