Categorías: Opinión

Un Museo y un Centro Cívico de análisis para Ceuta

Podemos decir que no contemos en Ceuta con una amplia variedad de museos o salas de exposiciones temáticas: del mar,-lamentablemente cerrado-, de  la Legión,  de Regulares,  el Militar del Desnarigado, el del Ángulo de San Pablo, el de la Basílica Tardorromana.   Pero nos falta en la oferta museística lo más importante: un museo de la ciudad o cívico. Un lugar que sirva, a los ceutíes y a quienes nos visitan, para conocer el pasado, el presente y el futuro de Ceuta. Hasta hace pocos años esta necesidad estaba cubierta en parte por el Museo del Revellín nº 30. Este museo, como recordarán, sustituyó a la Sala de Arqueología situada en los jardines de la República Argentina. Debido a su mal estado y a la falta de seguridad, la Sala de Arqueología sufrió un asalto cuya consecuencia inmediata, además de los destrozos provocados en algunas de las piezas expuestas, fue su clausura definitiva. La decisión que se tomó entonces fue acondicionar el edificio del Revellín, frente a la Plaza del Teniente Ruiz, para albergar el futuro museo de Ceuta. A pesar de que el inmueble presentaba serios problemas de accesibilidad, los responsables de la concejalía de Cultura siguieron para adelante con el proyecto museístico que fue diseñado por los arqueólogos Fernando Villada Paredes y José Manuel Hita Ruiz.
El Museo de Ceuta estaba organizado de la siguiente manera: en la planta baja, se habilitó un sala temática denominada “Ceuta y el mar”, centrada en la explicación de la factoría de salazones de época romana y a la exposición de la joya del museo: el sarcófago romano de las Cuatro Estaciones. En la segunda planta, se habilitó una amplia sala dedicada a la arqueología submarina en Ceuta, cuya organización y diseño recayó sobre la responsabilidad del añorado Juan Bravo Pérez. Y dos salas más: una para la época medieval, organizada bajo el criterio expositivo de mostrar las variadas técnicas decorativas y las funciones de la cerámica hispanomusulmana; y una  pequeña sala en la que exponer los objetos arqueológicos pertenecientes al periodo moderno y contemporáneo. En esta última sala se podían visitar piezas tan significativas como la lápida conmemorativa de Vasco de Ataide o el falconete portugués recuperado en el litoral de Ceuta.
Con esta organización expositiva el Museo de Ceuta abrió sus puertas en 1989 y estuvo funcionando con normalidad hasta mediados de los años noventa. Es entonces cuando los responsables de la Consejería de Educación y Cultura deciden trasladar el museo al Revellín de San Ignacio. Todo se organiza con vistas a este fin: las piezas se embalan y se adquiere el compromiso con el Instituto de Estudios Ceutíes de que una vez completado el traslado del museo a las Murallas Reales podrían contar con más espacio en el edificio del Revellín nº 30. Y con los objetos prácticamente en las puertas del Revellín de San Ignacio, los responsables del museo, -que hasta entonces no habían podido visitar lo que iba a ser la nueva sede del Museo de Ceuta-, descubren con asombro que el espacio interior del Revellín no reúne las condiciones necesarias para destinarlo a la exposición de la colección arqueológica de Ceuta. Por muchas vueltas que le dieron resultaba inviable acondicionar el espacio del Revellín como museo arqueológico. ¿Qué sucedió entonces?, pues que muchas de las piezas se quedaron embaladas mientras que se decidía como resolver el problema creado por una absoluta falta de coordinación entre los responsables  de la Consejería de Fomento y de Educación y Cultura a la hora de consensuar el programa de usos y las necesidades que debía suplir el Museo del Revellín de San Ignacio. Resulta incomprensible que en un proyecto de esta naturaleza no se contara con la opinión de los responsables del museo a la hora de diseñar el interior del Revellín de San Ignacio.
Los años fueron pasando y la familia museística se amplió en el año 2006 con la inauguración de los Baños Árabes y la Basílica Tardorromana. Con buen criterio se pensó que el museo de la basílica debía dedicarse a explicar el propio edificio de culto y enterramiento del bajo imperio y al mismo tiempo servir de centro de interpretación sobre la evolución histórica de la zona ístmica de Ceuta, el espacio urbano que siempre ha estado ocupado desde el momento en que los fenicios pisaron por primera vez el territorio ceutí. Esto supuso que muchas piezas del museo pasaran al nuevo museo de Basílica. Como consecuencia de este traslado se cerró la sala “Ceuta y el Mar” del Museo del Revellín nº 30, ya que la mayoría de los objetos que allí se exponían pasaron al museo de la Basílica Tardorromana. Algo similar pasó con la sala de época medieval.
Vemos, pues, que entre el fallido traslado del museo al Revellín de San Ignacio y la apertura del museo de la basílica tardorromana, el Museo de Ceuta se ha desmantelado. A día de hoy, como comentamos al comienzo de este artículo, carecemos en nuestra ciudad de un museo que no sólo exponga de manera ordenada y didáctica nuestro pasado, sino que también dedique un espacio al presente.
Un lugar que, como proponía Patrick Geddes en su obra “Ciudades en Evolución”, muestre de la ciudad “sus bellezas y su fealdad actuales” y donde “cualquier ciudadano activo encuentre en adelante en este museo el lugar más conveniente para obtener rápidamente todo lo que quiera saber sobre su ciudad”. Geddes iba aún más allá y alentaba a los conservadores de los museos británicos a habilitar en sus instalaciones una sala para una exhibición del futuro de su ciudad. Una sala dedicada a aquellos que “sueñan con el futuro”. Un grupo de personas que, en opinión de Geddes, “desean ver más progreso en la ciudad, algunas mejoras concretas, la limpieza de sus barrios deprimidos, la construcción de nuevos edificios e instituciones, la provisión de espacios libres y, por encima de todo, la planificación de sus prolongaciones futuras –su utopía practicable-, una eutopía en realidad”.
Este museo cívico que proponemos tendría como objetivo dar una imagen, siempre en proceso de actualización y revisión, de nuestro pasado; exponer las claves de nuestro presente, tanto de sus aspectos positivos como negativos; y por último, mostrar los distintos planes que, como el futuro Plan General de Ordenación Urbana, darán forma a la Ceuta del futuro. Contemplamos este museo como la sede permanente de un centro de análisis cívico para examinar la situación de Ceuta en el pasado y en el presente, y preparar colectivamente el proyecto de planificación que decidirá nuestro futuro. Gracias a este museo y centro de análisis cívico  daremos comienzo a un nuevo movimiento destinado a alentar el sentimiento cívico y favorecer el  despertar de una ciudadanía más ilustrada y generosa.

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