Opinión

Ubi sunt?

En casi todos los ámbitos de la vida estamos asistiendo a un empobrecimiento ético e intelectual, algo que debería disparar todas las alarmas. Sin embargo, la indiferencia reina con extremo absolutismo.

Lo yermo es una dominante en lo que, antaño, fue fértil y hasta vanguardia en el mundo del pensamiento. En la actualidad, sobrevivimos con recuerdos de los rebeldes pensamientos de José Luis Sampedro, la agria poesía de León Felipe, los versos de denuncia de Gabriel Celaya o la melodiosa prosa de José Agustín Goytisolo. Atrás se nos quedaron Camus, el argelino libertario, el gran Brassens, siempre a cuestas con su modestia y su guitarra, Labordeta clamando que “habrá un día en que todas, al levantar la vista, veremos una tierra llamada libertad” o la anarquista Federica Montseny que, siendo la primera mujer ministra de Europa, legalizó el aborto e impulsó las políticas de planificación familiar casi 60 años por delante de su tiempo. Obviamente, son un ínfimo fragmento de quienes llenaron de vida nuestra sociedad, con esa capacidad de ser saber ver donde las demás sólo alcanzamos a mirar.

Y ahora, la nada.

Nuestra referencia sigue estando en el pasado, sin un atisbo de futuro y con un presente inexistente.

Aún nos quedan, como una especie en vía de extinción, las andanadas de Daniel Cohn-Bendit (protagonista del Mayo del 68 francés, otra pretérita referencia más) que arremete, con inteligencia e integridad, contra un Poder que, como una implacable araña, teje cada vez con más fuerza su sutil tela sobre nuestros cerebros hasta dejarlos prácticamente lobotomizados.

Obviamente, tampoco podemos olvidar a Chomsky,  lingüista, filósofo y activista estadounidense y profesor emérito del MIT. Pero poco más.

Esta merma de referencias intelectuales, que no de gurús iluminadas sedientas de mando, hace que poco a poco vayamos perdiendo el Norte y el Sur de la utopía, despreciando el concepto como una imbecilidad trasnochada. Corren malos tiempos para las librepensadoras.

Con suma habilidad nos están adiestrando, haciéndonos engullir ideas prefabricadas en alienantes programas de televisión o con informaciones intencionalmente dirigidas para que aceptemos la fusta como mal menor frente a la cuerda de presos o al garrote vil. Avanzamos como los cangrejos.

Además, como bien apunta –como siempre- mi mañica preferida, quienes dirigen de verdad el sistema educativo no tienen ningún interés en que se enseñe a razonar en las aulas, castrando de raíz el pensamiento crítico. Esto conlleva que las nuevas generaciones no echen en falta una referencia intelectual, algo que, consecuentemente, nos adentra cada vez más en un mundo de sofisticada semiesclavitud, o esclavitud a secas. El medievo acecha.

Inmersas en tanta podredumbre, ni se produce ni se busca ese punto de apoyo filosófico que permita mover el mundo. Y de eso precisamente se trata. Domándonos para lograr que despreciemos la importancia y terrible fuerza de las palabras, que aborrezcamos el mundo de la reflexión y el universo de la Razón y despreciemos miserablemente la revolución que supone el librepensamiento, nos vemos abocadas a recorrer, obedientes todas, el sendero que lleva a la mansedumbre.

La involución es ya un hecho palpable, porque toda dictadura empieza por la aniquilación de la capacidad de reaccionar, pluma en mano, ante las barbaries y las injusticias. En ello están.

Claro que siempre podrán argumentarnos que tenemos libertad de pensamiento, pero ¿de qué sirve esa libertad si no existe el pensamiento si no es para transformarse en una oruga del dogma de turno?

Ha llegado el momento de preguntar, como lo hacían los clásicos: “Ubi sunt?”. Sí, dónde están las que, a base de trazos, hojas caligrafiadas o hechos, son capaces de iniciar el movimiento de un cambio que restaure los principios básicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Desgraciadamente, mucho me temo que se necesitará más de una generación para restablecer lo perdido.

¿Y mientras tanto, qué?

Si nadie lo evita – y no parece que se esté por la labor- , se repetirá el irremediable y cíclico exilio hacia una Sudamérica (concretamente Uruguay, yo me entiendo) siempre dispuesta a recibir, con el corazón abierto de par en par, lo que Europa se niega a entender.

Quizás sea bueno caer en la cuenta de que cuando la razón muere en las cunetas de la indiferencia, la violencia, venga de donde venga, campa a sus anchas. El “muera la inteligencia, viva la muerte” parece hoy más vigente que nunca y no son, precisamente, las que luchan por una sociedad fraternal las que van a salir beneficiadas de esta rancia pero actual corriente. Una vez más.

Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene. Pero, si como chillaba Blas de Otero, pretende que le quede la palabra, hora es de ponerse a trabajar para invertir la marcha de la opresiva maquinaria del poder que nos cercena la posibilidad de ver más allá de una pantalla de plasma.

De lo contrario, siempre le quedará la posibilidad de preguntarse Ubi sunt? Pero ya a esas alturas, preguntar dónde estarán las que son capaces de ser críticas con el sistema será demasiado tarde. Si no lo es ya.

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