Categorías: Opinión

Un suspenso en matemáticas

Por un momento suponga que Pablo Iglesias está jugando con el PSOE para hacerle perder más votos. Suponga que nos vemos obligados a repetir elecciones generales. Suponga que repiten como candidatos Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Suponga que el resultado de estos comicios sitúa a Podemos por delante del PSOE. Suponga que el resultado para PP y Cs es prácticamente el mismo que el 20-D del año pasado. Suponga que la suma de escaños de Cs y PP no da los 176 necesarios para la mayoría absoluta. Pues bien, nunca tantas suposiciones estuvieron tan cerca de ser realidad.
La izquierda en el Congreso no sabe sumar muy bien, y por ahora, toda llave que facilite un gobierno antipopular se custodia en la sede de la formación nazarena, que maneja los tiempos a su favor, a sabiendas de que, cada minuto que pasa, existe menos PSOE y Podemos es más fuerte en ese segmento político, recordándoles a los socialistas que escasamente les separan trescientos cincuenta mil votos de diferencia.
Los algoritmos siguen sin salirles bien cuando hablan a la ligera de aumentar en ¡60.000 millones! el gasto público. Es decir, colocar el déficit en el entorno del ¡12%!
Pero si de algo vive el populismo es de dar carne a los cándidos ¿Recuerdan cuando el defenestrado juez Garzón renunció a ser Defensor del Pueblo pese a que nadie se lo había ofrecido? Pues algo parecido ha hecho Pablo Iglesias con eso de ser vicepresidente del Gobierno. Pablo ha renunciado a lo que no tiene y nadie le ofrecía. Flaco acto de magnificencia y filantropía.
La suma de votos de PP, PSOE y Cs son casi el 65% de los votantes, pero la postura socialista sorteando todo pacto con los populares, sea quien sea el candidato, prefiriendo el pacto ultraradical a la moderación; y el juego de Mariano Rajoy a negarse a ser relevado del panorama político tras 32 años en el ejercicio, deja a los verdaderos intereses generales de España en un segundo plano. Ninguno de los dos muestra en estos momentos virtudes de hombres de Estado. El ejemplo de la dimisión de Adolfo Suárez ha quedado como una gesta singular y homérica para el correcto funcionamiento de la democracia.
Los números no le salen a nadie y esto tiene visos de permanecer igual aunque se repitan las elecciones. La política española se ha convertido en un aburrido y tedioso impasse que termina con toda posibilidad de gobierno estable. Y como a perro viejo todo le son pulgas, lo único que le faltaba a España es seguir el modelo italiano de los últimos seis decenios, en los que ha tenido más de 40 gobiernos diferentes. Y si están cansados de tanta corrupción deduzcan la que hay en Italia y su relación con el elevado número de diferentes gobiernos.

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