El gobierno de la Ciudad Autónoma de Ceuta está haciendo el ridículo con la aprobación inicial del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Llevan meses anunciando fecha para, a los pocos días, rectificar y posponer su tramitación alegando causas de lo más variopintas. Que si es mejor dejarlo para después de las elecciones; que si ahora falta no sé que informe; que vamos a dejar tiempo a la oposición para que pueda estudiar el documento con mayor detenimiento. Cuando ya parecía que la presentación en el Pleno de la Asamblea era inminente, salen diciendo que van a dejarlo, como pronto, hasta principios del año que viene. El motivo: quieren aprobar previamente tres modificaciones del vigente PGOU sobre los usos de las parcelas de Loma Colmenar, Plaza Nicaragua y Brull. Según ha declarado la Consejera de Fomento, este cambio de prioridades se debe a un “mandamiento” de la Mesa por la Economía, en la que participan las fuerzas políticas y económicas de la ciudad.
Precisamente, en estos días hemos tenido la oportunidad de preguntarle a uno de los integrantes de esta mesa sobre el objetivo de estas modificaciones puntuales del PGOU y el mensaje que nos ha transmitido es que la Ciudad quiere el máximo sigilo sobre lo que quieren hacer con estas parcelas. No obstante, nosotros que andamos siempre atentos a lo que se dice y lo que se escribe en los medios de comunicación, recordamos que el Consejero de Economía y Hacienda, el Sr. Martínez, dejó caer en una entrevista radiofónica que le hicieron hace unos meses, -cuando era el responsable del área de Fomento-, que en la parcela del antiguo cuartel del Brull ya no se iban a construir las 450 viviendas de VPO previstas y que se estaba pensando construir en su lugar una gran superficie comercial. Cabe recordar que esta parcela la adquirió la Ciudad Autónoma de Ceuta al Ministerio de Defensa por diez millones de euros con el fin de destinarla a la promoción de viviendas de protección oficial. Según se dijo por aquel entonces, la Ciudad, una vez culminados los trámites de adquisición y modificación urbanística, procedería a su subasta para que las promotoras inmobiliarias interesadas pudieran pujar por ella, comprarla y así la Ciudad recuperaría el desembolso hecho al Ministerio de Defensa. La operación parecía tan cerrada que hasta una conocida empresa inmobiliaria radicada en Ceuta organizó una presentación en los salones de un céntrico hotel de su proyecto para el Brull. Pero entonces sucedió lo que nadie se esperaba: estalló la burbuja inmobiliaria. Esto llevó a que las empresas del sector de la construcción, ante el repentino cierre del crédito por parte de los bancos, se olvidaran de una operación tan costosa y con tan escaso margen de beneficios como era la del Brull.
Ante el repentino cambio en la coyuntura económica del país y la constancia de que a la subasta de la parcela del Brull no se iba a presentar ninguna empresa, la Ciudad decidió cambiar de estrategia. Y allí que nuestras excelsas autoridades cogieron el helicóptero y se fueron a Madrid para ofrecerle la parcela del Brull al gobierno central, para que ellos fueran los que costearan la construcción de las 450 viviendas de protección oficial diseñadas por la Consejería de Fomento. Pero Madrid dijo que no. Que no había un duro. Tristes y desolados volvieron a Ceuta sin saber qué hacer con una parcela que habían adquirido tan alegremente por diez millones de euros, confiados en que podrían venderla en pocas semanas, pero que ahora tenían que seguir pagando por no se sabe cuanto tiempo. Suponemos que fue en este momento cuando pensaron qué podrían hacer con el Brull y a alguno se le debió ocurrir que una posibilidad sería ofrecérsela a alguna gran empresa de distribución tipo Carrefour, Mercadona o el Corte Inglés. La propuesta fue llevada a la mesa por la economía y todos vieron que era bueno para el desarrollo económico de Ceuta, pero que convenía que los ciudadanos no se enteraran de la operación hasta que estuviera cerrada. Sin embargo, los periodistas que siempre andan detrás de la noticia empezaron a comentar este asunto, eso sí, con gran sigilo. Vaya a ser que a alguno se le ocurra reventar la operación y los temerosos inversores decidan al final irse con el dinero a otra parte.
