Opinión

“Tres decenios de operaciones de paz, más allá de las fronteras patrias”

Transcurría el día 3 de enero de 1989, cuando para España se estrenaba un lugar hasta ahora inexplorado o tierra ignota, no solo por los principios de operatividad en las Fuerzas Armadas, sino, igualmente, en cómo reaccionaría tanto la ciudadanía española como otras poblaciones y estados de la Tierra, ante nuestra irrupción por vez primera en estas operaciones.
En apenas escasísimo tiempo y ante una prueba altamente positiva, nos aventurábamos en acciones que aglutinaban un vasto espectro de misiones. Llámense mantenimiento, construcción, imposición o asistencia humanitaria en toda una sucesión de escenarios y entornos incógnitos. Muchas de ellas, conjeturaban nuevos desafíos producto de las dificultosas realidades y no siempre concatenadas a operaciones de mantenimiento de la paz, siendo franqueadas desde las matanzas de Ruanda a la captura de piratas somalíes, estados fallidos, insurgencias y toda una selección de prácticas terroristas.
Y es que, al proyectarnos de cara al exterior nos pudimos comparar con otros ejércitos y profundizar en las debilidades y fortalezas, descubriendo que a base de empeño y entrega, partíamos de un nivel que sucesivamente nos llevaría a conquistar la capacidad de adaptarnos a diversas coyunturas. Ahora, sin darnos cuenta, la Fuerzas Armadas Españolas habían evolucionado suficientemente, como para dejar de ser un Ejército íntegramente territorial y convertirse en uno de proyección, implementándose en una herramienta de ‘Acción Exterior del Estado’, en defensa de los intereses nacionales y en cumplimiento de los compromisos contraídos.
Los infinitos trechos caminados nos irían mostrando por sí mismos nuestra naturaleza de ‘Marca Hispana’, porque el inagotable, continuado y acérrimo encaje en la implicación por la paz de España ante sus aliados, como socio fiable, comprometido y dispuesto, nos hizo ser uno de los actores más impertérritos y con más misiones internacionales que se hayan forjado sobre sus espaldas.
A una representación comedida en este tipo de misiones en los años iniciales, le acompañaron otras con una intensificación sustantiva.
Prueba de ello lo corrobora, los ciento sesenta mil militares que han intervenido en más de ochenta misiones distribuidas a lo largo y ancho del planeta y que ha sido y es, un mecanismo soberano para fraguar la generosa, afable y virtuosa imagen de España ante los ojos del mundo.
Hombres y mujeres que bajo una misma bandera, han ido redimiendo su encargo con positivismo, profesionalidad y un alto espíritu de servicio, incrementando sus intervenciones en el exterior, siempre bajo el mandato de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Europea (UE).
Tres décadas, que han dado para mucho, desde que se originara el primer despliegue de efectivos españoles en una operación de paz, en el marco de la ‘Misión de Verificación de Naciones Unidas’, por sus siglas UNAVEM, en Angola, establecida el 20 de diciembre de 1988 por la Resolución 626 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Una misión que ha pasado a ser memorable al desarrollarse en 1989 y finalizar en octubre del año 1991, donde se desplegaron los tres primeros cascos azules españoles, tras comprobarse el redespliegue hacia el norte de los guerrilleros cubanos enviados por Fidel Alejandro Castro Ruz, más conocido como Fidel Castro y, luego, efectuar su retirada categórica.
Por aquel entonces, se desplegaron setenta oficiales de diez naciones, entre ellas, España, cooperando con un total de veintiún observadores militares, que paralelamente irían pasándose el testigo.
Entre las funciones materializadas dignamente, hay que hacer referencia a la vigilancia de aeropuertos y puertos para la inspección de las entradas y salidas de las fuerzas de Cuba, o la realización de patrullas para garantizar que estas no se excedieran del paralelo establecido.
