Al PSOE le corresponde el mérito de haber instituido la mentira como una categoría de dialéctica política en nuestro país. No en vano lleva treinta años practicando y perfeccionando este arte. Muy pronto los habilidosos secuestradores de la noble ideología socialista, se percataron de la suprema debilidad intelectual del cuerpo social que pretendían abducir.
La España que salía de la dictadura sin haber logrado derrotarla, era una nación sojuzgada y sometida, sin conciencia ni espíritu. En definitiva, muy fácilmente manipulable. La prueba irrefutable de aquella triste realidad se la proporcionó el resultado del referéndum de la OTAN. Se frotaban los ojos… y las manos. Todo el caudal de energía de cambio que la historia puso a disposición de aquellos falsos “descamisados”, quedó sepultado por un incontenible alud de mentiras que consiguió desplazar a la izquierda a un reducto testimonial sin incidencia práctica alguna. La operación se puede considerar perfecta. O casi. El PSOE se convirtió en una poderosa maquinaria al servicio de “los mercados” (nombre eufemístico más moderno y menos estridente que recibe en la actualidad el gran capital), cuya función era transmutar en políticas de derechas los votos de una ingenua masa cuya intención era apoyar a la izquierda. El truco era tan sencillo como eficaz. Durante treinta años el PSOE se ha distinguido por utilizar palabras de de izquierdas para hacer política de derechas. Se dirigen a la población blandiendo hermosos discursos sobre la igualdad, y cuando capturan su voto, alimentan la fiera del capital hasta la repugnancia. La alternancia entre las dos versiones del bipartidismo es la trampa que permite gestionar adecuadamente los estados de ánimo coyunturales de la ciudadanía sin rebasar los límites que garantizan el beneficio empresarial. Éste nunca ha sido especialmente beligerante con “fruslerías” como los derechos sociales o las libertadas, siempre y cuando no se cuestionen los mecanismos de generación de monstruosas plusvalías. En el fondo, las cosas no han cambiado mucho. En las formas, sí.
Lo que sucede es que el estallido de la crisis ha cambiado sustancialmente el escenario. Ahora son muchas las personas que han descubierto el juego de trileros Y lo que es peor, se han organizado y están dispuestos a luchar por el poder y cambiar, de verdad, la realidad política. Ya no es tan fácil engañarlos. Todavía no son suficientes para materializar el asalto a las instituciones, pero sí para alterar sustancialmente la correlación de fuerzas, y en consecuencia, la vida pública en su conjunto. Sin embargo, el PSOE parece no haberse dado cuenta de este cambio de coordenadas. Y sigue, como por inercia, haciendo lo único que sabe hacer, es decir, mintiendo. No tiene otra opción. Ni sabe hacer otra cosa. Oír al PSOE provoca repelús. Dicen que van a quitar las concertinas (que ellos instalaron), que van a derogar la reforma laboral (que ellos iniciaron) y que van modificar el artículo ciento treinta y cinco de la constitución (que ellos cambiaron aliados con el PP para priorizar el pago de la deuda sobre las políticas sociales). Baste estos tres ejemplos para explicar tan insoportable desfachatez. No hay ninguna razón (ni siquiera indicio) para creer en un cambio sincero de posiciones políticas. Sencillamente, están aferrados a su creencia de que los votantes de izquierda en España sieguen siendo idiotas.
El Secretario General del PSOE se dirigía a los votantes de Podemos (soy uno de ellos), asegurando que no perdonaríamos perder la oportunidad de cambio que garantiza un Gobierno encabezado por él. La evidente falacia la acompañaba de una penosa retahíla: sus objetivos son el empleo, la igualdad, la regeneración y la superación de los problemas territoriales. Discursillo aplicable perfectamente a Chiclana de la Frontera y Asunción de Paraguay indistintamente, tanto por partidos de extrema izquierdas como de extrema derecha. Palabras que a fuerza de pronunciamientos vacíos de contenido han perdido su significado. La máscara de izquierdista le queda tan mal que provoca hilaridad.
Pero la prueba más evidente de que siguen instalados en la mentira es una simple constatación de los hechos. Desde que se celebraron las elecciones se han producido tres. Se ha elegido la Mesa del Congreso y su Presidente, mediante un pacto de PP con PSOE que ha dado a la derecha una mayoría que le negaron las urnas. Se han constituido los Grupos, mediante un pacto de PP con PSOE que ha impedido a las llamadas confluencias reflejar en las Cortes la representatividad asignada por los ciudadanos; y por último, han elegido el emplazamiento de los Grupos, mediante un pacto entre PP y PSOE que pretende visualizar la postergación de Podemos (finamente corregido por el PP). Todo muy claro. Oratoria de izquierdas y acciones de derechas. Como siempre.
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