Categorías: Colaboraciones

Un cuarto de siglo bendiciéndonos

Yo te quiero en Manzanera, desde pequeño te soñaba en un altar del Santuario de África junto al Cristo que aparecía en un paso con ruedas unos días antes del Domingo de Ramos, rodeando la Plaza de África cubierto por unos mantos al igual que san Pedro, una mujer hebrea y su niño.
Ahora te tengo en el altar de Manzanera, aunque por las cosas de la vida tengo que recordarte en mi memoria como la más bella y templada dolorosa de todas las que perfuman la Semana Santa y esa belleza singular hace que te salgas del retablo y con esa impostura hace que sobre tu paso seas como la madre valiente que haría cualquier cosa por su Hijo.
Conozco a los costaleros que te llevan, hermanos que te miman, que te mecen, que acarician el suelo con sus alpargatas. Pero fíjate si te digo que cualquier cuadrilla daría media vida por llevarte. De hecho, no olvides que tu Hermano Mayor es fiel puntal que se cobija bajo tu manto.
Difícil lo tienen tus capataces y tu vestidor, pues es difícil realzar más la belleza de Esa que tanto atesora.
En estos días disimulo cuando alguien me pregunta porqué me emociono tanto con las imágenes y tengo esa emoción contenida para no desbordar hasta enfundarme en mi túnica pollinica. Quizás, pienso, que esas imágenes por este tiempo me descolocan, me sacan de quicio donde mi vida se asentó hace tiempo. Sólo se pude hablar a estas alturas de Semana Santa ya, con algún confidente, al entrar en la penumbra de un templo en las tardes de cuaresma y enfrentarme con mis cristos y mis vírgenes, los miro desde el otro lado del tiempo. Les cuento mis cosas, mis dudas, mis emociones, mis esperanzas. Ese silencio me relaja los pulsos. Ese momento es tan necesario que me lo tomo como una terapia, como una forma de reencontrarme conmigo mismo. En esos breves minutos no me siento solo. Se y entiendo que Dios es la suprema compañía, el calor que experimento cuando se acerca la imagen que mis colegas y amigos no valoran porque no comprenden lo que late bajo la aparente belleza de la madera.
Luego me enfrento con esa muchacha vestida de hebrea por Jesús. Entonces no hablo, regreso al momento en que la primera luz hirió mis retinas para siempre. Las palabras tropiezan con los cirios de su altar, mi razón se desnuda y se queda a solas con el Misterio de la Entrada en Jerusalén, es un no se que, que queda balbuciendo… Por eso… Cuando todo Manzanera
Soñó tener una Madre
Mandó un puñado de sueños
En el suspiro de un ángel
Y ese sueño prisionero
Que se esperara una tarde
Fue pidiendo al Dulce Nombre
Una hermandad para honrarle
Los hermanos encendían
Sus cirios por los altares
Y la Madre de los cielos
Se acercaba para darles
Todo el apoyo y consuelo
Que se truncara una tarde.
Este regalo mariano
Gloria bendita del Padre
Iba dejando el aroma
Del Espíritu más grande
En su peana de plata
Fue presurosa a posarse
Allá por la Cuesta Otero
Donde un Cautivo renace
Medinaceli, Cautivo
Que en las manos de su Madre
Floreció entre los naranjos
de mi Ceuta aquella tarde.
Que se quedó contagiando
A su barrio de pleamares
De aquel regalo del cielo
En la esquina de una calle
Que supo anclar su deseo
En este barrio cofrade
Calando en los corazones
Con su pureza de Madre
Trozos de gloria trenzados
Entre aromas cuaresmales
Que el cielo quiso que fueran
Un primor en sus altares
El presagio de una nueva
Cofradía que le ampare
Llena de sueños forjados
En hornos de eternidades. Cuando toda Manzanera
Soñó tener una Madre
Mandó un puñado de sueños
En el suspiro de un ángel
Y su esfuerzo fue nimbando
La tierra de los altares
Con una fe soberana
De tradiciones cofrades,
Trajeron desde Sevilla
Un ajuar para su Madre
Jarras y candelería
Con plateados varales
Respiraderos calados
En talleres pasionales
Rayos de luna grabados
Como eternos tatuajes
En los costeros de plata
Que custodian sus andares
La salvación de los cielos
Con el beso de aquel ángel
Soñó un manto de estrellas
Recogido por su talle
Y fue marcha enamorada
Ascua de luz cimbreante
Faja, esparto, maniqueta
Reto pa´ los capataces
Fue costalera en el palo
Y corazón anhelante
Y devoción engarzada
En la hermosura de un talle
Y una esquina suspirando
Y una plaza que se abre
Y una voz rota y quebrada
Que está llamando en la calle
Y fue culto de cuaresma
Y juramento anunciante
De la fe que está grabada
Con la alegría más grande
Salida y pregón soñado
Vía-crucis por las calles
Concierto en nuestros oídos
Y vivencias cuaresmales
Hilos bordados por todos
En un palio suspirante
Que vino a cubrir tu alma
Por su clamor suplicante
Y surcando cada calle
Pregonando con su empaque
Como fina mariposa
Que busca donde posarse
Vio cumplida su promesa
Cuando llegaba a ser Madre. El barrio de Manzanera
Se iluminó en ese instante
