El corazón de Mustafa Al-lal Kaddur dejaba de latir en la madrugada del 2 al 3 de febrero. “Sus ojos se cerraban y mi sonrisa se apagó”, comenta su hija Hanan, que era su ojito derecho. Un hombre de 66 años luchador, que así lo ha demostrado hasta el último momento, aunque no haya podido ganarle esta batalla al maldito COVID-19. Una persona muy alegre y con un corazón enorme.
El centro de su vida familiar y su alegría diaria, ese era Mustafa para Hanan. Ahora siente un vacío enorme. Pero ese sentimiento lo comparten muchos vecinos de Hadú. ‘Mustafa Jolty’ dejó huella en mucha gente, no solo en su familia y eran muchos los que le querían y ahora echan de menos.
Nació en la barriada del Príncipe en el año 1954, pero vivió toda su vida junto a su mujer, Malika Mohamed Ahmed, desde que se casaran en 1976, en el número 5 de la calle Alférez de la Rubia en Hadú, donde nacieron sus 6 hijos y donde le encantaba recibir a sus 16 nietos. Un hombre muy familiar, que “odiaba ver la casa vacía”.
“Cuando veía que no iba gente a casa, organizaba reuniones, fiestas o comidas familiares porque a él le encantaba tenernos a todos siempre allí”, recuerda.
Toda su vida fue un luchador y se dedicó a varias cosas para sacar adelante a su familia, aunque su pasión eran los viajes. “Siempre se dedicó a trabajar en agencias de viajes porque las ventas y el turismo eran su vida. En los últimos 15 años se dedicó a llevar gente de aquí de Ceuta a La Meca con la agencia Almina Tours. Se iba dos o tres meses antes del viaje a Arabia Saudí y organizaba todo, luego venía y se iba con los turistas y después se quedaba otro mes allí para pagar todas las facturas, excursiones, hoteles y todo. Pero él estuvo siempre en el mundo de los viajes desde que éramos chicos”.
No le tocaba irse tan pronto ni merecía irse así. Hanan jamás imaginó que su padre se iba a ir de esta manera y que no podrían despedirse de él. “A mi padre es muy difícil describirlo. Era una persona maravillosa que se desvivía por todos. Le gustaba mucho la playa, comer en restaurantes, era un fanático del pescado y le gustaba mucho disfrutar de la vida. Yo al ser la primera hija, estaba muy unida a él”.
Mustafa fue uno de los ceutíes que se quedó atrapado en Marruecos tras el cierre de la frontera en marzo. “Le daba mucho miedo el tema del COVID y no quería venirse en barco ni avión ni nada, pero hace 15 días me llamó y me dijo que se venía”, cuenta. Así fue, el día 22 cogió un vuelo desde Tánger a Málaga para volver a Ceuta.
Sin embargo, fue a los tres o cuatro días cuando comenzó a tener síntomas, el martes 26. “Empezó a sentirse muy mal, pero no tenía fiebre, solo diarrea y pensábamos que era de una medicación nueva”. De ahí que el día 29 decidieran llevarlo al Hospital Universitario de Ceuta, donde le hicieron la prueba y “dio positivo”.
Un hombre dulce e inocente que siempre quería agradar a todos y generoso de corazón que pidió no ir a la UCI “porque estaba consciente y sabía que iba a morir”.
“Se lo dijo a su neumólogo que no lo subiera a la UCI y hasta donde aguantó”. Tras cuatro días en Observación, en la madrugada del 2 al 3 a las cinco de la mañana dejó de respirar y falleció. Su recuerdo, no obstante, no se esfuma en la memoria de Hanan ni en Hadú.
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