Bien nos vendría (amén de otro contra la corrupción). Aunque es solo una manera bastante gráfica de plantear lo que necesitamos y lo positivo que sería. Si ser inepto es, como la propia palabra indica, no ser apto ni a propósito para algo, a veces parece que contradictoriamente en algunos casos, lo fijan como requisito.
“Se buscan ineptos e insensibles a la realidad. Se valorará no tener escrúpulos” podría ser perfectamente la premisa fundamental que manejan algunas personas de las que están en el gobierno del Partido Popular.
Hace poco más de un mes escribí una opinión acerca de lo pésimamente que se estaban gestionando en nuestra ciudad los planes de empleo, que supuestamente deberían suponer un desahogo, un respiro económico sobre todo a quienes más lo necesitan que son aquellos hogares en los que no hay ninguna persona trabajando (lo cual, en una ciudad como la nuestra, abunda lamentablemente)
Desde entonces a la fecha de hoy, no ha pasado ni un solo día en el que no haya recibido las quejas, la indignación y la impotencia de alguien que se ha visto afectado por ello. Por supuesto, son reclamaciones legítimas y coherentes tanto de personas que han resultado beneficiarias como de las que no.
Es lo que pasa cuando se hacen las cosas deprisa y corriendo. Que no salen bien. Y es lo que pasa cuando no hay organización ni coordinación entre la administración local y la general, pese a que en ambas se supone que rigen las mismas directrices políticas. Por ejemplo: son muchas las personas que firmaron sus contratos y aún hoy, siguen esperando ubicación porque literalmente “no sabían qué hacer con ellos”. Increíble pero cierto.
Hay otras personas, sobre todo jóvenes, con formación, a las que se ha contratado para barrer y recoger escombros cuando podrían ser más útiles en otros puestos. Personas enfermas a las que se ha puesto entre la espada y la pared, teniendo que elegir entre firmar o renunciar (“porque si no hay otras muchas personas esperando”) sin atender a explicaciones ni justificaciones.
Mandar a la gente de un sitio a otro, y del otro al uno con tal de lavarse las manos y aburrirles. Incluso se han dado algunas exigencias que no encontraban amparo alguno en la legalidad y sí en la desvergüenza e ignorancia de quien las hacía.
Lo peor, y una de las cosas que más me preocupan es la existencia del miedo a la hora de formular quejas y reclamaciones, no vaya a ser que…
La necesidad hace que se priorice ese trabajo temporal a mostrar nuestra indignación. Quien mueve los hilos lo sabe y abusa de ello. Quienes mueven los hilos tratan a las personas como expedientes, como números y a veces, con la punta del pie. Y eso es algo que no deberíamos consentir. Nos afecte directamente o no.
Habría sido estupendo que el temporal se hubiera llevado por delante todas las malas prácticas y la ineptitud de algunas de las personas encargadas de la gestión de lo público.
Lo público. Aquello que suena lejano, o erróneamente ajeno aunque lo mantenemos entre todos y por tanto de todos es. Pero no, no caerá esa breva.
El único temporal capaz de llevarse todos los vicios que afectan a quienes gobiernan debe ser promovido por todos nosotros, en forma de revolución y de cambio porque para eso somos quienes nos encargamos de elegir la gestión que queremos cada cuatro años.