El pasado 27 de julio se autorizó el entierro de un inmigrante argelino cuyo cadáver había sido encontrado cinco días antes en la playa del Tarajal. Ese mismo sábado recibió sepultura en el cementerio de Sidi Embarek sin identificación. La misma jornada en la que se enterró a otro hombre residente en Francia, sin haberse gestionado la localización de sus familiares que se enteraron de lo ocurrido días después.
La falta de un depósito donde mantener los cuerpos durante un tiempo concreto provoca que los enterramientos de personas no identificadas se lleven a cabo a contrarreloj. Siendo Ceuta ciudad frontera, escenario de cuantiosas muertes de inmigrantes cuyos cadáveres son hallados sin documentación, debería estar preparada para aguantar un tiempo concreto al objeto de conseguir agotar todos los trámites posibles. No es así. Las neveras de la sala de autopsias son escasas -solo hay dos- y además no funcionan como deberían -una siempre presenta problemas para garantizar la conservación del cuerpo-. Hay casos en los que se han utilizado las neveras del Hospital Universitario para depósito de cadáveres. Estas circunstancias extremas a las que nunca se ha querido poner remedio llevan a que se produzcan casos en los que los familiares del fallecido aparecen cuando ya han sido enterrados.
La autoridad judicial, ante casos de cuerpos hallados en muy malas condiciones, ordena que el entierro se haga de forma rápida. Ha habido situaciones en las que se ha esperado hasta 15 días, pero no es lo habitual. En el caso del último argelino enterrado, sus familiares han informado solo dos días después que querían desplazarse a Ceuta para recibir el cuerpo y poder darle sepultura en Argelia. Ya ha sido demasiado tarde. En el caso del marroquí hallado muerto en un hostal, siendo residente en Francia, ni tan siquiera se contactó con la familia para hacerse cargo del cuerpo. Solo en Ceuta se autorizó judicialmente la exhumación de los restos de un senegalés enterrado en Santa Catalina cuyos parientes aparecieron, al igual que en los casos anteriores, solo días después del entierro.
A pesar de que los casos no son aislados, Ceuta sigue sin dar un paso adelante para disponer de un mínimo de neveras en depósito que pudieran garantizar el mantenimiento de los cadáveres ante posteriores reconocimientos. Es una batalla perdida, que demuestra una falta de sensibilidad ante situaciones repetidas en demasía en la Frontera Sur de Europa.
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