Al susto e incertidumbre inicial por la caída del pequeño desde el poyete hasta el suelo, se le añadió, toda vez que los médicos descartaron lesiones de gravedad, una cólera e indignación que recorrió las venas no sólo de los familiares del chico accidentado sino de la totalidad de los vecinos de la Barriada Juan Carlos I. Porque, según aseguran, “ya desde hace dos meses, cuando los ingenieros vinieron a la calle y los obreros se pusieron manos a la obra, vimos que la construcción del poyete suponía un peligro constante a los numerosos chiquillos que juegan por la calles de esta barriada porque no tiene una barra de seguridad encima de los ladrillos”.
Pero la respuesta que obtuvieron fue de una doble negativa, “la de la constructora por un lado, y la de la Ciudad por el otro”, indica un pariente del pequeño, que aún no entiende “cómo los que mandan no ven algo que vemos todos los ciudadanos, que alertamos en su día de que una tragedia podía ocurrir y que a punto sucede con un miembro de mi familia”, apunta.
Por fortuna, el pequeño, de tan sólo cuatro años y que “ya está en casa, con moratones y molestias, pero a salvo”, cayó de costado y le dio tiempo a reaccionar con reflejos para colocar las dos manos antes de la caída, lo que amortiguó un golpe que se produjo a última hora de la tarde del jueves –“serían las diez ”, recuerda el familiar–, pero que no evitó un dolor que arrastraba todo el peso que cabe en los casi dos metros de distancia que hay entre poyete y suelo.
Una mujer, vecina de la calle donde ocurrió el accidente, una vía contigua al denominada ‘Llano del Mecánico’, denuncia que vive “en un permanente estado de alerta, porque algunos de mis hijos –tiene cuatro y todos ellos de edades inferiores a los diez años– se precipite por el muro cuando estén jugando o vayan detrás de la pelota, que son esos instantes en que, pese a que están avisados del peligro, se les puede ir el santo al cielo por la emoción propia de la diversión”.
Atentos, “muy atentos”, están otros dos vecinos que, aseguran, pasar las tardes “casi como policías porque sabemos que los críos pueden caer y nosotros tenemos que estar en una vigilancia absoluta”. Al lado de ambos, y señalando con el dedo, un hombre destaca otro peligro en los mobiliarios urbanos de la discordia: “No hay derecho que el filo de cada escalón sea tan cortante y afilado y por tanto tan peligroso, como los son éstos”.
No quedan ahí las quejas vecinales porque ayer, en plena lluvia matutina, todavía algo ligera por la época del año en que nos encontramos, era el día perfecto para desnudar otra evidencia: las inundaciones que se forman en el suelo, donde las losetas se asemejan más a barcos surcando los mares que a un suelo fijo y seguro.