No son pocos los que se alegran del fracaso de asistentes al Primero de Mayo. Yo me alegro también, porque me dan la posibilidad de conocer la torpeza de los que creen que la debilidad de los sindicatos son su propia fortaleza. Muchos son los encargados de un sistema que los encumbra a una posición económica placentera, pero desconocen que en unos años sus hijos, nietos o ellos mismos, pueden ser víctimas de su júbilo.
Sus hijos van a buenas universidades, pero cuando terminan se apuntan a la larga lista del paro, se marchan a otros países o encuentran un empleo de mil euros cuando el anterior cobraba tres mil por realizar la misma labor. Esos que se alegran de la falta de asistencia al Primero de Mayo son los que critican que sus hijos con carreras y máster no encuentran empleo o cuando lo consiguen son explotados por empleadores que les ofrecen mil euros y largas jornadas de trabajo. Si quieres lo aceptas, si no, hay treinta mil más.
Los sindicatos deben admitir el fracaso, porque admitirlo los fortalece y pueden encontrar las causas de la falta de asistencia a una Fiesta que es y debe ser, un homenaje a los que consiguieron una jornada laboral digna, un salario justo y los derechos laborales que ahora conservamos. Esos son nuestros padres y abuelos.
Las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla están a la cabeza del desempleo, pero las familias sobreviven gracias al empleo público y a los muchos planes de empleo. Esta realidad provoca que una tragedia social como el desempleo, sea simplemente, una visión distorsionada de la realidad de ambas ciudades. Esto que apunto puede ser una teoría -cierta o errónea-, pero no encuentro otra explicación a tanto pasotismo en unas ciudades señaladas por el desempleo. Podemos hablar de puentes, pero para irse de puente hay que tener dinero y "sin dinero ya no hay rock and roll", ni puente, como dice la canción.
Hay realidades que requieren un estudio más profundo de las cosas. Esto me lleva hablar de las últimas elecciones al Consejo de la Guardia Civil para buscar una explicación de la poca participación de los guardias civiles en unas elecciones en la que su esfuerzo para ejercer su derecho al voto se limitaba a bajar a las dependencias de su Unidad e introducir la tarjeta en un ordenador o rellenar un documento. Ese era el único esfuerzo que requería.
Habrá quien pueda pensar que pueden sentirse desilusionados con las Asociaciones de Guardias Civiles, pero eso es imposible, porque los guardias civiles somos el colectivo de trabajadores o funcionarios, como gusten llamarnos, que más derechos laborales y sociales hemos conseguido en la ultima década. Hoy los guardias civiles disfrutamos de los mismos derechos que los funcionarios públicos. Hace años hablábamos de la falta de una jornada laboral digna, la tenemos; de una orden general de vacaciones y permiso pésimas, ahora disfrutamos de la misma que los funcionarios; denunciábamos un régimen disciplinaria poco garantista, ahora disponemos de uno muy garantista. ¿Cuál es el motivo de la pésima participación en las elecciones al Consejo?.
Trasladar toda la responsabilidad a los compañeros sin hacer un juicio crítico de los motivos de la falta de participación es un error, porque hay que asumir que mucha apatía está motivada por la incapacidad de trasmitir a los compañeros los valores y lo que debe ser una Asociación de Guardias Civiles. Para mí, no es otra que, defender los derechos de los compañeros cuando los compañeros se merecen ese calificativo "compañeros". Un compañero no es un Guardia Civil que desprestigia al Cuerpo con un comportamiento impropio de la condición de Guardia Civil, de funcionario público o de un simple ciudadano de orden. Pero de esto tendríamos mucho que hablar y hoy no es el día.
Yo sólo espero que la sociedad no caiga en desgana, porque como decía el bueno de Marcelino Camacho "Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar" y el compromiso con los derechos y libertades de los trabajadores españoles, no es otra cosa, que un compromiso con los valores constitucionales de nuestra Carta Magna. Y estos valores no nos pueden causar indiferencia.
Como bien saben los dirigentes sindicales, no estuve el Primero de Mayo por tenerlo expresamente prohibido por mi condición de Guardia Civil, pero mi respeto y admiración a todas las organizaciones, no es otra cosa, que el agradecimiento eterno de lo mucho que habéis ayudado a los guardias civiles en nuestra lucha por conseguir lo que hoy día tenemos. Una ayuda desinteresada y sin esperar nada a cambio. Eso es lo que encuentran los trabajadores cada vez que acuden a vosotros.
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