Categorías: Sucesos y Seguridad

Un ceutí sufre una paliza en Castillejos que le deja varios días en el hospital

A Abdelkrim le cuesta hablar. Un corte en la parte izquierda de la boca de siete centímetros es el recuerdo más visual que le queda de la brutal paliza sufrida el pasado 1 de noviembre en el barrio ‘La Condesa’ de Castillejos. En el resto del cuerpo le quedan otros cortes y cicatrices y todavía sufre dolores en la mandíbula, recién operada tras un fuerte traumatismo, cuando intenta esforzarse en las pronunciaciones.
La vida de Abdelkrim y la de su familia ha dado un giro radical desde ese fatídico día 1 en el que fue víctima de una agresión sin una causa concreta pero con demasiadas consecuencias. Abdelkrim, trabajador desde hace años en la EDAR, padre de tres niños y vecino de Pasaje Recreo, acudía junto con su esposa, Aixa, a ‘La Condesa’ para asistir a un funeral. En pleno callejón se toparon con dos vehículos ocupados por quienes serían sus agresores. “Un coche estaba arrastrando al otro con una cuerda, como tirando de él. Nosotros estábamos justo detrás y no podíamos adelantar, así que les pedimos que nos dejaran pasar”, recuerda Aixa. Una petición que sentaría mal entre los ocupantes del vehículo que optaron por transformar la discusión en una agresión en toda regla. “En total eran unas cinco personas”, manifiesta Aixa en su entrevista con ‘El Faro’. Una de ellas, armada con una navaja, fue la que más se cebó con Abdelkrim, al que efectuó un importante corte en la boca, que le alcanzó desde la mejilla hasta el labio, además de otros en los brazos y muslo. La mujer, encerrada dentro del vehículo, buscaba allí la protección que le recomendaba su esposo, mientras éste intentaba defenderse de los cortes y golpes que se le avecinaban.
Lo caprichoso de la condición humana hizo que una simple advertencia en materia de tráfico se convirtiera en motivo para que los implicados en esta brutal paliza se cebaran con su víctima. Aixa, testigo desde su coche, recuerda cómo su marido consiguió zafarse de los agresores y acudir a pedir auxilio policial. “Los agresores huyeron, eran chicos jóvenes, que estaban nerviosos, insultaban mucho”, indica. In situ los agentes policiales localizaron a la única mujer del grupo de atacantes, al parecer madre de uno de los implicados, que quedaría posteriormente en libertad.
Asustada ella y herido grave él, la pareja regresaba a Ceuta para buscar en el Hospital Universitario la atención médica de urgencia. Allí le cosieron la herida abierta en el rostro y le trataron de las demás provocadas por arma blanca en distintas partes del cuerpo. Con el informe médico en la mano, el matrimonio regresaba a las pocas horas a Marruecos ya que la Policía le había requerido el parte sanitario para formular la pertinente denuncia e iniciar así una investigación en toda regla. Allí además tenían que recoger a sus tres hijos, que se habían quedado en casa de familiares. Lo que no esperaba el matrimonio es que, como en la peor de las pesadillas, volverían a sufrir una segunda agresión por parte de los implicados. Y es que éstos, sabedores de que la víctima les iba a denunciar, y tras tener conocimiento de que habían vuelto a entrar en el país, les estaban esperando pasado el Hotel Ibbis. Allí tuvo lugar la segunda de las emboscadas y el peor de los dramas sufrido por este matrimonio. Mientras Aixa escapaba del lugar para buscar ayuda, Abdelkrim era golpeado aun afectado por las heridas de la primera paliza. Familiares de Abdelkrim, conocedores de la agresión, acudieron tras ser avisados hasta el lugar evitando que los golpes fueran a más, hasta la llegada de la Policía. “Él quedó inconsciente, le habían golpeado en la cara rompiéndole la mandíbula”, recuerda su mujer. En el lugar de los hechos los agentes policiales detuvieron a uno de los presuntos agresores, pero también al hermano de la víctima que había acudido a ayudarle. ¿Quieren rizar el rizo? En esta historia se puede, ya que a Abdelkrim también se le dio por detenido en una intervención caótica por donde se mire. Hasta dos días después de la agresión, su esposa nada supo de él. Buscarlo lo buscó, pero nadie sabía de su paradero. “No sabía nada, ni si estaba vivo o muerto”, recuerda, mientras intenta que su pequeña, todavía un bebé inquieto, no pierda el sueño.
En el Hospital civil de Tetuán terminaron todas sus dudas. Su esposo estaba allí ingresado, en un área dedicada a los detenidos, y con la mandíbula rota y una gran infección. Allí permaneció cinco días y otro más en la comisaría de Castillejos, durmiendo en el suelo y sin ser tratado de las heridas presentadas. “Le acusaban de volver al lugar para buscar a los agresores de la primera paliza. Yo les decía que no, que habíamos vuelto con el informe de la atención del Hospital que precisamente ellos nos pedían para hacer la denuncia”, relata Aixa.
Tras pagar una fianza de 2.000 dirhams y ser escuchado por el juez, sin medicamentos y sin haber recibido trato médico alguno, Abdelkrim volvía a Ceuta, dejando a su hermano detenido y sólo a uno de los agresores en ambos episodios delictivos localizado.
Hasta el pasado lunes Abdelkrim estuvo ingresado en el Puerta del Mar de Cádiz. Allí ingresaba el pasado día 10, tras prescribirse el traslado desde Ingesa al presentar un traumatismo facial y signos de infección de los que no podía darse tratamiento en el Universitario.
Con los partes encima de la mesa y el miedo todavía presente, el matrimonio intenta todavía buscar una explicación a lo sucedido. Cómo se han podido ver envueltos en un ataque de esta índole y cómo la víctima ha pasado a ser también acusada. Son historias de locos, pero basadas en locuras reales. El próximo viernes tienen una cita judicial en Tetuán, en la que, si no se han producido más avances policiales, sólo estará uno de los jóvenes que provocó la paliza. Abdelkrim se emociona al recordar lo sucedido. De tener una vida ordenada, con su trabajo, con sus tres niños, con su rutina, ha pasado a no poder hablar correctamente por los traumatismos y a tener dificultades para moverse. Le quedan todavía muchas curas para evitar infecciones. Esas son las físicas, porque de las mentales, de las psicológicas, se tiene que curar él mismo.
¿Puede sucederle una situación así a cualquier otro? No sólo puede, es que ya ha ocurrido en demasiadas ocasiones. En ‘El Faro’ se han narrado agresiones de todo tipo en las que las víctimas han sido hermanos jóvenes o padres de familia. Algunos han sido atacados cuando querían robarles y otros porque sí, porque les ha tocado.
En el caso de los protagonistas de esta historia les tocó la casualidad, o que tuvieran delante a unos individuos con ganas de bronca y una simple petición de paso se convirtió en la excusa para hacer lo que hicieron. En el rostro, brazo y parte trasera del cuerpo de Abdelkrim quedan las marcas de lo que ha pasado. Ahora le toca esperar el reconocimiento judicial.

