Les separan casi dos décadas de servicio, pero ambas comparten una vocación de atención al ciudadano y un orgullo de pertenencia al
Cuerpo. La agente Gema Del Real, de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial (promoción del 92) y la agente Ana Rosa García, de la Compañía Fiscal (promoción del 2008) son dos de las ocho mujeres que esperan al equipo de FAROTV en el patio de la Comandancia General de Ceuta. Sus historias, bien diferentes y dispares, son la narración perfecta del cambio y la evolución que ha experimentado el Instituto Armado desde que abriese sus puertas a las primeras féminas hace tres décadas. Han sido treinta años de avances en los que la Guardia Civil ha caminado al compás de la sociedad. Desde aquellos momentos iniciales en los que los ciudadanos miraban a las agentes con mezcla de sorpresa, curiosidad o, incluso, recelo. “Éramos como un elemento exótico”, apunta Del Real. Hasta el actual, en la que nadie cuestiona su valía porque con creces la han dejado patente en cada uno de los días transcurridos desde su incorporación. “A mí han llegado a decirme, ¡Qué alegría encontrarme con una mujer! Mucha gente te lo agradece”, comenta Vanesa Álvarez (promoción 2008) de la Compañía Fiscal.
Inicios duros en los que las mujeres estaban "en el punto de mira"
Junto a Del Real, Alicia Contreras (promoción del 93) es de las ‘caimanas’ en Ceuta. Sus relatos dejan patente unos inicios “duros” en los que estaban “en el punto de mira”. Como suele ocurrir, los primeros pasos de esa promoción de mujeres pioneras no fueron fáciles. Abrían camino en un terreno hasta entonces reservado únicamente a los hombres. “A algunos le faltaba tirarte cacahuetes cuando te veían, porque incluso venían a verte al cuartel”, comentan entre risas. “Recuerdo en una ocasión que llamaron por teléfono y preguntaron si era la mujer de la limpieza. Le respondí que era una agente, y aquel señor me dijo que le pasara con un guardia de verdad”, recuerda Del Real. Cambios sociales y también dentro del Cuerpo. Contreras fue de las primeras que tuvo que lidiar con aquella “incomoda” uniformidad. “Yo hacía protecciones de cuartel en la Junquera, allí se alcanzaban temperaturas bajo cero en invierno y teníamos que ir en tacones y falda. Así que le pedí al comandante de puesto si era posible que, por lo menos, hasta las 10.00 horas pudiésemos llevar pantalones porque nos congelábamos”.
Ni que decir de aquellas patrullas de ocho horas en tacones que ya han quedado para películas en vhs y la incredulidad de las generaciones más jóvenes. Precisamente, García confiesa que se sorprende al escuchar a sus compañeras. “Yo he llegado con todo el trabajo hecho. Hoy, tanto a nivel población como internamente somos una más”. También ha sido una de las afortunadas que se ha podido beneficiar de la regulación de la conciliación familiar y laboral. Acaba de ser madre por segunda vez y puede disfrutar de las múltiples opciones que le ofrecen. Una situación muy diferente de la que vivió Contreras con su primogénita. “Mi hija nació en Pamplona y a los cuatro meses tuve que enviarla con mi madre porque no tenía a nadie para que me la cuidara. Nadie iba al cuartel a cuidarme a mi hija”.
