Ya me he referido en otra ocasión a este gran Obispo extremeño que fue de Osma y Ceuta, D. Antonio Sánchez Barragán y Vera, que nació el 24-01-1773 en Berlanga, de la provincia de Badajoz, en la campiña sur de Extremadura, concretamente, vino al mundo en el número 3 de la calle que hoy lleva su mismo nombre. Berlanga es una localidad que por entonces tenía unos 1000 habitantes y en la actualidad de 2.511. Procedía de una familia muy humilde; su padre era molinero y él ayudó a un Recaudador del pueblo que más tarde se convirtió en protector de su familia. Estudió las carreras de leyes y la eclesiástica, y fue el último Obispo que tuvo Ceuta antes de que la sede episcopal ceutí pasara a unirse a la de Cádiz, y no a depender de aquella ciudad gaditana como algunos creen.
La primera obra buena que hizo Monseñor Barragán cuando ya era sacerdote tuvo lugar en su pueblo. Se encontraba en el mismo provisionalmente por hallarse cerrada la cátedra que ostentaba en el Sacromonte de Granada durante la Guerra de la Independencia. El alcalde de Berlanga era de los afrancesados, es decir, partidario de los franceses que habían invadido España; y el pueblo encolerizado arremetió contra él expulsándole y destruyéndole sus propiedades. Dada su afinidad francesa, un destacamento galo de los que habían ocupado por la fuerza y el engaño nuestro país, salió inmediatamente en defensa del alcalde con la orden expresa de dar un ejemplar escarmiento a quienes habían sido tan hostiles con el primer munícipe.
Entre el “Cerro Pelao” y “la Albuera” se produjo una pequeña escaramuza entre los franceses y varios españoles e ingleses; pero, siendo muy inferiores en número estos últimos, enseguida perdieron la batalla y, cuando los franceses se disponían ya a entrar repletos de ira con la decidida intención de devastar todo y masacrar a los habitantes que eran contrarios a los franceses, entonces les salió al encuentro el que después sería Obispo de Ceuta, comenzó a mediar entre ambos bandos hasta lograr apaciguar los ánimos franceses de revancha y que se retiraran las tropas galas que iban fuertemente armadas y con intenciones de devastar el pueblo y masacrar a quienes habían utilizado la violencia contra las propiedades del alcalde afrancesado.
Había venido desempeñando importantes eclesiásticos y el Papa Pío VIII le preconizó Obispo de Ceuta en 1829, siendo consagrado en Madrid el 15-06-1830, en la Real Iglesia del Colegio de San Isidro Labrador, por el Patriarca de las Indias D. Antonio Allue. Llegó a Ceuta gozando de la aureola de perseguido por la justicia por haber apoyado y hecho causa común con el Obispo de Sigüenza D. Pedro Inocencio Bejarano que, junto a un grupo de Obispo y Canónigos se opusieron entonces a las llamadas Cortes Constituyentes de Cádiz por entender que marcaban una clara tendencia anticlerical.
Por ello, el Obispo de Sigüenza, protector de Barragán, fue condenado a leer y explicar en todos los sermones un artículo de aquella Constitución, a lo que los eclesiásticos se opusieron, y por ello fueron todos condenados y desterrados, entre ellos el Obispo Barragán, a los que se les exigió por una Orden que para ejercer su sagrado ministerio debían de acreditar con un informe su buena conducta política y de adhesión decidida al Gobierno, “manifestada con actos tan positivos y terminantes que no dejasen lugar a dudas”, expedido por los Gobernadores Civiles de la provincia donde se hallaran, hasta que en 1841 en que fue modificada dicha Orden gubernamental.
Por lo demás, el carácter piadoso del Obispo Barragán está suficientemente acreditado por estar inscrito en numerosas asociaciones pías como la Cofradía de la Inmaculada de Sigüenza, Orden teresiana de San Francisco de Asís, Real Congregación de Esclavos del Ave María, en la del Corazón de Jesús y en la Milicia Angélica, etc. Pero no sólo su fama de piadoso le venía de haber estado inscrito en tantas Instituciones de ayuda a los pobres y menesterosos, sino también de la práctica, real y efectiva, de las buenas obras con la gente humilde y necesitada. Y así fue luego su amplísima obra de caridad en favor de los pobres en Ceuta, a los que instituyó como herederos de todos sus bienes en la forma mejor y más duradera para proporcionarles recursos en tiempos de honda crisis, a fin de librarlos de la usura, que entonces era el gran azote de esta ciudad.
En su testamento otorgado el 15-07-1845, mandó que con sus bienes se fundara un banco para favorecer a los pobres del Obispado de Ceuta, especialmente pescadores, prestándoles dinero al bajo interés del 6 por ciento, si se tiene en cuenta que por entonces Había una crisis aun más profunda que la actual, que hacía que por entonces se pagara en Ceuta por el dinero un interés que a veces llegaba hasta el 200 por cien. La constitución de dicho Banco costó mucho, habiendo estado varias veces a punto de perderse el capital invertido que, por fin, luego puso a salvo el posterior Obispo D. Vicente Calvo Valero inyectándole un capital de 70.000 pesetas del poder adquisitivo de aquella época.
No se olvidó en el testamento de la Catedral, disponiendo que del producto del dinero se fundara una escuela de instrucción primaria y música destinada a ciertos niños de hasta 16 años con la obligación de servir gratis a la Catedral a cambio de la enseñanza gratuita que se les daba. Fundó también en el Sacromonte de Granada dos becas para dos jóvenes de esta ciudad que sintieran la vocación sacerdotal. Y fundó también dotes para mujeres solteras pobres para que pudieran casarse honestamente. Y dispuso así de su dinero para los demás, pese a tener familiares cercanos tanto en Extremadura como aquí en Ceuta que podían haber heredado; aquí, concretamente, tenía un sobrino llamado José Barragán Valencia, que era Canónico de la Catedral.
Quiso ser enterrado expresamente en Ceuta, en su Catedral, donde hay una losa de Sánchez Barragán y Vera, Obispo egregio de la Iglesia de Ceuta, que con su celo, doctrina y ejemplo regio, apacentó y confirmó a su grey por espacio de casi 16 años. Padre de los pobres. Fue su consuelo y alivio tanto en vida como en muerte. Por el bien de la Iglesia fue electo para la de Osma. Sufrió el destierro. Lleno de días y adornado de virtudes murió en el Señor el 14 de agosto de 1846. Vivió 73 años, 6 meses y 21 días. R.E.P.”.
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