Un nido de piratas

Es casi un axioma que cambiar de nombre a las cosas no modifica su naturaleza; pero, eso sí, en la vida hay que llamar a cada cosa por su nombre. Por supuesto que las palabras no son inocentes y con su uso enmascaramos, a veces, nuestras intenciones o, también, mediante ellas, nos ponemos a buen recaudo de las malévolas intenciones de quienes pudieran hacernos daño. Así nuestra relación con Marruecos siempre ha sido, qué duda cabe, una relación difícil, muy difícil, no voy a escribir de ‘amor-odio’, pues ha habido más de lo segundo que de lo primero. Cierto es que nunca nos hemos entendido a pesar de las declaraciones de los políticos de acá y de los de allá. Por eso no parece creíble que sean “magníficas, mejores que nunca” como ha dejado caer nuestro Delegado del Gobierno en su reciente visita a Marruecos. Se nota a las claras que las manifestaciones del señor Delegado hay que inscribirlas en la cortesía diplomática. Si hubiera sido parlamentario de a pie en la oposición habría dicho, me temo, todo lo contrario. Los diferentes gobiernos españoles, cierto es, se la han cogido con papel de fumar a la hora de establecer una relación más o menos cordial con Marruecos. Parece que siempre nos ha tenido cogido por la entrepierna sin que nosotros pudiéramos zafarnos de tan doloroso pellizco en esa tan sensible parte.
La realidad es otra, y no me voy a entretener aquí en la incidencia de esta semana entre una patrullera marroquí y otra de la guardia civil con inmigrantes por medio. Eso es pecata minuta. Marruecos tiene diseñada una Hoja de Ruta para colonizar Ceuta, y esos contratiempos entre fuerzas de uno y otro lado no van a hacer que le tiemble el pulso y pierda el tiempo en descender a esos percances sin relieve para conseguir su propósito, que no es otro que, como es notorio, asentar de una manera u otra la mayor cantidad de ciudadanos marroquíes, para que mediante el empadronamiento, primero, y, después, la nacionalización, haga, Marruecos, valer los derechos –ni jurídicos, ni históricos– de la población marroquí asentada en nuestra ciudad. Así de simple.
Es pecar de ingenuo –mejor, de estúpido– creer que esos marroquíes asentados y nacionalizados en nuestra ciudad –o en el resto de España– van a abjurar no ya de su nacionalidad –nunca dejan de ser súbditos marroquíes–, sino de sus sentimientos primigenios marroquíes. En los Campeonatos del Mundo de atletismo celebrados en Sevilla, inmediatamente después de los Juegos Olímpicos de Barcelona, un atleta francés de origen marroquí ganó una prueba y otro compañero también nacionalizado, y que había quedado segundo, sacó la bandera marroquí y la paseó por todo el estadio, sin que ni uno ni otro fueran ya marroquíes de nacionalidad. Es fácil imaginar las caras que pondrían los aficionados franceses cuando vieran el numerito que montaron aquellos dos facinerosos. Los marroquíes nacionalizados, dejémonos de paños calientes, nunca sentirán lealtad a nuestra ciudad española ni a nuestro país. Cuando en una reciente entrevista –15.05.12– a la corredora marroquí Samira Mhandi le preguntaron “¿Qué significa tener la nacionalidad española?”, aparte de decir que se sentirá muy orgullosa, se dejó caer manifestando “(…) además de que ahora cuando corra diré que soy ceutí y no marroquí”. A ella no le van a conceder la ‘nacionalidad ceutí’, le van a conceder la nacionalidad española. Además, ella nunca podrá ser ceutí, no ha nacido aquí, será española –mejor, nacionalizada–, pero no ceutí. Llamemos a las cosas por su nombre. Y no miremos para otro lado como si no fuera con nosotros.
Marruecos, digámoslo ya, es un nido de piratas. Así, sin paños calientes. No sólo sus dirigentes tratan de esquilmarnos, sino sus súbditos hacen todo lo posible por depredar nuestros recursos de cualquier tipo. A cambio nos suelen dar una patada en el jodido culo cada vez que se les presenta la ocasión. Ni son, ni serán buenos vecinos. Nunca han reconocido ni respetado los derechos ajenos y ahora no lo van a hacer. Marruecos se avendrá a la cortesía diplomática tanto en cuanto se le llene la buchaca con dinero contante y sonante. Y se le otorguen, además, toda clase de prebendas como que atendamos a sus súbditos en nuestro hospital y les eduquemos y les nacionalicemos a sus MENA. Y a los hijos que nazcan de las marroquíes los inscribamos en nuestro Registro Civil para que en un futuro no muy lejano nos puedan dar una patada en los mismísimos y nos echen de nuestra ciudad como a perros.
El colmo es que los ceutíes no quieren darse cuenta de la realidad, están ciegos, y les están haciendo el caldo gordo a los marroquíes. En la entrevista, en la COPE, que el señor Montero y el señor Campos le hicieron a la señora Remedios Muñoz, Directora del Área de Trabajo de la Delegación, sobre las transfronterizas, se habló largo y tendido sobre la relación contractual entre las empleadoras y las transfronterizas, pero a ninguno de los dos se les ocurrió preguntarle a la señora Muñoz si esta relación laboral devengará, en el futuro, derechos para solicitar el empadronamiento y la nacionalización posterior. No creo que sea una cuestión baladí.