Nos levantamos temprano, aún no ha sonado el despertador pero la noche fue insomne. Darle vueltas a la cabeza, charlar con emociones encontradas, los muedos y las inseguridades. Las horas en blanco son eternas: nervios, ansiedad, levantarte mil veces, beber agua sin sed y comer sin hambre.
Estamos tristes, y no es por nada concreto y puntual, es una emoción que se apodera, una neblina de madrugada blanca, opaca, densa, húmeda y gélida.
Repasamos qué ha sido de nuestra vida, las gentes que hemos conocido, los amores y desamores, las pasiones truncadas y los sueños rotos.
La tristeza es viscosa, no se expresa, se expande por todos los poros de tu cuerpo, se invisibiliza, no deja huella, te persigue, la sientes a tu lado aunque no haya nadie ni nada. Sin avisarte comparte tu trabajo, los libros que lees, lo que escribes, una llamada telefónica o un café eterno que no quieres acabar.
La decepción, el apego y el desapego, el cansancio de los años, los recuerdos, la melancolía que abre ventanas para contemplar paisajes difuminados en la memoria.
Sentirse triste es estar preso, herido, deshabitado, ausente, flotando sin dirección a expensas de la ventisca.
Y así nos aparece la tristeza en la belleza, en un beso, en una caricia, en un poema, en un viaje a cualquier sitio, en una conversación, en las lágrimas que no se derraman.
Los estados de ánimo son como las olas, las mareas, las tormentas, la nieve de un invierno imaginado.
Bailar con ella, vestirse de ella, recitar por ella, escribir sobre ella, presentarse ante ella y abrazarla. El secreto es convencerla para que nos muestre el camino a la felicidad, aunque se niegue una y mil veces a confesarlo.
Joan Manuel Serrat, último premio Princesa de Asturias de las artes, con una voz deshilachada y jalonada en la garganta volvió a hablarnos de ella:
"Uno se cree
Que nos mató el tiempo y la ausencia
Pero su tren
Vendió boleto de ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón, en un papel
O en un cajón
Como un ladrón
Te acechan detrás de la puerta
Te tienen tan a su merced
Como hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y nos hacen que
Lloremos cuando nadie nos ve”.