Ha brillado la tarde. Tarde de sol radiante para despedir a José Luis. El gran José Luis Díaz. No os podéis imaginar lo que me cuesta estructurar un artículo ordenado in memoriam. Podría escribir el libro que él nunca escribió pero no podré hacerlo nunca. O no sé, tal vez. Los que le conocimos bien sabemos la cantidad de información, anécdotas y secretos con los que se ha marchado. Pero ésa, la de escribir no era especialmente su gran habilidad. La de escribir. Ni ésa ni la de hablar ante un micrófono con el que, sin embargo, se atrevió a pesar de las bromas que generaba en su entorno. Lo suyo era la técnica. Salías adelante con su tesón a pesar de colocarte justo al borde de un ataque de nervios.
Bueno, como sé que ahora no puedo, solo diré que su funeral ha sido como, imagino, a él le hubiera gustado: el estamento castrense, el mundo de las cofradías y los compañeros de la comunicación estábamos allí. He saludado a su ex mujer y a sus dos hijos. No sé si resultará ortodoxo pero me gustaría constatar que Jose ha tenido un adiós muy bonito. No ha sido triste. Ni mucho menos. Qué bien lo han dicho Andrés Sánchez y sobre todo, Tony de la Cruz en las teles locales. Fundamentalmente éste último. Sé que ambos se querían mucho.
También me gustaría hacer recuento de sus numerosas experiencias con los más grandes artistas a los que cubrió técnicamente. Desde Rocío Jurado a Alaska. Con todos desplegaba un desparpajo que sólo los eruditos o la gente curtida en mil batallas, en su caso en el artisteo y su indisoluble relación con la comunicación, son capaces. Como él lo fue.
Y recuerdo mi primer Rocío compartiendo casa en la de la cadena SER. Él desde Radio Ceuta y yo desde SER Almería. Y de cómo allí supo instruirme para encontrar el sentido de ese fenómeno masivamente mariano que yo conté a mis oyentes de Hoy por Hoy Almería. Y su amor y dedicación a la Semana Santa. ¿A los Remedios en especial, no? Y tantas y tantas cosas que podría seguir contando. Pero no puedo continuar porque se me acumulan tantas vivencias, tantos episodios compartidos...
Con todo, quiero dejar bien sentado, tal y como hoy he comentado con su, probablemente, más grande amigo, J.J. Cerro, con permiso de Alejandro, que José Luis Díaz, lejos de lo que pudiera aparentar su ruda imagen, era un tío extraordinariamente comprensivo, tolerante y elegante. Muy elegante aunque no vistiera de Armani. Éso no es la elegancia a la que invoco. Me refiero a la otra. A saber escuchar y comprender. A velar por una familia extraordinariamente estructurada a pesar de su anárquico comportamiento. El mismo de quienes entendemos la profesión de la misma manera. Él fue un gran soldado de la infantería mediática. Y paro aquí porque, aunque probablemente desordenado, al final me ha salido un sentido y sincero homenaje, probablemente a su propio dictado desde su viaje hacia el sol, el mismo que hoy ha iluminado su funeral camino de su cielo.
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