UNAVEM, se convirtió así, en la primera de las señas de identidad entre las muchas otras tantas, que, irían computándose en nuestro casillero, signo indudable de la eficacia de las tropas españolas y del elevado reconocimiento internacional que progresivamente estaban adquiriendo.
Desde aquella lejana misión angoleña, hasta el extenso y prolongado trajinar de nuestros días en el trecho de las misiones en el exterior, lógicamente, poniendo su granito de arena y en la mayoría de las ocasiones infinitamente más, le han serpenteado otras como Letonia, Macedonia, Nicaragua, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán o Líbano, donde, hoy por hoy, es posible vivir con menos amenazas. Del mismo modo, muchos de nuestros soldados han sido desplegados hasta recalar en lugares tan distantes como Chechenia, Albania, Moldavia, Georgia, Haití, Indonesia, Pakistán, Kurdistán Iraquí, Nagorno Karabaj, Turquía, El Salvador, Guatemala, etc.
Incluso, han alcanzado el Cuerno de África, donde España es uno de los más envidiables colaboradores en la Operación EU NAVFOR o Atalanta, luchando en el Océano Índico contra la piratería.
Tampoco ha sido menos, la responsabilidad dispuesta por el Ejército de España en la pugna antiterrorista, apoyando misiones de paz en el Sahel y Somalia, donde opera el grupo yihadista Harakat al-Shabaab al-Muyahidin, también conocido como Al Shabad, que comete atentados en Kenia.
Sin obviar, que el continente africano es un espacio fundamental para los militares españoles, que han llegado hasta Mali, Etiopía, Gabón, Senegal, República Centroafricana, Yibuti y ocasionalmente a Mozambique, Cabo Verde, Túnez o Argelia.
Pero, mismamente, han dejado su estela en la República Democrática del Congo, Chad, Uganda o Libia.
Al mismo tiempo, España ha ambicionado obtener más protagonismo en la OTAN, interviniendo en la ‘Policía Aérea del Báltico’ con cazas resguardando el medio aéreo, o propiamente, en Letonia con la ‘Presencia Avanzada Reforzada’.
Ambas labores de elevada servidumbre, como disuasión ante las intimidaciones de la Federación de Rusia. Sin eludir, a sus ‘Agrupaciones Navales Permanentes’ SNMG y SNMGMC, como elementos básicos de las Fuerzas de Respuesta Muy Rápida.
Entre las misiones que se han incorporado a esta dilatada relación, están Irak, como parte de la ‘Coalición Internacional’ con el Dáesh; o la Operación EUNAVFOR MED o Sophia, con la que la UE intenta desdibujar las redes de tráfico de inmigrantes que atraviesan el Mar Mediterráneo; o Colombia, para confrontar el proceso de paz.
Sin lugar a dudas, las misiones del Líbano (2006-2019) e Irak (2003-2019), han sido clasificadas como las más nutridas en cuanto al número de efectivos partícipes.
Como se acaba de referir, España no concurre únicamente como punto de lanza en misiones respaldadas por instituciones como la OTAN, ONU y UE, o en iniciativas multinacionales como la ‘Coalición de Apoyo’ a Irak, sino que, asimismo, desempeña importantes esfuerzos de cooperación bilateral con estados aliados. En esta disyuntiva, se enfatizan los dos destacamentos con los que nuestro país y Francia trabajan en África, proporcionando transporte táctico y logístico a Gabón y Mali desde Senegal, con la misión RCA - OP A/C. Con estos dos contingentes, las fuerzas aéreas española y francesa apoyan a las operaciones francesas y a la UE, respectivamente.
En los procedimientos anteriormente puntualizados, las Fuerzas Armadas Españolas han acomodado capacidades militares propias con equipos terrestres, navales y aéreos, maniobrados extraordinariamente por el Mando de Operaciones. Idénticamente, han desembocado otras tantas operaciones en esta larga travesía, en las que nuestra bandera está encarnada por contingentes que se han optimizado apropiadamente con una dotación competente y especializada y con numerosas misiones de mando y control en sus hojas de servicios.
