Velo, hiyab, sumisión, opresión, machismo…..menudos batiburrillos han hecho algunos estos días. Todos tenemos derecho a opinar, pero cuando uno da su opinión debería intentar hablar con cierto conocimiento de causa y sin caer en el error de decir muchas sandeces sin fundamento. A mi me puede gustar más o menos algo, o alguien, pero lo respeto, siempre y cuando el derecho de los demás a hacer lo que les plazca no limite mi libertad para hacer lo que me plazca a mi (esto que muchos damos por supuesto, parece ser que no lo es para un sector de la sociedad) . Es tan simple como eso. ¿Atenta contra el orden público que una mujer lleve un pañuelo en la cabeza? No. Sobre todo cuando lo lleva desde la libertad de elección.
Me sería imposible defender que una mujer lleve un pañuelo por imposición en un país democrático, pero si lo lleva desde la libertad ¿dónde está el problema? ¿por qué desagrada tanto? Sé que la asociación de ideas, que suelen vender algunos demagogos, de lo negativo unido a cualquier cosa relacionada con los musulmanes está bastante arraigada en algunos foros, pero no se puede caer tan estúpidamente en hacer juicios valorativos a la ligera, como los que se han protagonizado a lo largo de la semana pasada otra vez por el velo. “Es un símbolo de opresión a las mujeres y de sumisión a los hombres que hay que prohibir….” Dicen algunos “eruditos” que pretenden erigirse en salvadores de no sé quién, cuando, tal vez, lo que pretenden es salvarse a sí mismos de sus propios miedos y prejuicios. Desgraciadamente, en la sociedad del prejuicio es lo que hay.
Personalmente me duele y me ofende, que, visto lo visto, y oído lo oído, por muy española que seas, aunque tengas formación, aunque seas una persona tan libre como cualquier otra, si llevas un pañuelo en la cabeza (y a veces aunque no lo lleves) siempre serás considerada una…...persona diferente.
No estamos hablando de ir al rescate de todas las mujeres que viven en países tercermundistas, que por desgracia son muchas y de distintos colores y creencias; hablamos de mujeres tan españolas como cualquier otra (¿o no?) pero con una identidad cultural o una opción religiosa distinta a la de la mayoría.
A ti no te gusta mi pañuelo, vale, pues puede que a mi no me gusten tus mechas, ni la cruz que lleves al cuello, pero, sin embargo, te respeto e intento ver a la persona que hay detrás de ello.
La opresión que sufrimos las mujeres, va mucho más allá de trozos de tela; abarca los prejuicios y los lastres que arrastramos y que nos tienen por inferiores en cuanto a nuestra capacidad de trabajo, pasa por tener que trabajar el doble para llegar la mitad de lejos que cualquier hombre y desemboca en una sutil y políticamente correcta desigualdad en muchos ámbitos de nuestras vidas, esa es la verdadera discriminación que tenemos que combatir.
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