El cambio climático, además de subir las mareas en los charcos, provocar tsunamis en desiertos que fueron mares, y hacernos padecer calores infernales (aunque algunos dicen que es el calor de todos los veranos), también parece haber afectado a cerebros que debieran estar bien equilibrados, del que con estas alteraciones climatológicas no se libran ni el ungido con la infalibilidad divina, como el mismo Papa; ni la clase política, donde el número de trastornados es inquietante.
Al Pontífice ese desvarío, que suponemos transitorio, lo denuncia la idea de hacer fijas en el calendario algunas fiestas, hasta ahora movibles, como la Semana Santa, que dejaría de estar discrecionalmente en marzo o en abril (pienso que hasta podría coincidir en alguna ocasión con la ‘fiesta del borrego’), con lo cual se alteraría de un plumazo (nunca mejor dicho, pues sería inspiración del Espíritu Santo), la gran “Kermesse” que para Andalucía significa la Pasión de Cristo, que es arranque de otras celebraciones como la Feria, el Rocío, etc. De ocurrir lo que pretende el Papa, a los caballas ni les va ni les viene. Les daría igual. De todos modos, ya sabemos que cuando llega, se dan patadas en el culo por salir del istmo y no regresar hasta que María llegó a Éfeso. Claro que, si al final, la Semana Santa se celebrase en julio o agosto, que puede ser otra alternativa, entonces si que tendríamos un público asegurado, pues de los chiringuitos playeros se irían a la carrera oficial y hasta tendrían tiempo para entonar, a boca cerrada, el himno legionario. El temor de que los ceutíes se marchasen a Manilva, Estepona o Chiclana, no existiría que es lo que vienen haciendo antes de que la “Borriquita” baje de San Daniel y atraviese el Foso. Pues bien, ante estos rumores (son rumores) que han salido del mismo Vaticano, los sevillanos se han puesto en guardia, de ahí que hermandades, cofradías, el gremio de hostelería y hasta el sindicato de vendedores ambulantes de globos, pirulís, gambas y quisquillas, estén considerando al Papa Paco, “persona no grata”, en el supuesto de cumplirse ese deseo suyo de venir para hacer el camino a Almonte y rebautizarse en ese Jordán, más folclórico que bíblico, como es el Quema. Y si lo de la Semana Santa es el comienzo del cambio, quién puede asegurar que este papa no lo proseguirá con la Nochebuena, declarando que Jesús, posiblemente, no naciera en diciembre, quizás en agosto; y no en Belén, sino en Pacaraima. Recordemos que Benedicto XVI, ahora gozando de una jubilación sin miedo a que se la rebajen, condujo al matadero, sin más, al buey y a la mula del pesebre. También en esto hubo respuesta airada de la Asociación de Belenistas Andaluces, multiplicándose ese año el número de las adorables figuritas, que se vendieron a precio de saldo. Con todas estas novedades, vayan ustedes a saber qué sería lo que, en verdad, le trajeron al Niño los Magos de Oriente. Por eso, a más de uno les he oído decir que, al fin, la historia, la arqueología y el sentido común han puesto en solfa el infantilismo de algunos dogmas y de ciertos relatos del Viejo y Nuevo Testamento, eróticos en ocasiones y tétricos en otras. Y si de lo espiritual nos vamos al campo de la política, qué decir de los trastornos ambientales (estos, nada pasajeros), como los que han aflorado en la misma Esperancita Aguirre, la abuela vencida, haciéndola creer que es una enviada de Dios, para que inicie otra Cruzada (como la del Generalito), contra comunistas, anarquistas, republicanos, masones, judíos, gitanos y flamencos, que escribiría Eugenio Noel; o los que han hecho enfermar a Nuestra Señora de Cospedal, rabiosa de morderse los labios, no sólo por perder su corte feudal, sino porque su derrota la obliga a guardar en la cómoda , mantilla y peineta, esas con las que se lucía en el Corpus toledano, y que la hacía aparecer como una maja de postín. Por hoy me quedo con estos dos ejemplares femeninos, pero la lista es ampliable hasta el infinito con otros políticos nacionales y locales, pese a que sus mismos jefes de Partido, más de una vez pusieron en duda lo del cambio climático. Rajoy, incluso hablaría de un primo sevillano, que una vez le tranquilizó con eso de “cuán largo me lo fiáis”. Allá él y los incrédulos. ¿O acaso no es determinismo ambiental ese calenturón del peruano, nuestro Premio Convivencia (nunca lo cita cuando enumera sus galardones), que le ha provocado la exótica Isabel?, claro que esta pasión podría ser también prueba de que en la comedia humana, la gilipollez aumenta peligrosamente.
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