Indistintamente, España también ha creído pertinente, optar por la aparición en solitario en teatros operacionales concretos, en un contexto de seguridad cooperativa. Esta es la argumentación de la misión desarrollada en Cabo Verde y Senegal, trabajando con los representantes senegaleses en la lucha contra el crimen internacional y en menesteres de asesoramiento y ayuda naval.
Es representativo percatarse, que el mes de julio de 2017 pasaría a ser un momento histórico para España, porque nuestras Fuerzas Armadas se hallaban desenvueltas en dieciocho operaciones. Algo, completamente inaudito.
Esto daría a comprender el brío y atrevimiento de planeamiento y sostenimiento logístico habido, que en compensación acreditó la calidad de adiestramiento de los militares españoles y el mantenimiento de sus medios, consiguiendo horizontes objetivamente impensables.
En otras palabras, esta cota de aplicación impulsaría a las milicias a estar en plena forma. Posiblemente, con las operaciones en Afganistán, Líbano y en el Cuerno de África, España rubricaba con creces su retrato en la sociedad internacional como patria experimentada, segura y solidaria, con la que se puede contar y que conserva sus compromisos en muy diversos escenarios; no solo en condiciones de relativo desahogo en cuanto a los movimientos sobre el terreno, sino en ambientes inescrutables que pueden presuponer costes humanos, económicos y políticos.
En resumidas cuentas, cuantiosas misiones esculpidas en cuatro recónditos continentes, tres indefinibles océanos y un sin número de mares insondables, que han curtido las mentes y corazones de las Fuerzas Armadas Españolas, hasta modernizarse en consonancia a otros ejércitos de la OTAN y la UE y, lo más significativo, la amplia admiración de sus conciudadanos, que han podido vislumbrar la transferencia de ideas y valores asentados en la honestidad, integridad y lealtad, ponderados en la excelencia personal y el trabajo en equipo.
Debiendo caer en la cuenta, que los primeros años de apertura fueron más bien, de toma de contacto con las misiones en el exterior y las operaciones internacionales de paz en las que España se implicó de lleno, respondieron a la dinámica de la última etapa de la Guerra Fría (1947-1991).
Durante la Post-Guerra Fría y el denominado intervalo unipolar, España entró con soltura en múltiples operaciones, tanto de mantenimiento como de imposición, con la premisa de construir un mundo mejor a partir de la defensa de los derechos humanos.
Prendido en este párrafo del pasaje, al igual que precedentemente se ha destacado la primera misión en Angola, allá por el año 1989, que abriría el frontispicio de esos soldados que sublimaron el deber apremiante de ser los constructores de la paz y el baluarte de la seguridad por el bien de todos, tristemente, años más tarde, en 1993, hubieron de abrirse las puertas del cielo, porque, por esta noble causa contribuyeron nuestros caídos, como destello de esa España que todos aguardábamos e imaginábamos como la mejor.
Valga como ejemplo glorioso, la causa por el que pereció el primer soldado español en una misión humanitaria; me refiero al teniente don Arturo Muñoz Castellano, cuando una granada de mortero le sorprendió explotándole, en su intento de proceder a suministrar plasma y medicamentos en un hospital de la Ciudad de Mostar, en Bosnia, entregando su vida dos días después, en el Hospital Gómez Ulla de Madrid.
De igual manera, en 2007, la soldado doña Idoia Rodríguez Buján, se convertiría en la primera mujer fallecida en misiones en el exterior, tras detonarle una mina de alta potencia en las proximidades de Shindand, en el sur de la demarcación afgana de Herat.
Desde la primera fecha aciaga que desafortunadamente se iría extendiendo, la última cuantificación oficial eleva la cifra a ciento ochenta y seis soldados españoles que han perecido lejos de nuestras fronteras, mientras desempeñaban actividades humanitarias y de seguridad internacional en diferentes contiendas.
