Un verano atípico en Ceuta

Supongo que lo habrán notado. Estamos ante uno de los veranos más calurosos de los que se tiene constancia en Ceuta. La AEMET, -tomando como periodo de referencia los años comprendidos entre 1971 y 2000-, ha destacado en su “Avance Climatológico Mensual” que el pasado mes de julio ha sido extremadamente calido en nuestra ciudad, con una anomalía térmica cifrada en 1,6º C. Durante este mes se han batido algunos record de temperaturas máximas, como los 38,6º C registrados a las 16:00 horas del día 21/07/2012. El mes de agosto también promete: el día 3, 37,5º C; y día 2, alcanzamos un nuevo máximo histórico: 38,7º C. Y aún no ha acabado el mes. De hecho en el momento que estén leyendo este artículo notarán que estamos padeciendo otra nueva ola de calor provocada por una masa de aire caliente procedente del norte de África. Tanto es así que se espera temperaturas máximas superiores a los 44º Cen la provincia de Córdoba.
¿Y a que se deben estos valores extremos de temperatura?. En un artículo publicado el pasado día 9 en “El País”, titulado “el calor refuta a los climaescépticos”, se alude a un reciente estudio dado a conocer por el investigador de la NASA, James E.Hansen, en el que se concluye que “las temperaturas medias de los veranos de los últimos 30 años han subido medio grado centígrado respecto a las tres décadas anteriores (1951-1980)”. Como consecuencia de este incremento de la temperatura media estival, “el calor extremo en verano es cada vez más frecuente y se produce en más sitios”. Para este investigador no existen dudas sobre la relación causa-efecto que hay entre las olas de calor observadas en los últimos años en distintos puntos del planeta y el cambio climático. La rotundidad de los datos ha llevado a algunos conocidos negacionista del cambio climático, como el científico Richard Muller, a reconocer su error y a declarar que “los seres humanos son, prácticamente al cien por cien, la causa” de la ola de calor que asola los Estados Unidos.
En España, el informe de Hansen ha sido valorado por investigadores de la talla de Carlos Duarte del CSIC y de Domingo Jiménez Beltrán (exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente). Según recoge el aludido artículo de “El País”, para ambos científicos no ha supuesto ninguna novedad este estudio norteamericano: “esto es algo que se venía observado” (Duarte); “bienvenido el informe, aunque es casi obvio”, “no necesitamos más argumentos; estamos cargados de razón” (Jiménez Beltrán).  Este último investigador extrae una serie de conclusiones de este estudio: “la primera, que el cambio climático existe; la segunda, que para evitar sus efectos tenemos que cambiar los modelos energéticos, productivos y de consumo; la tercera, que hasta ahora siempre hemos llegado tarde para frenar las amenazas. Nos pasó con el ozono, los insecticidas, y nos puede pasar ahora”. Por tanto, la conclusión es evidente: “ha llegado la hora de actuar”, siendo prioritario “cambiar el modelo de generación energética”.
El escenario al que nos dirigimos se parece mucho al dibujado por T.C. Boyle en su obra cacotópica, “Un amigo de la tierra” (2002). Este autor imagina  un mundo en el que se alternan dos únicas estaciones: una de lluvias extremas, inundaciones y vientos huracanados; y otra de completa sequía y elevadísimas temperaturas,  cercanas a los cincuenta grados. En este mundo la vida silvestre prácticamente ha desaparecido y sólo sobreviven algunas especies exóticas cuidadas por el protagonismo de la novela, Ty Tierwater, en otro tiempo miembro del grupo ecologista radical ¡Tierra para siempre!. Un pasaje que me ha llamado la atención de este libro es el que narra su viaje hacia el antiguo refugio que tenía el movimiento ecologista en las montañas de Oregón. Es verano y hace un calor sofocante, por lo que deciden parar a comer en un restaurante mexicano al pie de la carretera. Cuando piden la carta, todos los platos tienen como ingrediente básico el pez gato, -una agresiva especie exótica invasora-, y la única bebida alcohólica disponible es el sake de arroz, cultivado en las anegadas aguas que ocupan la tierra buena parte del año. La vida animal y vegetal se ha reducido a una reducida variedad de especies y los seres humanos sobreviven a duras penas, continuamente amenazados por epidemias de “mucosa”, una mortal y dolorosa enfermedad infecciosa.