Nos imaginamos que cuando el expediente para la modificación de “El Brull” llegué a la mesa de los técnicos del Ministerio de Vivienda dirán: ¿Pero otra vez? ¿No resolvimos este asunto hace cuatro años?. Cuando en el año 2006 los técnicos del Ministerio de la Vivienda informaron sobre la intención de la Ciudad de ocupar este espacio con nuevas edificaciones advirtieron que "el gran aumento de techo edificatorio que se propone incumple lo dispuesto por los 49. 2 de la Ley del Suelo de 1976, y 161 del Reglamento de Planeamiento Urbanístico, en la medida en que no se ve compensado en forma alguna. Tal aumento es incongruente con el entorno ya edificado, el cual presenta síntomas de congestión que la propuesta no sólo no resuelve, sino que agrava". Básicamente, lo que venía a decir el Ministerio era que la densidad humana y constructiva era ya excesiva en este sector de la ciudad y que meter más gente y edificios en el entorno iban a agravar los problemas de falta de espacios libres y zonas verdes en esta zona. El problema lo resolvieron con una burda maniobra tecnoburocrática que consistió en resolver la falta de zonas verdes en la zona alta de la Almina con la adscripción de la parcela del Mirador de Isabel II (12.322 m2) al Sistema General de Espacios Libres de Dominio y Uso Público. ¿Curioso, verdad?. Lo más curioso es que esta verdadera tomadura de pelo e insulto a la inteligencia coló y la Ciudad obtuvo el visto bueno a la modificación del PGOU.
Lo cierto es que los problemas de densificación urbana y humana en este sector de la Ciudad no sólo no se han reducido, sino que han aumentado con la construcción de nuevas edificaciones. La falta de zonas de esparcimiento es evidente y debido a ello la calidad de vida de los residentes en esta zona se está resintiendo. Ante la congestión de este espacio urbano la única solución razonable es la conversión de la parcela del Brull en un gran parque urbano para el disfrute de los residentes del centro y, por supuesto, de todos los ceutíes que lo deseen. Esto casa con una visión de la ciudad que valora principalmente su función como facilitadora de las relaciones personales: es decir, permitir –y, por supuesto, alentar-, tal y como comentó Lewis Mumford, “el mayor número posible de encuentros, reuniones y coincidencias entre los más diversos grupos y personas, proporcionando, por decirlo así, el ambiente y escenario en que se desarrollará el drama (o comedia, o sainete) de la vida social, como actores, más que como meros espectadores de la realidad. La función social de los espacios abiertos de la ciudad es reunir a la gente”. La ciudad no se hace en el interior de las viviendas, sino en las calles y en los espacios públicos.
Podemos imaginarnos que nuestras autoridades pensarán que la conversión de la parcela del Brull en un parque urbano es una propuesta disparatada. Quizá esto fue lo mismo que pensaron los gobernantes de New York cuando el gran escritor William Cullen Bryant escribió en 1844 la siguiente editorial periodística: “si las autoridades públicas, que gastan parte de nuestro dinero en diseñar la ciudad, hicieran lo que está a su alcance, podrían ofrecer a nuestra amplia población una extensa y placentera zona de sombra y recreación en estas tardes bochornosas, a la que podríamos llegar sin salir de la ciudad”. Estas letras fueron la chispa que encendió la mecha de un amplio movimiento ciudadano, apoyado por sectores poderosos de la aristocracia neoyorquina, que llevaría a la adquisición por el ayuntamiento de New York de los terrenos sobre los que los paisajistas Frederick Law Olmsted y Calvert Vaux diseñaron el gran Central Park.
La instalación de un parque en los terrenos del Brull es la solución a los problemas de densificación de esta zona de la ciudad, que ya ha superado incluso los límites legales permitidos por la normativa urbanística. Además es el complemento ideal al inmediato campus universitario del antiguo Cuartel del Teniente Ruiz que tiene previsto iniciar su actividad en los próximos meses. Es lo que le pega a un espacio urbano destinado a la educación, la cultura y la realización de seres humanos equilibrados y totales. Un lugar de transición y encuentro entre el campo y la ciudad, entre el potente paisaje del Monte Hacho y el abigarrado centro urbano ceutí. Nosotros lo contemplamos como una oportunidad única para inaugurar una nueva concepción del hombre y de la sociedad. Una nueva etapa, como la expuesta por Lewis Mumford en su obra “Las transformaciones del hombre”, que tenga como meta la búsqueda del equilibrio humano mediante la puesta a disposición de los ciudadanos de un entorno igualmente equilibrado entre lo construido y lo natural, que contenga los ingredientes fundamentales para una vida plena y rica. Tenemos que empezar a considerar el valor de lo no construido. Esta idea empieza a ser defendida por influyentes críticos de la arquitectura como Paul Goldberger, del New York Times, quien en una reciente entrevista concedida a “El País” manifestó que “hay muchas circunstancias hoy en las que creo que el mejor edificio es no hacer ningún edificio. No necesitamos más”. El Brull es una de estas circunstancias. La alternativa está clara: o disfrutamos de un hermoso parque; o chocaremos con los carros de la compra en uno de los estereotipados y uniformes centros comerciales: templos del consumismo y adoración a lo material.
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