“La mujer en la Guardia Civil es apta para cualquier puesto"
A caballo entre sus compañeras se encuentran Ana Soraya Peral (promoción del 2003), agente del COS, y Sonia Urbaneja (promoción del 2005) agente del Servicio Marítimo. Ellas padecieron los coletazos de esos tiempos anacrónicos y los nuevos aires del futuro. “Nunca llegué a ponerme tacones, pero sí viví situaciones como el tener que bajar del coche e imponerme para demostrar que era válida o el ser la única mujer en un destino... y por otra parte la alegría de organizar una cena de Navidad y juntarnos 25 mujeres”, manifiesta Peral. Urbaneja es tajante. Ella ha demostrado en más de una ocasión que es “igual o más válida” que otros compañeros varones. “La mujer en la Guardia Civil es apta para cualquier puesto. Yo he estado en patrulla y se han presentado situaciones que el compañero se ha quedado en el coche y he salido yo, además en circunstancias de fuerza física”. Las cosas han cambiado y mucho en los últimos 30 años. Recientemente se ha creado un área específica de Mujer dentro del Gabinete Técnico del Director General y el Plan de Igualdad cada vez está mas cerca de ser una realidad, pero son conscientes de que todavía les queda camino por recorrer. El componente femenino del Cuerpo supone un 7% del total de personal, que se traduce a nivel local en una plantilla de 600 guardias de los que 24 son mujeres. Pero, ¿habla todavía la Guardia Civil en masculino? “No”, responden al unísono. Argumentan que en esa ausencia de mujeres influye el hecho de que sólo lleven 30 años en un Cuerpo que se fundó hace 174. Y al igual que en su reflejo social, la igualdad real todavía no es efectiva. “El gran avance llegará cuando tengamos a una mujer que mande en Comandancia, otra que esté de capitán en una unidad operativa importante... Cuando llegue esa situación y este normalizada, podremos empezar a hablar de que esa igualdad esta equiparada”.
El camino ha sido largo y aún quedan pasos por andar, pero estas profesionales sostienen que, pese a tratarse de una profesión tradicionalmente masculina, “hoy en día tenemos el mismo trato que si fuéramos hombres” y animan a más mujeres a compartir su vocación. No se plantean ningún límite en el futuro y empujan a las nuevas generaciones “que los lleven en el corazón” a escribir las futuras páginas de la Guardia Civil. “Nuestro trabajo ya está hecho, ahora les toca a ellas”.
Gema del Real, de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial: “En Ceuta un guardia se curte en la frontera, es donde coges tablas y experiencia”
Gema Del Real es una de las mujeres guardias más veteranas de la plantilla en Ceuta. De la promoción del 92 llegó a la ciudad autónoma hace ya 18 años por consejo de su madre, “que es una enamorada de Ceuta”. Ahora se define como una “malagueña acaballada”. Sin embargo su llegada no fue un camino de rosas. “Fue complicado porque el servicio principal de Ceuta es la frontera y no se te presenta en ninguna otra Comandancia”. Una época, además, de tiempos convulsos por ser guardia civil con el añadido de ser mujer. Todavía éramos poquitas. Allí un día tranquilo enseguida se convierte en peligroso”, asegura. “Recuerdo episodios de tirarnos piedras a la garita donde, además, teníamos hasta rejas metálicas”. Sin embargo fue ese servicio el que le hizo madurar profesionalmente. “En Ceuta un guardia se curte en la frontera, es donde coges tablas y experiencia”. Ahora mira a un futuro en el que ya se siente realizada, pero anima a las nuevas generaciones “a ser valientes y que nunca se sientan distintas, ya que ahora cuentan con la ventaja de encontrarse con el camino abierto”.
Vanesa Álvarez, de la Compañía Fiscal: “He descubierto una profesión desconocida que te permite autorrealizarte”
Vanesa Álvarez se sincera, lo suyo no era vocación, y habla en pasado porque en el Instituto Armado ha encontrado una “profesión desconocida” cargada de satisfacción “en lo personal y en lo profesional”. Después de finalizar sus estudios de Enfermería quiso ingresar en la Guardia Civil, sin embargo, ese año se cerró la facultativa y se quedó como guardia. “Y no me arrepiento para nada. Descubrí que me agrada mucho y que adoro mi trabajo”. De entre ese mundo que le era nuevo se queda con la satisfacción de ayuda al ciudadano. “El trato con la gente y cómo la sociedad te responde agradecida te hace sentirte realizada personal y profesionalmente”. Pertenece a una generación que ha llegado con grandes logros alcanzados, aunque reconoce la alegría que le produce cuando se publican las listas de destino y curiosean si hay nuevas compañeras. “Todavía somos poquitas y te alegra que se una al equipo una nueva chica”.
