Categorías: Opinión

Un esfuerzo constructivo

Nuestra nación solo puede salir de la crisis institucional, social, económica y de valores con las aportaciones constructivas de todos. Aunando nuestras fuerzas y sacrificios conseguiremos, sin lugar a dudas, establecer las bases de un futuro mejor para nuestros hijos.
En ningún momento el enquistamiento de los problemas o la alienación de segmentos de la sociedad pueden constituirse como alternativas válidas. Al contrario, se comportan como un verdadero lastre para el resto de los ciudadanos. La existencia de partidos y líderes políticos que motivaron y animaron al seguimiento de la huelga los sitúa en la difícil postura de ser una rémora para el resto de la sociedad.
La fútil huelga del pasado jueves trajo muchas lecturas interesantes. Desde el estrepitoso fracaso sindical a la irresponsabilidad de partidos políticos que aspirando a gobernar apoyan estas formas, pasando por el miedo de muchos comercios que trabajaban vigilando la integridad de los escaparates.
Pero la lectura fundamental pasa por la realidad más evidente: esta no es la solución a nada. La huelga no conduce a nada. Además de suponer una pérdida de 1.000 millones de euros y una media de pérdida de 350? por cada autónomo, especie en vías de extinción. La huelga supone una pésima imagen para España ante los mercados internacionales, haciéndonos parecer más a Grecia que a Alemania.

La huelga no crea puestos de trabajo, sin embargo, las reformas constructivas sí. El Gobierno tiene la obligación de gobernar y tomar decisiones ante 5 millones de parados que le demandan, día a día una reforma laboral que les de oportunidades.
La huelga fue una postura caprichosa propia de la intolerancia que tiene la progresía ante la derecha. La convocatoria de estos dirigentes sindicales no ofrecía ninguna alternativa.
Ante las reformas realizadas para mejorar las bases de la creación de empleo estable y de calidad, que además amplía derechos de los ciudadanos y hace hincapié en los sectores más perjudicados por la destrucción de empleo; los sindicatos, sin embargo, no proponen alternativa.
Una muestra evidente de que la huelga era una excentricidad fruto de la intolerancia, es que fue solo convocada por UGT y CCOO, ningún otro sindicato la secundó. Esta huelga iba en contra de una reforma que contó con un amplio consenso parlamentario y fue alabada por los agentes sociales, la Comisión Europea, el FMI, la OCDE. Y pese a estar sumidos en una recesión en las 6 semanas que lleva en vigor la reforma laboral ya se han formalizado casi 100.000 contratos en la modalidad de “Contrato Definido de Apoyo a Emprendedores”, de los cuales el 54% corresponden a jóvenes.

El movimiento sindical es una de las instituciones democráticas peor valorada, quizá hay algo de razón en ello.

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