El 31 de mayo celebraba Clint Eastwood su 94 cumpleaños, con el buen humor y la buena genética que le caracteriza y, acercándose a una edad más propia de árbol que de persona, entre lógicos rumores de retirada del cine, aunque hace décadas ya que se viene diciendo, probablemente desde antes de Sin perdón, nadie se imaginada que aquello no había hecho más que comenzar…
El caso es que, por los evidentes motivos, esta vez sí que parece más fundada la cosa, se viene diciendo hace tiempo que Jurado número 2 va a ser la última de su filmografía, algo que nunca podemos llegar a tener del todo claro si conocemos la personalidad del nonagenario último gar director clásico vivo. Sin embargo, se oían y leían afirmaciones al respecto tan excesivamente categóricas como casi luctuosas, del tipo “testamento cinematográfico”, “colofón al legado”, o “su última sesión”. Y el hecho irrefutable, señoría, es que Eastwood ha manufacturado cuando ya no se le creía capaz de ello por pura lógica con esa edad, una película excelsa con la suficiente carga de profundidad como para estar hablando de ella y de su brillante guión durante una semana. Intentemos resumir destacando un planteamiento de sumo interés como el de la duda razonable, la delgada línea entre justicia e injusticia que separa a un jurado popular no necesariamente preparado para llegar a cierto tipo de conclusiones, y la culpa como telón de fondo. Con películas como “Matar a un ruiseñor” o “12 hombres sin piedad” sobrevolando en el ambiente, el interesante thriller nos pone en la circunstancia de ver a un hombre normal y corriente, a punto de convertirse en padre de familia, enfrentándose a un muy serio dilema moral que podría llevar a un presunto asesino a la cárcel… o a ser declarado inocente.
Decía el gran Alfred Hitchcock que una historia no debe ser necesariamente creíble, sino que debe llegar y entretener al público, y subrayando esta misma afirmación pone el argumento de esta película al protagonista (Nicholas Hoult), en una circunstancia casi inverosímil por lo improbable, pero de privilegio a la hora de decidir sobre el futuro inmediato de una investigación por homicidio. El asunto es que el tipo ni quiere dicho privilegio ni cuenta todo lo que sabe…
Se trata de un thriller rodado, paradójicamente, con pulso firme, con sentido crítico, y con la sensación final de que las cosas son como son y como tienen que ser, tras una historia que tras las repetidas casualidades que ubica al espectador en un thriller en toda regla, va encauzándose con suavidad hacia el drama político y judicial al más puro estilo del (buen) cine de siempre.
El Eastwood que más ha aportado a la historia del cine sigue aquí, sigue en forma y sigue engordando con otra nueva joya una filmografía simplemente inigualable. Me apunto a cuantas últimas sesiones se le antoje rodar a la criatura…
Puntuación: 8
corleonne76@yahoo.es
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