Categorías: Opinión

Un silencio ensordecedor

El ciudadano que pase por ser un buen observador de la realidad que nos rodea habrá tomado buena nota, sin duda, del cambio que nuestra ciudad ha sufrido respecto del paisanaje en los últimos quince años, sin necesidad de ir más atrás. También el paisaje, pero esa es otra historia. No sólo me quiero referir al aumento desorbitado y sorprendente de personas pertenecientes a la etnia arabo-berebere, sino a la proliferación de la vestimenta de tipo rigorista, que se estila por esos mundos islámicos. El aumento del número de personas pertenecientes a la citada etnia no sólo es debido al desmesurado aumento vegetativo de los naturales de aquí, sino al asentamiento ilegal e irregular, permitido por las autoridades desde hace al menos veinticinco años, de individuos procedentes de Marruecos, que al socaire del desbarajuste que siempre ha reinado en esta ciudad, cruzaban la ‘raya’ y no se acordaban de volver a cruzarla, pero en sentido contrario, y, por tanto, andando el tiempo, han tomado carta de naturaleza, ante la desvergüenza y el impudor de los que nos gobernaban, y ahora son, pues, ceutíes de ‘toda la vida’, con ‘generaciones y generaciones enterradas en Sidi Embarek’.
Los discursos con los que se celebraron las dos últimas ‘Musal-la’ produjeron una cierta conmoción social en algunos espíritus sensibles comprometidos con la libertad de las mujeres y su independencia respecto del varón. Estoy haciendo referencia a la ‘Asociación Búscome’. Esta asociación calificó de machistas los discursos y  le dio un soberano ‘repaso’ a los imanes que pronunciaron el sermón correspondiente. Pero quizá se haya pasado un tanto de puntillas sobre las declaraciones del presidente de la UCIDCE, Laarbi Maateis, en este diario.
No sé por qué, el tal Maateis, a pesar de su llamada al diálogo y al entendimiento, no acaba de tranquilizarme en absoluto. Pertenece a esa clase de personas que, de repente, hacen su aparición, sin saberse de dónde surgen, y, poco a poco, van haciéndose con las riendas del ‘negocio’ al tiempo que van ganando adeptos e imponiendo, eso sí, con suavidad y no exento de buenas formas, su opinión y su criterio, e incrementando la nómina de los seguidores de sus ideas. Parece que a su alrededor todo es aparentemente tranquilizador, pero siempre tengo la sospecha de que en algún lugar está la trampa, como sucede con los trucos de un buen prestidigitador. No se ve, pero hay truco. Lo cierto es que el análisis de sus declaraciones, tras la Musal-la, revela a las claras que él, y el Tabligh, podría haber tenido, sin duda, mucho que ver con el evidente y progresivo proceso de islamización y de involución de las costumbres que ha tenido lugar en Ceuta desde hace, al menos, quince años.
De sus declaraciones se desprende su deseo de que la ‘mujer musulmana se vista como una musulmana’, como, asimismo, apoya el uso del controvertido ‘hiyab’. Pero su declaración más ‘gloriosa’, donde realmente ‘triunfó’, fue cuando dijo aquello de que “la mujer tiene que cubrirse porque se considera el pelo como parte íntima de la mujer”. ¿Parte íntima? Con argumentos así, los modos y modas teocráticas y medievales van desplazando a las ideas modernas y progresistas e ilustradas, aherrojando, eso sí, a la parte femenina de la comunidad musulmana en el basurero de la marginación. Así siempre será ‘menor de edad’. ¿Se trataría, en efecto, de mantenerla en esa ‘minoría de edad’? También es cierto que Maateis dijo que la palabra ‘hiyab’ causa alarma, pero no así ‘armonía’, ‘convivencia’, ‘hermandad’. Verdad. Pero también lo es que el hiyab impide a quien lo viste pasar desapercibida en el tráfago social. Vaya donde vaya, ese hiyab será como una alarma sonora y lumínica que le impedirá sustraerse a las miradas y a la curiosidad de los demás. Por otra parte, ¿por qué esa manía de manifestarse como musulmanes en todos los lugares y ocasiones ¿Por qué el prójimo ha de saber qué religión profeso yo? ¡Qué manías! Primero se es ciudadano y después perteneciente o no a alguna confesión religiosa.
Sin embargo, esa comunidad musulmana, tan piadosa ella, se ha replegado sobre sí misma y no dice ni pío sobre los comportamientos integristas y/o fundamentalistas y extremistas de no ya pocos ceutíes de religión islámica. Tres ceutíes fuertemente ideologizados se largan a Siria a combatir al tirano, mueren en el intento y aquí paz y mañana gloria. Y no ha pasado nada. Ciudadanas que caen en las redes de la peligrosa secta ‘takfir’, abandonando todo, se entregan en cuerpo y alma a su doctrina fundamentalista. Pero aquí sigue sin pasar nada. Un vecino de Ceuta hizo unas declaraciones sobre lo que sucede en ciertas mezquitas y la ideologización de jóvenes ceutíes, y le queman el coche, y tampoco pasa nada. Tierra sobre el asunto. Nadie dice esta boca es mía. Lo dicho, un ‘silencio ensordecedor’ y sospechoso cae como una losa sobre esos comportamientos  extremistas. Pues bien, entonces, ¡adelante con los faroles!

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