Si acudimos a la hemeroteca de esta Casa y revisamos las noticias que, sobre el Tarajal, se escribían hace veinte años, llegamos a la triste conclusión de que son las mismas que ahora les narramos. Nada ha cambiado, nada se ha solucionado. Sí que, en cambio, por el camino han quedado multitud de anuncios y compromisos de mejora.
La problemática del Tarajal conforma un círculo indecente, una hilera de problemas en la que caben todos, en la que entran las quejas de muchos, con mayor o menor peso.
Sobre la mesa tenemos el compromiso de reforma del entorno fronterizo en un momento en el que el volumen de gente que llega a portear es cada vez mayor. La reforma anunciada se sostiene en la firme creencia de que el ‘Tarajal II’ será la solución a la acumulación de porteadores y al tráfico de los bultos. Mientras esto se piensa, la realidad nos escupe imágenes sangrantes que terminan pareciéndonos normales aunque no lo sean. Las de mujeres desfiguradas por kilos y kilos de mercancía, las de porteadores con vehículos repletos de bultos que se ven obligados a dormir en la ciudad porque no pueden pasarlos, las de heridos a diario, bien entre las propias fuerzas de seguridad bien entre los propios porteadores... y en medio de todo esto la ciudadanía que ve gravemente afectado su día a día. Transportistas, conductores de servicio público, vecinos, usuarios del Hospital, menores que deben acudir a sus clases escolares... todos terminan padeciendo una problemática a la que durante demasiados años no se le ha podido dar una solución adecuada.
Resulta indecente toparnos con una ciudad que se permite el lujo de quedar bloqueada día tras día; resulta sorprendente que todavía no se haya previsto plan alguno para, por ejemplo, disponer de una evacuación fácil y rápida ante cualquier incidente. En la tarde del miércoles hubo camioneros que se quedaron tres y cuatro horas atrapados en las colas, taxistas que se negaron a cubrir estas rutas porque era imposible llegar a la frontera, autobuses que dejaban a sus ocupantes a medio camino y cientos de vecinos y trabajadores que no pudieron moverse libremente por la zona porque todas las vías habían quedado colapsadas.
Y me dirán que ante esta situación nada se puede hacer. Esto valdría si no lleváramos más de veinte años soportando las mismas escenas y esperando soluciones. Ahí está la clave.
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