En este viaje desbocado en pos de la tecnología estamos perdiendo demasiado patrimonio básico para asegurar nuestra supervivencia. En este largo proceso, el sistema económico capitalista (principalmente, aunque no sea el único) ha logrado una capacidad de destrucción más que considerable que, unido a una suerte de prácticas financieras innobles, ha alumbrado una era en la que la codicia, el dinero, el mercado y la competencia lo son todo. Bajo esta pompa de jabón ideada por los acumuladores de materia y energía y los transformadores de recursos en dinero se esconde una pueril y siniestra huida de las responsabilidades morales. Las explicaciones del psicoanálisis social de Erich Fromm explican bien como muchas de las enfermedades sociales del ser humano están relacionadas con las tensiones psicológicas que impone la sensación de libertad para la que no se está suficientemente preparado. Es normal que en el breve deambular del ser humano por la superficie del planeta se produzcan estas distorsiones cognitivas que nos enfrentan dos imágenes: por un lado a un simio de gran tamaño, capacidad de análisis de su entorno planetario y con grandes necesidades sustentadoras; del otro un ser alejado del mundo natural que incluso ha perdido su conciencia de pertenencia a la biosfera, penetrado por una gran evolución cultural y tecnológica, con una enorme capacidad de destrucción.
Para nuestro ensayista, mencionado anteriormente, muchas de las transiciones culturales y los cambios socioeconómicos que se han producido ya han implicado la asunción de una libertad cada vez más plena con el consiguiente enfrentamiento del individuo consigo mismo y con su papel en el universo sin la red protectora de los convencionalismos sociales y religiosos tranquilizadores. Por lo tanto, gran parte del problema de la actual disolución del mundo y de los recursos, tal y como lo conocemos, está motivado por las tensiones que ocasionan el enfrentamiento de la libertad. Expresado así puede ser un argumento muy reduccionista, pero es una manera de explicar los hechos que tiene otras muchas derivaciones explicativas hacia otras facetas de la conducta humana del hombre moderno que continúan hoy en día estando en vigor. De hecho, el psicoanálisis social nos ofrece algunos estudios interesantísimos sobre las pulsiones humanas y como se contrarrestan en hombres convulsionados por la responsabilidad, las dudas y los temores que ofrecía la libertad frente al universo. Para ciertas personalidades, la libertad ofrece un vértigo insoportable que lo eleva a un estado de pulsión notable. Un enfoque adaptativo y propio de personalidades más fortalecidas y equilibradas (moral elevada) estaría en la línea de luchar contra estas tensiones siendo personas productivas y creativas con tendencias filantrópicas y pensando que el mercado y la economía están al servicio de los seres humanos y nunca al revés. Otras propuestas menos atractivas desde el punto de vista del crecimiento social, pero que abundan bastante, pasan por eliminar las tensiones simplificando la realidad y sometiéndose al poder establecido e incluso al primer iluminado que se establezca en el poder. Por ejemplo, en Ceuta se dan ciertas condiciones socioculturales que han desaparecido de núcleos de población similares en la península. Algunas generaciones de ceutíes fueron bendecidas con el halo de la eterna brillantez porque en una época determinada había pocos estudiantes universitarios, algunos de estos ya alienados debido a la excesiva adulación de sus progenitores y de muchos otros conciudadanos que nunca tuvieron oportunidad de cursar estudios universitarios, volvieron a Ceuta y ocuparon puestos de trabajo bien remunerados y donde ellos mismos se consideraban una élite. Al pasar el tiempo, las tensiones aumentaron pues el mundo cambiaba muy rápidamente y se iniciaba el camino de la universalización educativa con la que aumentaban las personas con formación universitaria por doquier. La respuesta de algunos ante tamaña situación fue la de crear “cofradías” del sometimiento. A cambio de no discutir su posición de estrella en el firmamento ceutí, el cofrade participaba de las migajas del alterne social y de alguna que otra mención a su actuación en la prensa local. Algunos incluso sueñan con alcanzar algún día el Olimpo del gran sometedor o fagocitador de voluntades. ¡Ojo!, que algunos son tan estúpidos que siguen al líder porque fue siempre brillante cuando estudiaban el bachiller antiguo. Los jefes de estas cofradías van ocupadísimos de conferencia en conferencia de un lado a otro del pequeñito centro de esta ciudad bonita y marinera. Otras agrupaciones de nuestra Ceuta son más severas y estoicas pero bajo un estandarte filantrópico y del hacer por los demás se esconde en realidad una gran hostilidad intensa y reprimida hacia las masas. Nos recuerdan a los grandes puritanos que se indignaban moralmente y vociferaban por todo pero que solo expresaban su intenso miedo a la libertad y más aun su incapacidad por hallar una vía más adecuada para encauzar sus habilidades personales. Son como elementos desplazados del lugar que les corresponde por sus capacidades, desde luego no han encontrado su sitio propio en el mundo.
Parece que todas los esfuerzos que hiciera nuestra especie para domeñar su gran capacidad cerebral, alejando los fantasmas espectrales de los sueños, dirigiéndola a los aspectos más exitosos y adaptativos (percibir, sentir, analizar, describir y simbolizar) estarían condenados, si no al fracaso, sí a un éxito moderado en tanto otro gran salto habría de darse en el transcurrir de la historia reciente de nuestra especie. Observándonos a nosotros mismos y nuestra realidad ceutí hallaremos algunas claves para comprender los asuntos que estamos tratando aquí. Es la falta de madurez del corpus social ceutí la que está provocando los enormes desequilibrios ambientales a los que nos estamos enfrentando, desde nuestro punto de vista, somos un poco o quizá bastante parecidos a los niños del Alimento de los Dioses de H. G. Wells que no medían su tremendo poder de destrucción y alteración del entorno.
Nos gusta imaginarnos la evolución cultural del H. sapiens como un camino de ida y vuelta en el que nuestra especie, hasta el momento y desde la desaparición de la Edad Media, ha recorrido un camino suicida apagando las tensiones de su nueva forma de libertad. Ahora, esta misma libertad tensionada ha proporcionado otra mirada más certera y completa del camino, indicándonos que nuestro lugar en esta existencia debe estar en un punto lo suficientemente alejado del mundo natural para que no nos fagocite y también lo suficientemente distante de la tecnología para que esta no nos destruya, o al menos no destruya gran parte de lo que significa sentirse humano. ¡Qué pena! (y no porque no nos guste vivir y disfrutar de la Ceuta actual y de sus gentes), no estar en otra época de la ciudad en la que con el conocimiento que hoy tenemos pudiésemos observar y disfrutar de los avances venideros en materia ambiental y sociocultural, sin que la constricción del espacio y del tiempo propio sea un obstáculo para apreciarlos. Una época en la que la cohabitación de costumbres antiguas y nuevas sea bien visto por los economistas en su conjunto, un futuro en el que el ser algo medievalista en ciertas costumbres sea un signo de distinción y nos permita alcanzar nuevas conquistas a escala humana. La evolución de estas formas de pensamiento diferentes en la antigüedad y su transformación hacia la sostenibilidad se nos antoja importante.Es hora de conciliar la historia con los procesos biológicos.