Sonia Urbaneja, del Servicio Marítimo: “Encontrarte con las muertes de aquellos que buscan un futuro es lo más duro”
Sonia Urbaneja lo tiene claro, “la mujer en la Guardia Civil es válida para todo”. Ella, sin ir más lejos, es un claro ejemplo de esa afirmación. Ha pasado por diferentes servicios con sus pros y los contras que lleva implícitos la profesión. Recuerda sus inicios cuando estaba en Melilla y cómo le costaba asimilar al principio la situación del porteo. “Llegaba a casa con mal cuerpo. Los compañeros me decían que parecía más de Cruz Roja que de la Guardia Civil pero, en realidad, a pesar de que a veces la sociedad piense que somos los malos, allí hacíamos una labor humanitaria”. La vocación es lo que la mantiene unida intensamente al Cuerpo a pesar de las desgarradoras estampas que vive en el Servicio Marítimo. “Es una profesión muy bonita a la vez que dura. Encontrarte con las muertes de aquellos que salen en busca de un futuro mejor. Cadáveres que en ocasiones se encuentran descompuestos, comidos por los pescados, inflados.... es duro, muy duro”.
Ana Soraya Peral, del Centro Operativo de Servicios: “Siempre quise ser guardia civil, aunque entonces no había mujeres”
Ana Soraya Peral es la quinta promoción de guardias civiles en su familia y la única mujer. “Aunque entre los jóvenes solo yo he continuado con esta tradición”. Confiesa que no concibe su vida sin dedicarse a esta profesión a la que le costó acceder sudor y lágrimas. “Es mi vida, siempre quise serlo, incluso antes de que hubiese mujeres en el cuerpo”. Y una vez dentro del cuerpo disfruta cada día como si fuera el primero. El brillo de su mirada desprende el amor que le profesa a una profesión en la que tampoco ha sido todo perfecto, pero donde ánima a las nuevas generaciones a aumentar la presencia femenina. “A la que le guste que tire para adelante. Que luche, que lo consiga y que no pierda la feminidad”.
Alicia Contreras, del Sistema de Gestión Integral Operativa: “Se lleva en el corazón, pese a que te planteas por qué no te quieren por vestir un uniforme”
Si hay que hablar de vocación Alicia Contreras es el fiel y más puro reflejo de ella. No hace faltar escuchar sus palabras, su lenguaje no verbal así lo refleja. Es puro amor el que siente hacia su profesión a pesar de haber vivido en el transcurso de sus 25 años de servicio situaciones duras e, incluso, traumáticas. Desde el despliegue de los Mossos d’Esquadra cuando se encontraba en Cataluña. “Debíamos asumir que nos quitaban competencias y, además, lidiar con una sociedad que no te quería”. A perder a un compañero en un atentado durante su etapa en Navarra. “Desde entonces no he vuelto.... duro, muy duro”, manifiesta compungida mientras esconde la mirada tras las gafas de sol. Para Alicia es imposible recordar aquel episodio y no emocionarse. El tiempo ha pasado para un tejido social que ya ha olvidado, pero ella vivirá para siempre con una herida que cubre de cicatrices. Prefiere recordar los “grandes momentos” que le ha brindado su trabajo y afirma que volvería a presentarse sin pensarlo. “Es algo que se lleva en la sangre, aunque a veces te planteas porqué la sociedad no te quiere por el mero hecho de vestir un uniforme”.
Ana Rosa García, de la Compañía Fiscal: “Mi hija se siente muy orgullosa de mí y dice que quiere ser guardia civil”
Ana María García pertenece a las nuevas generaciones que integran el Instituto Armado. Desde su ingreso hace diez años los cambios, aunque se han producido, no han sido tan notables como con sus compañeras veteranas. No duda en reconocer que “llegué con el trabajo hecho”. Accedió al cuerpo porque desde pequeña no se planteó su futuro de otra forma y, además, gracias a que se reguló y bajó la estatura mínima requerida, tanto para hombres como para mujeres. “Otro gran logro, porque somos igual de válidos”. También se ha podido beneficiar de la regulación de la conciliación de la vida profesional y familiar gracias a la que ha podido dedicarse a sus dos hijas para las que es un referente. “La de más edad, que ya comienza a ser consciente de mi trabajo, se siente muy orgullosa y dice que de mayor quiere ser guardia civil”.