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Un paseo por la calle Real IV Plaza los Reyes-Azcárate

La plaza de los Reyes estuvo ocupada por el Hospital Real y, oficialmente, cuando se construyó esta plaza-jardín se denominó del Capitán Ramos. La plaza ha tenido tres concepciones diferentes desde su construcción, a saber: una primitiva que estaba rodeada por un pequeño muro  y una baranda, y a la que se ajardinó con unos setos y parterres  que la embellecían y hacían agradable su estancia en ella. Recuerdo que algunas tardes de la primavera y  estío, algunos niños íbamos a cazar abejorros que libaban en enjambre las flores que sobresalían engalanadas por encima de los setos.
Se accedía a la Plaza, tras una bella entrada con una escalera a ambos lados.     Unos metros más adelante, un portalón daba entrada a los bajos del jardín. Este lugar era utilizado en la Guerra Civil como refugio. Al oír las sirenas que avisaban del inmediato ataque de aviones que bombardeaban la ciudad, los ceutíes corrían prestos a este lugar que les protegía de las bombas.
Años más tarde, fue remodelada por una segunda, que seguramente ha sido la más hermosa y luminosa, y que se diseñó a partir de un gran perímetro circular  donde se ubicaban el circulo central de una fuente luminosa; y otro circulo que la rodeaba plantado de parterres de flores. Dado que este juego de círculos estaba algo deprimido con respecto al entorno, se le dotó para su acceso de  tres amplias escalinatas. Para el descanso se le añadió ocho bancos de piedra granítica donde las madres mantenían sus tertulias, mientras, a medias,  vigilaban a sus pequeños rapaces. A la derecha, lindando con   la iglesia de San Francisco, se contemplaba un paseo alto  que llegaba hasta la calle Beatriz de Silva y que se remataba con la calle Camoens con una balconada. Finalmente, se termino el ornamento de la plaza con el plante –si no me equivoco- de catorce altas palmeras. Una tercera, que se sitúa encima del aparcamiento subterráneo de estilo modernista, y que nos es claro, que desmerece y que nos dejó huérfanos del bello romanticismo que desprendía la anterior; y que no voy a describir por mor de que podéis visitarla si ello os place.
A partir de la Plaza de los Reyes, daba comienzo la calle Real. La acera izquierda comenzaba con la presencia de una pequeña tienda de tejidos, seguida de un portal con un pasadizo muy hondo.
Más adelante se ubicaba y aún lo hace, “Óptica Zurita”, seguida de “Radio Self” el único comercio en Ceuta, dedicado a artículos deportivos. Este establecimiento era propiedad de José Benítez, un gran deportista. Le conocí en el CAS, cuando el local social se ubicaba en la calle Espino. En este local adquirí mi primer fusil -lanza arpones-. Era de aire comprimido y costó mil cien pesetas. Di cien de entrada y firmé diez letras de cien pesetas. En el escaparate estuvo expuesta la imagen de Nuestra Señora del Carmen, antes se su inmersión el la piedra del Pineo. Años después trabajaron aquí, mis amigos Joaquín de la Torre, mas conocido como “Juaqui” y mi inolvidable Miguel Parra, que fue compañero mío siendo él, funcionario de Arbitrios Municipales
De inmediato encontrábamos una de las grandes charcuterías “Casa Chapela” -el hijo del que fue su propietario, Antonio Chapela, se convirtió con los años en uno de los grandes hombres del comercio de la ciudad-, después se hallaba “La Favorita”, gran tienda de tejidos donde su encargado de ventas era Pepe Medina -siempre que visito Ceuta me lo encuentro y me encanta darle un abrazo- y a continuación teníamos “Casa González”, uno de los grandes comercio de tejidos de Ceuta. Poseía un mostrador muy largo y gran número de dependientes y recuerdo con mucho afecto al señor Toledo, jefe de ventas.
A continuación un nuevo local de reciente apertura llamado “Comercial Africana”, propiedad de la familia Benasayac. De aquí era empleado Quesada, uno de los fundadores del CAS y gran pescador submarinista. Otra empleada de este comercio era Tere Blanco, casada con Sebastiao  -jugador del Ceuta- y hermana de mi gran amigo Enrique Blanco Albarracín, hoy residente en Cádiz.
De inmediato un portal donde en el primer piso se ubica “Foto Calatayud” y siguiendo la acera “Casa Lís” que luego fue adquirida por el señor Pérez e instaló “Almacenes Madrid”.  
Viene después la clínica de don Enrique Ostalé, seguida de “Casa Molina” -donde hoy se ubica “LA Campana”-, y así llegamos a la calle Trujillo. Con esta calle hace esquina la librería “Alcántara”, le seguía el bar “Casi” y la sastrería “Marañés” que hacía esquina con un pequeño callejón que desembocaba en la calle Isabel Cabral.
Siguiendo la misma dirección, existía un gran solar que finalizaba llegando a “Casa Sánchez”, taller de reparación de máquinas de escribir y academia de mecanografía -el hijo del propietario, es Francisco Sánchez Montoya, un gran ceutí, hoy, muy popular en la ciudad ya que ha sabido ganarse el cariño y respeto de sus paisanos-. En el piso superior se ubica la academia “Escribano” bajo la dirección del entrañable don Teófilo, un gran señor y profesor, caído en desgracia, por sus simpatías hacia la izquierda. Otra de las muchas infamias que originó la maldita guerra.
Más adelante, encontrábamos la cafetería “La Perla”, a la que seguía la tienda de tejidos de Juanito Morales hasta llegar a la calle Agustina de Aragón.
En la esquina de esta calle, estaba la tienda de comestibles “Casa Marcelino”, seguido de un local de repuestos de automóviles que aún perdura y regenta el amigo Pinzones -siempre con su pipa entre los dientes-, a la que seguía una pequeña estrechez de la calle, donde se ubicaba la zapatería del amigo Ricardo Muñoz. Este señor estuvo en la directiva del CAS, un hombre muy educado y muy hábil en los trabajos manuales. Era un gran miniaturista naval y un gran caballero.
Continuamos la calle y antes de llegar a la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, encontrábamos la tintorería “Amaya” que por entonces, era la más famosa de la ciudad.
Tras la iglesia, la calle Teniente Arrabal, y en la esquina contraria casa “Serafín”. Otro comercio de gran caché en la ciudad y propiedad de Serafín Ruiz. Tenia dos hijos un varón y una hembra, el varón, Antonio Ruiz Durán fue conmigo alumno en la Escuela Pericial de Comercio y tengo entendido que reside en Cádiz.
Siguiendo la misma acera y tras dejar atrás la farmacia que aún sigue en el mismo lugar, llegábamos a “Comercial Maza”, local dedicado a la venta de electrodomésticos. A continuación la famosa zapatería de Antonio López. De inmediato y formando esquina con la calle González Besada, teníamos la ferretería de “Riera Hermanos”.
En la esquina contraria estaba el local de la Mutua de Ceuta a la que seguía “Muebles Ruiz”. El propietario era padre de dos chicas muy guapas. Le seguía un gran local formando esquina que no recuerdo su cometido; y  ya, por fin, entramos en la Plaza Azcarate, donde pensamos que deberíamos retomar de nuevo el camino por donde lo iniciamos, sólo que por la acera opuesta, pero eso lo dejaremos para el siguiente capítulo.

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