Un informe oficial impide que haya entierros en nichos a más de 2 metros

Lo que lleva haciéndose toda la vida ahora está prohibido. Ya no pueden llevarse a cabo enterramientos en los nichos del cementerio de Santa Catalina que estén ubicados a más de dos metros de altura, es decir, los que están situados en cuarta y quinta fila. La orden ha sido dada tras la realización de un informe por parte de Riesgos Laborales en el que se hace hincapié en la falta de seguridad que tienen los trabajadores del camposanto para llevar a cabo cualquier actuación a más de dos metros. ¿Por qué antes sí y ahora no? La Ciudad no acierta a dar una explicación sobre esta nueva orden, que se aplica acatando dicho informe, aunque fuentes consultadas por El Faro sitúan el origen en la caída que tuvo un trabajador al realizar labores a esta altura carente de cualquier tipo de protección, lo que habría dado lugar a presentar denuncia por las condiciones laborales que afectan a los empleados del cementerio. Sea cualquiera la razón, el hecho es que de acuerdo con lo recogido en dicho informe oficial, no se puede llevar a cabo actuación alguna en los nichos ubicados a esa altura. Esto significa que no se pueden realizar enterramientos, pero tampoco abrir nichos de familiares para, por ejemplo, depositar dentro otros restos. “Hay cientos de nichos libres que no están a esa altura, con lo cual no cabe problemas”, explican fuentes de la Ciudad Autónoma, que aclaran que solo han dado cumplimiento a lo recogido en dicho informe en base a la existencia “de un riesgo para la seguridad en el trabajo”, añaden. En los últimos años la Ciudad ha construido 500 nichos. Espacio hay. Los enterramientos pueden seguir llevándose a cabo a menos de esa altura. Pero el problema surge para los que, por ejemplo, tienen nicho en propiedad, ubicado en las filas superiores, y necesitan darle uso. No es una hipótesis, ya ha pasado. Hace un par de semanas, un ciudadano no pudo hacer uso de un nicho adquirido en propiedad, al estar situado en las filas superiores del camposanto, prohibiéndosele al personal del cementerio llevar a cabo de momento estas actuaciones. “No se puede hacer nada, ni enterrar ni abrir ante una reclamación familiar”, apuntan fuentes del cementerio. La alternativa que tienen los afectados no existe. No la hay. Solo prevalece una obligación: recurrir a otro de los nichos que hay en el camposanto, es decir, gastarse dinero y perder la utilidad del invertido, como así ha ocurrido. Desde la Ciudad se informa de que ya se está trabajando para hallar una solución, ya que “tanto Riesgos Laborales como la Inspección de Trabajo están buscando fórmulas para solucionar el problema localizando medidas adecuadas que no pongan en peligro a los trabajadores”, aclaran las mismas fuentes. El hecho es que hasta la fecha ese peligro no se había advertido y los empleados trabajaban con los medios existentes sin que éstos fueran invalidados por la Administración. “Hay zonas que tienen mucha inclinación”, advierten fuentes de la Ciudad, “y por seguridad no se pueden permitir trabajos a esa altura para evitar accidentes”, añaden. “Se buscará pronto una solución”, matizan. De momento, toda la parte superior del cementerio queda inutilizada lo que deja sin efecto prácticamente la mitad del camposanto. La duda queda en qué pasará si, por ejemplo, se dicta algún tipo de resolución judicial que obliga a la apertura de un nicho (ya se solicitó, pero fue rechazada, en el caso de los inmigrantes enterrados que fallecieron en el intento de entrada del 6 de febrero). Un elevador eléctrico al que no se dio uso El cumplimiento de las medidas de prevención de riesgos laborales ha sido una de las asignaturas pendientes en el cementerio. No es la primera vez que se ha puesto de manifiesto las condiciones en que trabajan los operarios, pero hasta la fecha no se había adoptado una medida tan drástica. Hace años la Ciudad adquirió un elevador eléctrico con el que se pretendía garantizar una mejor realización del trabajo de altura. Se invirtió dinero, se adquirió y se trasladó a Ceuta. Pero nadie pensó en lo más importante, en si podía ser útil en una zona construida en pendiente, con cuestas y desniveles. Lo que sucedió es que, gastado el dinero, el elevador no se pudo utilizar porque no podía funcionar en superficies inclinadas. Así, durante años, los trabajadores de Santa Catalina han subido los ataudes al hombro por las escaleras metálicas, haciendo en muchas ocasiones auténticos malabarismos para no precipitarse y mantener su integridad física. Ahora esas imágenes no podrán volver a verse hasta que se busque la solución más adaptable al cumplimiento de la propia ley. Las consecuencias de esta negativa afectan directamente a dueños de los nichos.

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