Es mucho lo que se puede escribir sobre el Museo de la Legión; para empezar, que fue inaugurado por el general subinspector de la Legión, José Manuel Jiménez Henríquez.
El objetivo, la idea principal, era llevar allí toda la historia de esta unidad, desde su creación hace casi cien años, en 1920. El Museo se organizó en 1940, inicialmente en Riffien, que era la sede del Segundo Tercio. Más tarde, con el final del Protectorado, el Museo fue trasladado al acuartelamiento del Serrallo. El problema que surgió con esta ubicación era que se trataba de una instalación militar que estaba fuera del casco urbano. Esta circunstancia hacía que no fuera nada fácil que pudiera ser visitado por personal civil.
Años más tarde, en 1977, el museo se trasladó al lugar donde hoy lo conocemos. Allí es posible conocer la historia de esta unidad de infantería, considerada una fuerza de élite en el Ejército Español. Desde su nacimiento se ha caracterizado por ocupar los puestos de mayor riesgo y mayor fatiga, siempre sin renunciar sus principios.
El espíritu de La Legión
La visita a este museo permite conocer los aspectos esenciales y las características propias de la Legión. Uno de los elementos que hacen posible distinguir a los legionarios de militares pertenecientes a otras unidades es el paso. Es una peculiaridad que los hace perfectamente reconocibles en cualquier desfile. Esos característicos 180 pasos por minuto les hacen destacar del resto y se convierten en uno de los mayores atractivos para quienes presencian un desfile.
Otra de las peculiares características de la Legión es la mascota, de la que la siempre se hace acompañar en los desfiles. Cada bandera ha tenido la suya. Hemos visto junto a los legionarios una cabra, un borrego, un mono e incluso un jabalí. La imagen de cada uno de estos animales es uno de los elemento destacados en las respectivas bandera.
Un ingrediente imprescindible en la fórmula que define a un legionario es la disciplina. Sin lugar a dudas, es uno de los componentes que más brilla en la Legión, la disciplina externa. En ella confluyen una serie de elementos que no se pueden dejar de lado si queremos entender y comprender los aspectos que conforman el espíritu característico de esta unidad, como el saludo, muy serio y siempre acompañado de un fuerte taconazo, la cabeza alta y la mirada fija en el horizonte. La rapidez de movimientos es imprescindible a la hora de ejecutar cualquier acción. Todo ello, unido a la disciplina, algo irrenunciable por encima de todo, ante cualquier hecho y en cualquier circunstancia.
La curiosidad que despierta esta unidad del Ejército conduce a muchos ciudadanos hasta el Museo de La Legión, que cada año recibe a más de 4.000 visitas. Muchas las realizan personas mayores y, en su mayor parte, de fuera de Ceuta. Incluso, aseguran responsables del Museo, han llegado a recibir la visita de personas de más de 80 años que han viajado a Ceuta exclusivamente para ver las piezas y objetos expuestos en sus vitrinas.
Por otra parte, la visita es gratis, independientemente de que se realice de manera individual o sean guiadas para grupos de colegios o de excursiones. Unos y otros tienen así oportunidad de descubrir objetos y pasajes para todos los gustos. No obstante, uno de sus elementos más atractivos, especialmente para los jóvenes, son las armas; algunas de ellas son piezas casi únicas. Aunque también encontramos cuadros de firmas tan valiosas como las de Zuloaga o Vertuci. Además gusta muchísimo la Sala de África. Los atractivos son muchos como para que alguien salga defraudado sin haber encontrado algún elemento que haya despertado su interés.
El Museo de la Legión está abierto al público desde 1978. Anteriormente no era conocido más que por un reducido número de personas. Hoy, superado aquel olvido, intenta transmitir a los visitantes una imagen de los hombres y mujeres que, provenientes de todas las clases sociales, han participado en sus diferentes unidades.
La esencia de esta unidad están en el ‘credo legionario’
Los elementos básicos que forman parte de esta unidad están regidos en el denominado ‘credo legionario’. Allí confluyen los valores que deben regir el pensamiento y comportamiento de todos y cada uno de los miembros de la Legión. Imperan meritos como el “sufrimiento y la dureza”. De este modo, el legionario “no se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño, sino que hará todos sus trabajos”.
Otro valor, la “disciplina”, le llevará a cumplir con su deber y a obedecer hasta morir.
Y no menos importante es el “compañerismo”, que primará en los legionarios y que les llevará, al escuchar la voz de ‘A mí la Legión’, a acudirán todos y, con razón o sin ella, defender al legionario que pida auxilio”.
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