Por lo tanto, estas líneas no han pretendido hacer un recorrido pormenorizado por cada una de las operaciones que han dispuesto que nuestro país atesore un inmenso legado humanitario, sin soslayar, el incalculable honor de haber participado tan brillantemente en sitios tan dispares; pero sí, afirmar, que el paradigma de seguridad ha variado notablemente y que España ha entendido a la perfección, la reconfiguración del orden mundial.
Una mirada retrospectiva al pasado tras estos treinta años fuera de la geografía española, para ofrecer lo mejor de sí con magnanimidad, entendiendo un presente con futuro para afrontar los innumerables retos que ello ha obligado a los Ejércitos de España, a dotarse de las personas más capaces, dispuestas y dadas al espíritu de servicio más refinado.
Este sería a groso modo, la radiografía de nuestras Fuerzas Armadas que han actuado y continúan actuando magistralmente en las muchas misiones de paz, consecuencia de la modernización de los Ejércitos de España.
Sin embargo, últimamente, las variables acontecidas en la órbita internacional y el carácter de los conflictos armados que se intensifican a más no poder, han puesto en jaque la necesidad de las Operaciones de Mantenimiento de la Paz, para que se encaren con las mayores garantías y a tenor de las particularidades de cada país.
Hoy, estas operaciones son un instrumento determinante en la estrategia integral, al establecer un paso cardinal para que éstas puedan replicar con mayor validez y flexibilidad a los envites procedentes de la nueva tipología de conflictos, que por otro lado, se hacen más complejos por la gran convergencia de factores y actores.
Desde entonces, a golpe de experiencia acumulada y con el apoyo de las tecnologías, la aportación de las Fuerzas Armadas Españolas en participaciones desplegadas en el extranjero han mejorado de forma destacada, con el denominador común de abrazar los lazos de la población civil.
Una colaboración singular como la de España, que ante todo, pretende cristalizar el compromiso político con la paz y la seguridad internacional, armonizando a la par el sistema de las Naciones Unidas.
Estratégicamente, el análisis que de aquí se puede extraer, dispone de varios indicios. Primero, el esfuerzo militar español materializado más allá de las fronteras patrias, demuestra la apuesta firme por la seguridad compartida en el círculo de las organizaciones internacionales, que surten sinergias y recursos y la consecuente legitimidad ineludible, para emplear la fuerza proporcionalmente y con moderación, previo aviso y simplificando a los mínimos, tanto los daños como las lesiones.
Segundo, España ha estimado oportuno conservar el espíritu multilateral o de relaciones bilaterales; en este aspecto, quedan perfectamente constatados los despliegues hispano-franceses o los acuerdos hispano-norteamericanos sobre el empleo de la Base Naval de Rota, también conocida como NAVSTA Rota.
Pero, el diagnóstico geográfico de los despliegues, ofrece indudables síntomas del acercamiento estratégico español a la seguridad internacional y a nuestra seguridad nacional. Siendo el tramo de mayor trascendencia para España, el formado por el Mediterráneo, el Sahel y la cara Atlántica de África, o lo que es igual, el llamado ‘Flanco Sur’.
Consecuentemente, queda clara la recomendación formulada a la vista del mapa de despliegues militares españoles: la OTAN, cuenta desde todos los conceptos con España, porque es un miembro sólido y plenamente implicado con la seguridad.
Finalmente, este texto quedaría totalmente inconcluso, sin una voz que denote la infinita gratitud y el reconocimiento para aquellos hombres y aquellas mujeres que han servido en el exterior con entereza, ofreciendo lo mejor de sí y donando el don más preciado: la propia vida; recordando especialmente a cuántos nombres propios han regado con su sangre tantísimas tierras extrañas, para que reine la paz y despunte la libertad.

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