El miedo, presente en las víctimas de esta agresión

¿Y ahora qué? Eso es lo que se pregunta esta familia. Quieren ayuda pero desconocen cómo obtenerle. De sus palabras se repite insistentemente una: Delegación del Gobierno. Allí consideran que puede atenderse situaciones de este tipo. Lo consideran ellos y también lo han considerado otras víctimas de situaciones similares. Lo que pasa es que las agresiones siguen produciéndose pero parece que los canales gubernamentales no terminan de funcionar. Desde que a primeros de 2000 este diario destapara las auténticas palizas que se daban al otro lado de la frontera a ciudadanos ceutíes poco ha cambiado hasta la actualidad. De aquellos secuestros expres terminaron varios individuos detenidos y encarcelados, pero de estas agresiones pocos resultados concretos se ha tenido. Las víctimas a las que les ha tocado piden que no vuelva a suceder.

Unas agresiones con víctimas muy variadas

Cuando uno lee agresiones de este tipo acostumbra a buscarle una explicación fácil y rápida. El reduccionismo mental impera y la explicación ‘ajuste de cuentas’ ayuda a que cerremos el abanico a otras posibilidades o incluso busquemos garantizarnos nuestra propia seguridad. Pero resulta que no es así. En el caso de Abdelkrim han topado con un trabajador, que nunca ha sido denunciado, que carece de cualquier tipo de antecedente y que nunca ha estado implicado en agresiones. Con trabajo estable en Ceuta, padre de tres niños, vecino de Pasaje Recreo y con abundante familia en Castillejos, ha pasado a ser víctima de una auténtica paliza y, además, terminar señalado por esas generalidades de que todos los que están en el lugar del follón tienen que pagar por ello.
El incremento, sobre todo en los últimos años, de este tipo de episodios deja en entredicho la seguridad existente al otro lado de la frontera pero, también, la fuerza de los canales diplomáticos que deben existir para que los ciudadanos españoles tengan unas mínimas garantías al otro lado. ¿Cómo reaccionaría usted ante una agresión de este calibre?, ¿qué haría en un territorio en el que es posible tener a un detenido herido sin curarle, o en el que hasta para que se le vende una herida abierta hay que pagar?, ¿cabe que una víctima termine señalada en el mismo lote que los auténticos agresores? Son demasiados interrogantes sin respuesta y abundante la hemeroteca en la que ceutíes han terminado siendo atendidos en el Hospital por agresiones ocurridas al otro lado de la frontera y nunca aclaradas como se debiera.
Sacar a la luz este caso supone otra llamada de atención a las autoridades para que aporten la seguridad debida a todos los ciudadanos, más si cabe en una ciudad como Ceuta en la que son abundantes los lazos de unión entre residentes de aquí y vecinos de barrios tan populares como ‘La Condesa’.
La gran mayoría de estos casos no ha terminado con todos los implicados detenidos, muy al contrario, han terminado provocando que sus víctimas opten por no visitar más el vecino país.

En detalle

Las agresiones, en el hospital
El protagonista de esta historia recibió tratamiento en Ceuta y en Cádiz. En el Universitario le cosieron las heridas y trataron de las primeras agresiones, mientras que en el Puerta del Mar le operaron del traumatismo facial padecido. En la imagen, con los hematomas recién operado.

La frontera del Tarajal, que divide también la efectividad policial y judicial.

 

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