El apóstol pinturero
Lanzó campanas al aire
Y to´tu gente entregada
Tornó súplicas en salves
Tos´los cirios encendían
Sus llamas chisporroteantes
Y el apóstol pregonero
Se sonrojó vacilante
Admirando aquel milagro
Que el cielo hizo esa tarde
Dios te Salve, Soberana
Suspiró de amor el ángel
Te traigo para mi tierra
Donde se espera una Madre
Un regalo bendecido
Con la espuma de tus sales
Con la arena de tu playa
Y el azul que hay en tus mares.
Dios te Salve, Soberana
Vengo a traerte el mensaje
Que para Ti me encargaron
Las estrellas celestiales
Tu porte de nazarena
La razón de mis afanes
Y una nueva primavera
Para tus ducas mortales
Esta tierra marinera
De corazones cofrades
Te aclamará como Reina
Y Madre en sus altares
Y te llamarán Palma
Hija bendita del Padre
Para sus crisos morenos
Y sus querencias cabales
Y serás de toa´mi Ceuta
El resplandor en sus calles
El faro que bien alumbre
Sus duquelas y pesares
Serás la Madre que arrope
A esos buenos cofrades
Esos buenos penitentes
Cortejándote en la calle
Y guiarás su camino
En la vida y en sus males.
Dios te Salve, Soberana
Luz de los cielos cabales
Estandarte de Hermosura
Que te rebosa a raudales
Camino de Salvación
De la gloria de mi Padre
Y Salud de los Enfermos
Que en mi Ceuta los ampares.
El Dulce se maravilla
De tu belleza a raudales
Donde se verá caído
Por nuestras culpas mortales
Tuyo será to´tu pueblo
Cuando el Domingo, ya tarde
El jardín de la Argentina
Se haga fajín en tu talle
Y tuyo será el clamor
De este pueblo suplicante
Que irás llenando de gloria
Cuando lo tengas delante
Y si alguna vez a solas
En tus ojos se te escape
Un presagio de tinieblas
Al ver tus hijos llorarte
Aquí tienes el aliento
Que yo vengo a regalarte
Como un velero de sueños
Para tus playas reales
Ese soplo es tu pueblo
Repechando en tus varales
Y desde el palo te reza
Siempre su mismo mensaje
Que eres su estrella bendita
La aurora de sus pesares
Su querida Madre buena
Que los protege a raudales
Blanca Azucena de Gloria
Lirio, nardo, fuente y clave
De la tierra pinturera
Que te acoge como Madre
Ese suspiro es tu tierra
Que te acoge como Madre
Primera y guapa cristiana
Que la vida nos repartes.
Dios te Salve, Soberana
Orilla donde abrigarse
Donde dejar los te quieros
Y para siempre quedarse
Madre del hombre por siempre
Para por siempre esperarte
A tu paso por Gran-vía
El Domingo por la tarde. Y si el atardecer de la vida encierra el sosiego que impregnan la sabiduría y la experiencia, el alba de la infancia nos muestra la inquietud, que enarbola palmas y olivos, y en cada sonrisa ilusionada podemos leer un “hosanna al Hijo de David”. Ellos son el sol de cada Domingo de Ramos, de trajes nuevos y rostros recién amanecidos, de cada domingo de esencias renovadas y liturgia perenne, de cada domingo de algarabía y recogimiento, de cada Domingo de Ramos.
Esos mismos que hoy dibujan su inocencia en el vaivén de las palmas, mañana serán el pabilo encendido que seguirá  regalando luminarias a Cristo y María, el hoy y el mañana se funden más que nunca en la corporación nazarena, los niños que acompañan a Jesús en su Dulce y Triunfal Entrada, arrancando el cerrojo de la espera delante de la Cruz de Guía junto al Diputado Mayor de Gobierno, y que vieron llegar a María como premonición de que todo comienza y acaba, mientras los reflejos del sol de medianoche enjugan su llanto con el anuncio del ángel vespertino que le recuerda lo que ha de venir los próximos días, son hoy presente ante la Cruz de Guía que abre sendas hacia la nueva evangelización.
Por eso se le ensalza con el mismo requiebro y la misma alabanza y por eso también se eleva y pasea con entusiasmo delirante por el aire multicolor de cada nueva primavera, llenos de gritos y súplicas, de sol y de alegría; de lágrimas y de suspiros, con la fuerza, con la pujanza, la tenacidad y el amor de un mismo espíritu, de una misma sangre y de un solo corazón…
Que sí..
Que la Virgen de la Palma
Es Señora y Soberana
Tiene la cara morena
Tiene la frente inclinada
Tiene la boca fruncida
Tiene la sonrisa clara
Tiene el cutis de azucena
Y tiene un paso de plata.
Y está mirando hacia todo
Y está sin mirar a nada
La Fuente de Salvación
Madre de Dios Soberana
Tiene al decir de su gente
Además de ser tan guapa
Un tipo de buena moza
Que encajes y enaguas blancas
Por abajo la rodean
Y por arriba la arropan
Los borlones de su palio
Que de su techo le imploran.
La Virgen de la Palma
Bendita Azucena Blanca
Es una bandera al viento
De alegría y de esperanza
Entre la torre y el cielo
Dulcemente desplegada
Y es un rosal escondido
De indefinible fragancia
Que su flor abre en mi Ceuta
Con la rosa de su casa
Y su profunda raíz
Está por siempre clavada
En todos los corazones
De esta ciudad mariana.

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