¿Y en Ceuta?¿Qué futuro nos espera?. Nada halagüeño, se lo podemos asegurar. Las proyecciones del clima futuro para la ciudad de Ceuta, realizadas a través de modelos climáticos, presentan una situación que resulta muy preocupante. Tal y como expusimos en nuestro informe sobre energía y cambio climático, -elaborado por el equipo del Observatorio de Sostenibilidad de Ceuta y Melilla-, la temperatura podrían aumentar, en el escenario de emisiones más altas, aproximadamente 6º C en verano. Los días de calor aumentarán de manera espectacular, con unos doscientos días años con temperaturas superiores a 30º C.
En cuanto a las precipitaciones, si tenemos en cuenta  el modelo más restrictivo, en Ceuta se prevé una reducción de aproximadamente un 40% de la precipitación anual en el período 2071-2100 para el escenario de emisiones medias-altas. Por su parte, y respecto al número de días con precipitaciones, se prevé que se produzca una reducción drástica de las mismas en el período 2071-2100 en el escenario de emisiones medias-altas, pronosticándose que en primavera se llegue a una disminución del 50%. Hay que destacar en este apartado que estas lluvias, aunque escasas, tenderán a tener un carácter torrencial, similar a las que sufrimos hace un par de años.
Sin embargo, la peor amenaza para Ceuta en relación con el cambio climático es el aumento del nivel del mar. Las previsiones del cuarto informe del IPCC no son muy halagüeñas para Ceuta, ya que a pesar de que hasta ahora el aumento del nivel del mar no ha sido significativo en nuestras costas, se espera que para finales del siglo XXI un aumento del nivel del mar de aproximadamente 20 cm, aunque estas proyecciones no tienen en cuenta la fusión de las grandes masas de hielo. Según los modelos climáticos, en el momento que desaparezca las masas de hielo de Groenlandia el nivel del mar podría sufrir un aumento de 7 metros.  ¿Una posibilidad remota?. Si consideramos la alarmante y reciente noticia del deshielo extremo observado en Groenlandia (25/07/2012) los peores presagios se están cumpliendo mucho antes de lo previsto por los más pesimistas. En tanto sólo cuatro días se fundió toda la capa superficial de hielo de la isla, algo que nunca se había documentado a lo largo de más de 30 años de seguimiento vía satélite por la NASA. Como consecuencia de este fulminante proceso de deshielo se desprendió un iceberg gigante del glaciar Petermann, provocando una ola que casi arrolla a un barco que se encontraba en las inmediaciones. Por ahora los investigadores se han mostrado cautos sobre si esta fusión de hielo en Groenlandia contribuirá a la elevación del nivel del mar.   
Los científicos, como siempre cautos; los climaespépticos, en proceso de conversión; y la sociedad completamente ajena a las consecuencias del cambio climático. Nuestros políticos, fiel reflejo de la despreocupación general de la ciudadanía por los problemas medioambientales, han borrado de listado de sus prioridades la lucha y adaptación al cambio climático que avanza a un ritmo inesperado. Como siempre huyen despavoridos de cualquier asunto de importancia cuya solución requiere medidas urgentes y radicales que afectan a nuestro modo de vida y de consumo. Aunque no declaren abiertamente, todos en el fondo comparten lo expresado por George Bush Jr.: “nuestro estilo de vida no es negociable”. La ignorancia es el peor de nuestros males. El pensamiento más profundo que se lo ocurre a la mayoría de nuestros vecinos cuando sufrimos estas olas de calor, debido al inminente cambio climático, es “¡ojú, qué calor!. Y así nos va.
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