Tercer aniversario de la puesta en marcha de la oficina de asilo en el Tarajal
Se cumplen tres años de la puesta en marcha de la oficina de asilo en el Tarajal. Cuando se inauguró ‘vendieron’ aquello de que iba a ser un emblema de la defensa de los derechos humanos.
El Gobierno atendía así las quejas, de años, de las oenegés que pedían que los inmigrantes que cruzaban el paso pudieran encontrar atención inmediata a su situación, más si cabe cuando se trataba de perseguidos por cualquier tipo de motivo.
Han pasado tres años y no se ha recibido ni una sola petición. La lectura es simple: fracaso. No admite ningún otro calificativo.
Las instalaciones están hoy igual que cuando se inauguraron, sin estreno, sin trabajo, sin resultados. Solo cabe un análisis aunque también cambios. Si Interior pretende lavar su imagen con este tipo de infraestructuras mal vamos. Sería erróneo difundir que los inmigrantes no tienen necesidad de protección, tampoco que los que nos llegan no piden asilo porque no lo necesitan.
La lectura de lo que pasa con la oficina de asilo sólo puede calificarse con un término: fracaso
Sabemos que no es así, como también que tener una oficina en el Tarajal no es más que un arma de doble filo: quedamos bien de cara a la galería pero a sabiendas de que ningún subsahariano podrá imaginar siquiera que puede llegar al Tarajal, pegar a la puerta de la oficina y esperar que alguien atienda su solicitud sin ser antes detenido y expulsado directamente.
Sabemos también que evitan pedir esa protección porque hacerlo supone quedar bloqueado tiempo en Ceuta. Si no que se lo expliquen a los asiáticos o a los birmanos que han estado ‘atrapados’ en el CETI sin que se atendieran sus historias de persecuciones mientras nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos las cuentan los medios nacionales.
Ante esta situación caben dos conclusiones: o reconocer que se está equivocado y cambiar la política seguida o mantener una oficina inservible, sin movimiento, sin trabajo ni soluciones, con tal de quedar bien ante las oenegés difundiendo el cumplimiento de una normativa aunque no tenga ni pies ni cabeza.
Recordar la fecha de inauguración de esta sala no deja de provocar sonrojo por lo que ha supuesto tiempo después y lo que, me temo, seguirá suponiendo.