Un pleno sin enganche

Nuevo Debate sobre el Estado de la Ciudad que se convierte en una pérdida de tiempo si entendemos que la finalidad del político es conseguir el enganche con el ciudadano.

Si existe otro objetivo, entonces me callo. Los papeles siguen estando equivocados. Vivas olvida cada año que necesita imperiosamente refrescar sus intervenciones, sacarlas de la urna y traducirlas para que, en tiempos en los que la ciudadanía ha dado la espalda a la clase política (y razón no le falta), consiga, cuando menos, que quien le está oyendo decida dar el paso de prestarle atención. Hablar de solvencia, del abono de la deuda o de las políticas de acción previstas encierran mensajes imposibles de calar en una familia en la que o bien todos sus componentes están en paro o se las arregla con el sueldo de uno y la economía sumergida del otro. Si el mensaje va dirigido a su adversario político así como al reguste de quienes tiene a su lado, entonces puede haberse marchado contento a casa.
Lo grave es que la ciudadanía sigue viendo esta pretendida importante cita como una anécdota en el calendario mediático. Un Debate sobre el Estado de la Ciudad debería atraer a unos ciudadanos a los que, suponemos, preocupa el devenir de su tierra.Si me apuran, al menos a un sector les afecta de manera directa y a otros por puro interés.Pero eso no sucede porque no se consigue hacer calar entre los ceutíes que la acción pública es importante y que de lo que debatan quienes están en el Gobierno o en la oposición depende el cómo marche esta ciudad. La oposición no supo aprovechar la oportunidad. Al PSOE mejor ni mentarlo, resulta inmoral que se pida una transparencia y una apertura en la forma de hacer política cuando la memoria histórica reciente nos escupe imágenes de un partido cerrado a cal y canto para favorecer, por narices, una única candidatura sin dejar alternativa válida. Caballas sigue explotando su juego de tender la mano pero sin que se note demasiado. Algo que, de momento, parece que le funciona para sacar propuestas adelante aunque las mismas luego sean apropiadas por quienes ni las gestaron. Ambos, no obstante, tampoco consiguen que la chispa atraiga a una ciudadanía cuya preocupación es llegar a fin de mes y confiar en que su trabajo siga garantizándole el pan nuestro de cada día. Algo que, cada vez para más, no está tan claro.
Salvar el mes es toda una odisea. El ciudadano, machacado, confía a duras penas en que el político con más de dos casas (una para residir, otra por placer), coches, motos y sueldo garantizado, además de buenas comisiones por asistir a consejos de administración crea realmente lo que dice, denuncia o expone.  Si empezamos la casa por el tejado, termina cayéndose sobre nosotros. No es complicado de entender.