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Trece

Hemos entrado en un año que termina en 13, algo que, para muchas personas supersticiosas, conlleva una peligrosa carga de mal fario. Bien sabido es que ese número tiene una triste fama en occidente, porque fueron precisamente trece (Jesucristo y sus doce apóstoles) los que se sentaron a la mesa en la Última Cena. Dicen que en China, por el contrario, creen que el 13 trae buena suerte. Cuando tenga ocasión, se lo preguntaré a mis amigos de la tienda de la esquina.
Aún sin ser supersticiosos, pero en previsión de que otros puedan serlo, lo cierto es que los hoteleros evitan dar el número 13 a una habitación y que las líneas aéreas tienen suprimido ese número en los asientos de sus aviones. Nuestro refranero popular alude al supuesto gafe de esta cifra en el famoso “Trece y martes, ni te cases ni te embarques”. Porque en España y en países hispanoamericanos (hoy mal llamados “latinoamericanos”) la conjunción del trece con el martes es la peor, mientras que en las naciones de origen sajón esa supuesta mala coincidencia se sitúa en los días 13 y viernes, según se dice a causa de que Jesucristo fue crucificado en ese día de la semana.
Las supersticiones, carentes de fundamento científico, pero asentadas de modo poco racional en los seres humanos, suelen tener como base  ciertas tradiciones populares, a cuyo tenor determinadas circunstancias influyen de una forma u otra en la vida de las personas. Y es que también hay supersticiones favorables, como, por ejemplo, la de encontrar un trébol de cuatro hojas. No sería ese el caso del abuelo de Juan Carlos I, Alfonso XIII, que con el dichoso número a cuestas perdió la corona y hubo de exiliarse.
La realidad es que, con carácter general, el año 2013 se ha recibido jubilosamente en todo el mundo, aunque haya habido gentes –las menos- que lo miren con recelo,  pues el numerito les huele a chamusquina.
De momento, y por lo que se refiere a nuestra ciudad, el 2013 nos ha traído la primera mala noticia, la del previsto cierre del comedor del Parador Hotel La Muralla, con su secuela de despidos, ya comentado en “El Faro”.  Un auténtico dislate. Para cualquiera que, al menos desde fuera, conozca la actividad de dicho comedor, centro de la vida social ceutí, donde se celebran numerosas bodas, comuniones, bautizos, comidas o cenas de asociaciones o de carácter oficial, etc., la adopción de tal medida ha de considerarse como totalmente absurda, pues –según dicen, y me lo creo- la facturación del citado comedor supone la mitad del total de la del Parador. Ignoro si se han hecho las cuentas oportunas al efecto, pero dudo mucho que, en su caso, hayan aconsejado el previsto cierre del comedor, con 5.500 cubiertos ya contratados para este año, un comedor que, además, y desde el punto de vista arquitectónico, es ya de por sí una joya de la ciudad.
Por lo que leo, la medida cuenta con el visto bueno de los sindicatos integrados en su Comité Intercentros, en el que hay vocales de UGT y de CC.OO.. A pesar de ello, me permito opinar que el tema no está cerrado, que me resisto a darlo por perdido, y que todavía es tiempo de luchar para que ese cierre no se produzca. Confío en que quienes tienen la representación de los legítimos intereses de Ceuta tratan ya de conseguirlo.
Por mis convicciones religiosas, no quiero creer en supersticiones, pero tengo que reconocer que una de las más duras páginas de mi vida, la de la pérdida de mi sobrina Mari Carmen, embarazada, y de sus hijos David, de dos años, y Beatriz, de uno, a consecuencia de un terrible accidente aéreo ocurrido en el aeropuerto de La Coruña el martes 13 de agosto de 1973. Martes y trece, tremenda coincidencia. De todas formas, aquel día viajarían en avión centenares de miles de personas, y solamente encontraron la muerte las 85 que iban en ese vuelo maldito y, además, un hombre que estaba en tierra. No hemos, pues, de dejarnos llevar por un absurdo prejuicio.
Por lo tanto, solo queda desear que el año 2013 sea el de la recuperación económica de España en general y de nuestra ciudad en particular. Que los Reyes Magos hayan colmado esta noche las ilusiones de todos, que, de una vez, vaya creándose empleo neto, y, de paso, que el comedor de La Muralla siga funcionando a pleno rendimiento, porque eso favorece a su personal, a su prestigio, a su cuenta de resultados y, además, a Ceuta.

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