Categorías: Opinión

Un acto de sumisión a nuestro Dios

Para mí es un acto de sumisión a nuestro Dios”, dijo la joven Najwa, expulsada del Instituto C.J. Cela de Pozuelo, a modo de justificación por el hecho de vestir el velo islámico. En un principio parece que no hay nada que objetar, pero visto lo que está cayendo con los inmigrantes, o no inmigrantes, musulmanes en la vieja Europa, los dedos se nos vuelven huéspedes. Ya se ha escrito aquí que al ser “teocrática la visión del mundo islámica”, les dificulta, por consiguiente, de algún modo, su integración plena en el cuerpo social que los acoge. Observan, no sin recelo, el mundo que los rodea como algo extraño y agresivo a sus creencias y a su moral tradicional heredadas del núcleo familiar y social. Muchos de ellos ‘pasan’ por las universidades europeas, pero, lamentablemente, la universidad ‘no pasa’ por ellos. Es cierto. Para cerrar el círculo restrictivo, la vestimenta que exhiben, sobre todo las mujeres, parece que las predispone a intimar sólo con las de su misma procedencia religiosa. De ahí a encerrarse en su universo teocrático, familiar y social –gueto–, no hay más que un paso. Todo ello conduce directamente a lo que se ha dado en llamar sociedad multicultural, en la que las diversas ‘comunidades’ se yuxtaponen unas al lado de las otras con sus idearios propios dando lugar, obviamente, a que el cuerpo social se fracture a lo largo de las líneas étnicas que lo forman.
No es dudoso que ‘el terreno de las costumbres’ pasa a ser el terreno privilegiado desde el que lanzar la batalla contra Occidente por encima de los éxitos técnicos de esta civilización, como nos advierte el profesor Antonio Elorza. Y, evidentemente, la mujer musulmana juega, paradójicamente, un papel central  –punta de lanza– en esta batalla contra Occidente. Dice al-Banna, fundador de Los Hermanos Musulmanes, que “hoy los fundamentos de Europa están siendo conmovidos por el amor, el placer, los goces y el lujo”. Pocos comentarios podrían hacerse a tal manifestación. El citado al-Banna en sus escritos hace hincapié, según A. Elorza, en que “el problema de las mujeres ha de ser abordado de modo que puedan tomar parte en el campo del progreso y del desarrollo, debiendo permanecer sin mancilla”. El Islam ensalza a la mujer “como ser respetable, próximo a lo sagrado”, por el contrario, es lugar común que la mujer europea es vista como “objeto de disfrute para el hombre”, concepción no lejos de la mercantilización de la figura femenina. En fin, sería prolijo y acaso tedioso traer otra vez aquí la asignatura pendiente de la mujer en el Islam. Pero de lo que quizá no haya duda es que la islamización de la vieja Europa, con nuestras propias leyes, –véase Ceuta– está en marcha, y que visto lo que sucede en las sociedades teocráticas no dejaría de ser una catástrofe en todos los aspectos. No hace falta ser demasiado explícito, por razones de espacio, pero usted, amable e inteligente lector, podrá sacar sus propias conclusiones si recuerda lo que sucede en Marruecos, Argelia, Libia, Irak, Irán, Pakistán, Arabia, Afganistán, Yemen, etcétera. Y, sobre todo, no olvide que los musulmanes que habitan en el espacio europeo han venido huyendo de sus países de origen  en los que la vida es un infierno.
Esta islamización de España, y de Europa, tiene lugar ante la complacencia de la izquierda –PSOE e IU– que ven con buenos ojos lo que sucede en nuestra sociedad, concretamente, en los barrios de las grandes y medianas ciudades. Socialistas y comunistas se han echado sin pudor alguno en brazos del islamismo. A este respecto, al ministro Gabilondo sólo se le ocurre manifestar sobre el caso Najwa  que “el derecho a la educación prevalece sobre cualesquiera otros derechos”. Esta es la cantinela que aducen, miserablemente, los socialistas  –incluido ‘nuestro’ Aquilino–  para no pillarse los dedos. Lo de IU es para subirse por las paredes. La portavoz de Educación de IU en la Asamblea de Madrid, Eulalia Vaquero, opinó que “la alumna debe continuar en el centro en el que está cursando sus estudios”. Sin embargo, estos chicos de IU se rasgan las vestiduras porque hay crucifijos en algunas aulas. Por otro lado, a la ceguera de la izquierda, se une una sociedad civil amorfa, corrompida activa o pasivamente, y si a esto le unimos la indigencia cultural e intelectual no sólo de políticos, sino de la juventud, resulta que los musulmanes que acceden a Europa, o ya viven en ella, se encuentran el terreno abonado para poner en práctica sus ideas peregrinas sobre el nacional-islamismo.

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