Se consume la temporada regular de la NBA y comienzan a cumplirse y fracasar los inevitables pronósticos que se plantean antes de que la competición eche a andar. Por desgracia para los aficionados que visten de púrpura y oro, las peores predicciones cumplidas han sido las que apuntaban hacia un fracaso estrepitoso de los Lakers, segunda franquicia con mayor número de anillos en su haber.
Ese mismo fracaso que, ciertamente, también se intentó predecir la temporada anterior, el cual hubiera cristalizado de no ser por un extraordinario Kobe Bryant. En esta ocasión, sin el lustroso escolta, parecía evidente que la debacle iba a ceñirse sobre los Lakers de una vez por todas, pese a esa extraña sensación que, en nuestro interior, no nos hace creernos que algo así vaya a ocurrir cuando está implicada una gran franquicia.
No obstante, bien es cierto que la mayor parte de las predicciones colocaban a los Lakers en la lucha por el octavo y último puesto de su conferencia que da acceso a los Playoffs; sólo unos pocos se atrevieron a aventurar un verdadero descalabro de los californianos: ser uno de los peores equipos de la temporada y aspirar a un tanto por ciento mayor de posibilidades de obtener elecciones altas en el ‘draft’. Una situación francamente dura para una franquicia tan ganadora no ya en tiempos distantes sino en las últimas décadas. El paupérrimo bagaje de los Lakers abre, por supuesto, suculentas posibilidades en uno de los mejores ‘draft’ de los últimos años, pero ni siquiera el hecho de obtener una primera elección supone un éxito asegurado para tal titán.
La base de la reconstrucción del equipo angelino, como la de la mayor parte de los aspirantes al título que no se mecen en el azar, ha de estar centrada en una propuesta de equipo que es imposible tener actualmente por varias razones. En primer lugar, no está asegurada la permanencia del entrenador, Mike D’Antoni, lo cual condiciona completamente los propios pilares de cualquier proyecto deportivo. Asimismo, los Lakers no sólo no poseen buenas piezas para posibles intercambios en verano sino que, además, este verano no habrá una espectacular agencia libre, siendo la única gran baza la oportunidad de que Carmelo Anthony decida ser agente libre y que, acto seguido, opte por los Lakers. Sin embargo, teniendo en cuenta el contrato exorbitante de Kobe Bryant, recién renovado, y el de Steve Nash, la llegada de Carmelo Anthony supondría reparar el puesto de alero a cambio de dejar sin espacio salarial suficiente al equipo, lo que no permitiría cubrir las profundas carencias tanto en la pintura como en el puesto de base que presenta el equipo, y no hablemos ya del banquillo en general. Tal vez la enorme generosidad (aún por ver) de Pau Gasol pudiera servir de parche para la zona de los Lakers, pero aun así el equipo estaría seriamente descompensado y no se podrían fichar más que medianías debido a las limitaciones salariales. A ello añadamos que Carmelo Anthony no quiere, por nada del mundo, volver a toparse con Mike D’Antoni, lo cual forzaría a buscar otro entrenador con todo lo que ello supone.
Si la temporada puede considerarse pésima para Lakers, aún parece peor el verano que tendrán que vivir los californianos este año. Indecisiones y desajustes, frutos de un plan pésimamente diseñado y gestionado en los últimos tiempos, arrojan sus posibilidades de éxito en corto espacio de tiempo hacia una cuestión de excelente labor pero mayor suerte dadas las extraordinarias limitaciones a las que han de hacer frente. La situación continúa siendo extremadamente delicada.