Resulta que un banderillero del famoso torero, Juan Belmonte, llamado Joaquín Miranda, ocupó el cargo de Gobernador Civil de Huelva y como tal le tocó presidir un festival benéfico al que asistía el torero con un amigo no versado en cuestiones de tauromaquia. Había este señor oído campanas acerca de la biografía del gobernador rehiletero, pero no sabía dónde, y viéndolo en el palco presidencial, le preguntó: «Don Juan, ¿es verdad que el señor gobernador ha sido banderillero suyo?». Belmonte le respondió con su laconismo conceptista: «Sí». Y el otro insistió: «Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero de Belmonte a gobernador?». A Juan le salió el genial tartamudeo de Demóstenes y respondió: «¿Po… po… po cómo va a sé? De… de… degenerando…».
A nadie en su sano juicio se le ocurriría hacerse una foto con miembros conocidos de bandas criminales, ni invitarlos a la celebración de nada, a no ser que seamos de la misma calaña que nuestros invitado.Pues Otegi, el etarra, el condenado por terrorista en grado de dirigente, ha sido invitado de honor y con cierto protagonismo en la diada catalana.
Ver a Otegui manifestándose el día de la diada en Cataluña y a otros personajes hacerse selfies con él, sólo tiene una explicación: la degeneración, neuronal, o moral.
Ya nadie puede o quiere recordar que él y sus criminales compañeros, dejaron en Cataluña 54 ataúdes y 224 personas heridas. La democracia ha degenerado tanto, que los asesinos son considerados héroes con tal de que compartan el odio a España y a una democracia legítimamente constituida.
La foto de Otegi con los agresores catalanes es el cuadro más evidente del peligro que afronta la democracia constitucional. La ocupación de las instituciones públicas por malhechores y la utilización de estas en contra del propio sistema, el odio visceral a la España que les permitió crecer y vivir en libertad, y el desprecio más vil a la memoria del sufrimiento personal y colectivo.
Asistimos a un nivel de encanallamiento democrático que tenemos que contemporizar diariamente a un enmascarado partido comunista, de corte estalinista, con 5 millones de votos, y que con apoyos del PSOE alcanza gobiernos, y a nadie se le cae la cara de vergüenza, ¿ se imaginan que Falange tuviese el mismo número de votos ? ¿ se imaginan que el Partido Popular apoyase gobiernos de partidos de perfil totalitario ?. En nuestra misma ciudad el marxismo más o menos aguado cuenta con un 38% de los votos emitidos, todos ellos dispuestos a enmendarle la plana a cualquiera que ose defender el actual Estado de Derecho y sus acciones.
Habría que preguntarse cómo hemos llegado a esta bajeza de nivel político, y aquí tiene mucho que decir la corrupción; primero por imán de delincuentes, y segundo por la reacción que provoca en el electorado.
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